domingo, 17 de abril de 2022

La tumba de Alejandro Magno, el rompecabezas que tampoco Napoleón supo resolver

 

La tumba de Alejandro Magno, el rompecabezas que tampoco Napoleón supo resolver

















Durante dos años sus compañeros de armas se empeñaron en construir un mausoleo de oro macizo con la figura en relieve del Magno. La estructura contaba en sus extremos con columnas jónicas de oro y en sus laterales incluía escenas de la vida del general

La localización de la tumba del gran conquistador de la Antigüedad resulta uno de los casos más misteriosos de la arqueología mundial. No tanto por lo que puede haber en su interior, como por el hecho de que durante siglos su ubicación era archiconocida. La visitaron emperadores, reyes, gobernantes y grandes personajes hasta que, mientras se venía abajo el Imperio romano, se le perdió el rastro para siempre.

Alejandro cayó enfermo el 2 de junio del 323 a. C. tras un banquete en Babilonia donde había bebió grandes cantidades de vino. Durante casi dos semanas Alejandro padeció fiebre alta, escalofríos y cansancio generalizado, unido a un fuerte dolor abdominal, náuseas y vómitos. El 13 de junio, cuando le faltaba poco más de un mes para cumplir los 33 años de edad, falleció el dueño de media Asia sin dejar un heredero claro.

Durante dos años sus compañeros se empeñaron en construir un mausoleo de oro macizo con la figura en relieve del Magno. La estructura contaba en sus extremos con columnas jónicas de oro y en sus laterales incluía escenas de la vida del general. En el palio de púrpura bordada se encontraba expuestos el casco, la armadura y las armas del macedonio. Una vez finalizado, el mausoleo fue transportado desde Babilonia hacia Macedoniapor 64 mulas que completaron un recorrido de 1.500 kilómetros. Sin embargo, los restos mortales nunca lograron alcanzar su lugar de nacimiento.

Reconstrucción del catafalco de Alejandro según Diodoro (mitad del S. XIX)
Reconstrucción del catafalco de Alejandro según Diodoro (mitad del S. XIX)– Wikimedia

La guerra abierta entre los sucesores de Alejandro Magno fragmentó el imperio del macedonio y entregó la parte Egipcia a Ptolomeo, que se declaró a sí mismo Rey de Egipto. Mientras el cortejo fúnebre con los restos de Alejandro se dirigía a Macedonia, Ptolomeo se apropió de ellos y se los llevó a Egipto. En un principio, adaptó una tumba vacía que había sido preparada para enterrar al último faraón nativo de Egipto, Nectanebo II, y trasladó los restos del que fuera su general a una capilla dentro del templo del Serapeo de Saqqara, en la necrópolis de la antigua Menfis. La grandilocuente tumba se encontraba al final de una larga avenida de esfinges.

Algunos, como Cayo Calígula, que la conoció en un viaje con su padre de niño, se apoderaron de distintos objetos presentes (en su caso de la coraza de Alejandro)


Su heredero político, César Augusto, también visitó la tumba en un acto plagado de propaganda. Cuando las dignidades griegas que le acompañaban le ofrecieron visitar las tumbas de los reyes Ptolomeos, el primer ciudadano de Roma les recordó que él no había ido a ver muertos sino a un rey. Ordenó que fueran sacados los restos de Alejandro de su tumba, adornando el cadáver con flores y una corona de oro. Según las fuentes del periodo, cuando Augusto estiró la mano para tocarle la cara a Alejandro le rompió de forma accidental un pedazo de nariz.

A partir de entonces, la visita de los emperadores de Roma a la tumba de Alejandro se convirtió en «protocolaria». Algunos, como Cayo Calígula, que la conoció en un viaje con su padre de niño, se apoderaron de distintos objetos presentes (en su caso de la coraza de Alejandro). Por el contrario, Septimio Severo ordenó sellar el acceso a la tumba al ver lo poco protegida que estaba, en el año 200 d. C. La última supuesta visita fue la del emperador romano Caracalla, en 215, que afirmó haber sido poseído por el espítitu de Magno.

Con la decadencia del Imperio romano, Alejandría se vio azotada por distintos saqueos y revueltas, que terminaron por perder el rastro de la tumba del general. Si bien hay evidencias de que todavía en el siglo IV la tumba seguía en su lugar original, no se puede constatar que saliera intacta en el 365 del gran terremoto seguido de un tsunami gigantesco, que provocó estragos en las regiones costeras y ciudades portuarias de todo el Mediterráneo oriental. En Alejandría los barcos fueron levantados hasta los tejados de los edificios que quedaron, lo que hace probable la destrucción del mausoleo del Soma.

