domingo, 25 de mayo de 2025

Peces con 460M de años le dicen a la ciencia que tienen la culpa de tu sensibilidad dental

 

Una reciente investigación paleontológica ha revelado que el origen de la sensibilidad dental no está exclusivamente en la boca. Según un estudio liderado por la Universidad de Chicago y publicado en Nature, ese dolor que sentimos al morder o al beber algo frío podría estar relacionada con una estructura sensorial presente en el exoesqueleto de peces prehistóricos.

Este hallazgo sugiere que la dentina, tejido localizado bajo el esmalte dental y que transmite estímulos al nervio, evolucionó primero fuera del cuerpo, en zonas como la piel o las placas óseas. Lejos de ser un mecanismo pensado para la masticación, su función original era detectar cambios en el entorno acuático de estos animales primitivos.

Los investigadores analizaron fósiles de peces del periodo Ordovícico, hace unos 460 millones de años, y comprobaron que los bultos presentes en sus armaduras, denominados odontodos, contenían dentina. Esto indica que estos peces utilizaban su 'armadura sensorial' para percibir el mundo que los rodeaba, como hacen hoy algunos artrópodos mediante receptores táctiles externos.

"Cuando piensas en un animal antiguo como este, con armadura, tenía que poder sentir el mundo. Era un entorno bastante hostil, y detectar las propiedades del agua habría sido esencial", explicó Neil Shubin, uno de los autores del estudio.

Un escáner decisivo en el acelerador de partículas

La paleobióloga Yara Haridy, quien encabezó la investigación, no se proponía inicialmente buscar el origen de los dientes. Su objetivo era hallar el vertebrado más antiguo conocido. Para ello, solicitó muestras fósiles de distintas colecciones y las llevó al Laboratorio Nacional de Argonne, donde se empleó una tecnología de escáner por rayos X de alta resolución.

Uno de los fósiles más llamativos fue Anatolepis, considerado durante años como un vertebrado temprano. Aparentemente, presentaba tuberías recubiertas de dentina, pero el análisis posterior reveló que se trataba de estructuras similares a los órganos sensoriales de los cangrejos, no dientes. Por tanto, Anatolepis era un invertebrado, no un pez con columna vertebral.

Las similitudes entre estas estructuras y los sensores de otros animales, como los silúridos o las rayas, apuntan a un origen evolutivo compartido. La clave estaría en que múltiples especies utilizaron un mismo conjunto de genes para crear tejidos mineralizados con capacidad de percepción. Ese patrón genético acabó dando lugar, con el tiempo, a los dientes que hoy tenemos.

La investigación respalda la hipótesis del outside-in, que afirma que las estructuras sensoriales se desarrollaron primero en el exterior del cuerpo y más adelante migraron al interior de la boca, conservando su función de detectar estímulos. "Esto demuestra que los 'dientes' también pueden tener una función sensorial incluso cuando no están en la boca", aseguró Haridy al respecto.

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