A partir de ese momento se perdió el rastro a la tumba, ya fuera porque fue destruida en el terremoto o en los saqueos que acompañaron los años finales del Imperio romano. No así a los restos mortales del conquistador. Libanio de Antioquía mencionó en un discurso dirigido al Emperador Teodosio, que el cadáver de Alejandro estaba expuesto en Alejandría de forma pública. Probablemente fue retirado y separado del sarcófago, lo que explicaría que la expedición de Napoleón lo hallara vacío en el siglo XIX.


La devoción por estos restos finalizó de forma abrupta cuando Teodosio publicó una serie de decretos para prohibir el culto a los dioses paganos, entre los que destacaba Alejandro. Aquí se perdieron también los restos.


Una búsqueda obsesiva entre los arqueólogos

En la célebre expedición que Napoleón condujo en 1798, se descubrió un antiguo sarcófago vacío situado en una capilla en el patio de la mezquita Atarina en Alejandría. Los lugareños aseguraban, basándose en la creencia medieval de que el gigantesco sarcófago se había quedado limitado a una pequeña capilla, que se trataba de la tumba de Alejandro Magno. No obstante, los arqueólogos que acompañaban al «Gran corso» albergaba sus dudas y no fueron capaces de resolver el rompecabezas todavía vigente.

En 1801, Edward Daniel Clarke llevó el sarcófago al Museo Británico de Londres y dio pie a que Champollion descifrara los jeroglíficos. Después de que los británicos transportaron el sarcófago a Inglaterra entre 1802 y 1803, la mezquita se deterioró rápidamente, y pocas décadas después había desaparecido. No en vano, el monumento contenía una pista, una inscripción que anunciaba que el sarcófago pertenecía al faraón Nectanebo (Nectanebo II, aclararon investigaciones posteriores).

El egiptólogo italiano Evaristo Breccia lo buscó casi de forma desesperada en la zona de la mezquita de Nabi Daniel (a no muchos metros de donde estuvo la de Atarina)


El asunto se cerró en falso sin sospechar, en ese momento, que Ptolomeo se había apoderado de la tumba de Nectanebo II (él huyó de Egipto cuando llegaron los macedonios y su tumba quedó vacía) para enterrar a Alejandro Magno. Distintos autores han insistido recientemente en que la respuesta al misterio está en esta mezquita de Atarina en Alejandría, concretamente en la costumbre de los ptolomeos por reciclar elementos arquitectónicos de sus antecesores.

Pero esta no ha sido la única teoría, siendo que la mayor parte de los esfuerzos por encontrar la tumba o los restos del conquistador se han centrado en Alejandría. El egiptólogo italiano Evaristo Breccia lo buscó casi de forma desesperada en la zona de la mezquita de Nabi Daniel (a pocos metros de donde estuvo la de Atarina) y en Kom el Dick. Todo ello sin éxito. Como explica Valerio Massimo Manfredi en su libro «La tumba de Alejandro: El enigma», el sucesor de Breccia, el arqueólogo Achille Adriani, decidió cambiar la dirección de las búsquedas hacia el cementerio latino de Alejandría, en la zona sudeste de la península del Lochias. Tampoco él logró dar con la tecla.

Fuera de la ciudad, otros estudios han buscado la tumba en el oasis de Siwa, el lugar donde Alejandro fue acogido por los sacerdotes egipcios como el hijo del dios Amón. Así como en la antigua Anfípolis, una importante ciudad del reino de Macedonia, a 100 kilómetros al este de Tesalónica, la segunda ciudad de Grecia. En este sentido, los arqueólogos anunciaron el año pasado que lo más probable es que esta tumba esté dedicada a Hefestión, el amigo más íntimo de Alejandro Magno.

Mosaico hallado en el pavimento de la tumba de Amfípolis
Mosaico hallado en el pavimento de la tumba de Amfípolis– ABC

Pero más allá de saber dónde está la tumba, al menos cabe preguntarse qué fue de los restos tras la prohibición de Teodosio de adorar a símbolos paganos. En 2004, el historiador británico Andrew Chugg planteó una curiosa pero poco probable teoría en su libro «La tumba perdida de Alejandro Magno». En su opinión, la venerada tumba de San Marcos en Venecia podría contener no los restos del evangelista, sino nada menos que el cuerpo de Alejandro Magno.

Sostiene este experto en el legendario rey de Macedonia que la confusión histórica sobre la suerte del cuerpo del mítico guerrero se explica porque el cadáver fue disfrazado de San Marcos para evitar su destrucción durante una insurrección cristiana. De esta forma, no fueron los restos de San Marcos(que algunas tradiciones dicen que fueron quemados) los que fueron robados por mercaderes venecianos unos cuatro siglos más tarde para devolverlos a su ciudad natal. Serían, en este caso, los restos de Alejandro Magno los que fueron llevados a Venecia.

Una parada para los emperadores que se perdió

Al hijo de Ptolomeo, Ptolomeo II, no le parecía suficientemente lustrosa la localización y trasladó la tumba de Alejandro de Menfis a Alejandría (la más famosa de las 50 Alejandrías fundadas por el conquistador). Así creó un estructura monumental conocida como el Soma para el descanso del macedonio y el de su propia dinastía. El sarcófago era en su origen de oro, si bien Ptolomeo IX lo reemplazó por cristal debido a necesidades económicas e incluso es posible que cambiara su ubicación de nuevo. Allí lo halló Julio César cuando peregrinó a la tumba de su héroe de juventud. En el año 48 a. C, el romano llegó a Alejandría, después de haber perseguido a su enemigo Pompeyo, y tuvo ocasión de ver los restos.






Hallan una flota de más de 120 barcos grabada junto a la tumba del faraón Sesostris III

 

Hallan una flota de más de 120 barcos grabada junto a la tumba del faraón Sesostris III




El retablo ha sido descubierto en Abidos en una estructura subterránea de hace 3.800 años que albergó una embarcación de 20 metros

Las excavaciones llevadas a cabo en Abidos, Egipto, han dado con un sorprendente descubrimiento: una edificación subterránea abovedada donde fue enterrada intacta una embarcación de unos 20 metros y en cuyas paredes fueron grabadas imágenes de más de 120 naves faraónicas. La construcción, de hace unos 3.800 años, ha sido hallada cerca de la tumba del faraón Sesostris III (c.1850 a.C.) y data de esa misma época, lo que ha llevado a pensar que la nave, de la que se han encontrado restos de madera, formaba parte del grupo de naves reales funerarias asociadas a la tumba de Sesostris III. La flota de ultratumba del faraón que conquistó Nubia.

Los barcos fueron grabados en los muros interiores de yeso blanco y algunos miden hasta un metro y medio. Las naves, aunque esquemáticas, reproducen mástiles, velas, aparejos, timones, remos y en algunos casos remeros, según explica el egiptólogo Josef Wegner, en su estudio publicado recientemente en la Revista Internacional de Arqueología Náutica.

Este profesor asociado de Egiptología en la Universidad de Pensilvania describe que intercalados entre las naves se representan algunos animales como gacelas, ganado y flores. El retablo no describe una escena y no parece haber ninguna intención en la dirección de los barcos, ya que alternan su orientación al azar. Todos los grabados fueron creados durante un breve espacio de tiempo por un grupo de personas con mayor o menor talento, según Wegner, que lamenta que no se hayan conservado las imágenes de la bóveda y que quizá fueran las más elaboradas.

La construcción descubierta en Abidos con los grabados
La construcción descubierta en Abidos con los grabados– Josef Wegner

¿Quién grabó estas imágenes y por qué? «No podemos responder a eso de forma definitiva basándonos en lo que se ha conservado», responde el egiptólogo, que especula con que la gente que construyó la estructura pudo crear el retablo, o quizá un grupo de participantes en una ceremonia funeraria tras la muerte del faraón Sesostris III trazó las imágenes sobre los muros. Tampoco se descarta que un grupo de personas consiguiera acceder al recinto tras la muerte del faraón y realizar los grabados. Los arqueólogos han descubierto que, en cierto momento posterior a la muerte del faraón, «un grupo de individuos entró en el edificio y retiró la barca, reutilizando sus tablones», explica el arqueólogo.

«Si bien son numerosas las preguntas sin responder en cuanto a la finalidad de estas imágenes, lo que es único es la cantidad asombrosa de tantos barcos que aparecen juntos en un solo lugar», subraya Wegner.

Botadura mágica

Próxima a la entrada de esta estructura se han descubierto además más de 145 piezas de cerámica que habrían sido posiblemente utilizadas para albergar líquidos y que también son objeto de estudio. «Las ofrendas líquidas forman parte integral del culto funerario personal en las prácticas mortuorias egipcias, pero no aparecen asociadas normalmente a objetos inanimados», indica Wegner en su artículo antes de señalar que «potencialmente, un vertido masivo de líquidos en la entrada del recinto, entre los que muy probablemente predominase el agua, podría ser una forma de botar mágicamente la embarcación, encerrada ahora en el interior de su búnker subterráneo del desierto, de tal modo que podría simbólicamente navegar hasta el inframundo junto con el faraón, al que habría acompañado recientemente en sus ceremonias funerarias».

Este acto «sería coherente con la práctica, de otro modo incongruente, de enterrar embarcaciones en el desierto, y expresaría la necesidad de establecer simbólicamente un puente de transición entre el entorno desértico y el uso esperado de la nave para una existencia en el Más Allá, en la que las barcas serían tan esenciales para viajes y transportes como lo eran en el mundo de los vivos», añade el egiptólogo.

Descubren la tumba de un guerrero micénico que era el «señor de los anillos» de hace 3.500 años

 

Descubren la tumba de un guerrero micénico que era el «señor de los anillos» de hace 3.500 años






Arqueólogos de la Universidad de Cincinnati hallan cerca del homérico Palacio de Nestor un sepulcro intacto con joyas y armas nunca antes vistas

Un esqueleto recostado con las armas a su diestra. Una espada de bronce, con el mango de marfil repujado de oro. Y una daga también con la empuñadura de oro además de una colección de armas junto a sus piernas y a sus pies. En el lado izquierdo, un tesoro de joyas nunca visto. Copas de oro apoyadas en su pecho y su vientre y un colgante de oro junto al cuello. La cabeza estaba rodeada por mil cuentas de amatista, jaspe, ágata y cornalina, y también de oro. Y copas de plata, cuencos de bronce… Otra de las piezas más destacadas es un espejo. Pero lo más impresionante son los anillos.

Cuatro anillos de oro, con piedras historiadas y uno de los más grandes anillos de oro micénico jamás hallados: los orfebres que lo hicieron dibujaron en su superficie cinco figuras femeninas en la orilla del mar… Y la orilla del misterio. Porque este precioso hallazgo, realizado por un equipo de la Universidad de Cincinnati, es único por muchos motivos. Está junto a las ruinas del palacio de Nestor, que aparece en la Odisea, de Homero, cerca de Pilos, en la costa suroccidental de Grecia. Un palacio que fue destruido por un incendio hacia 1.180 a. C.

Un espejo de 3.500 años, junto al esqueleto del guerrero
Un espejo de 3.500 años, junto al esqueleto del guerrero– Credit Department of Classics/University of Cincinnati

Se trata de la tumba de un gran guerrero o tal vez de un aristócrata con alto rango sacerdotal, habida cuenta de los rituales asociados a su enterramiento. Incluso en útiles nimios como los cinco peines hallados en la tumba, que pueden sugerir el ritual de peinado de la melena del guerrero antes del combate y, por supuesto, la conexión nunca antes tan clara entre Micenas y Creta, que muestran las escenas de los anillos de oro: toros minoicos, sacerdotisas, rastros de un contacto a menudo hostil pero también íntima y espiritualmente ligado.

Porque los responsables de la excavación, los arqueólogos Shari Stocker y Jack Davis, van a relatar mañana en Atenas las conclusiones después de analizar las piezas recientemente excavadas en la tumba que ellos denominan, del «guerrero del grifo», por la figura de grifo hallada en un bastón que forma parte del riquísimo ajuar funerario.

Tauromaquia minoica en otro de los anillos
Tauromaquia minoica en otro de los anillos– Credit Department of Classics/University of Cincinnati

Ya es difícil hallar una tumba intacta de hace 3.500 años, que no ha sido expoliada ni en tiempos antiguos ni modernos. Pero que además sea tan singular como la de este guerrero es una suerte para los científicos que han participado en este proyecto patrocinado por las autoridades griegas.

El esqueleto pertenece a un hombre adulto de treinta y tantos años. La tumba es la más importante descubierta en la Grecia continental desde que en 1939 aparecieran las ruinas de Micenas. En total se han documentado más de dos mil objetos, con su contexto perfectamente preservado para que los científicos extraigan toda la información. Hay muchos años de trabajo por delante. Es una cápsula de tiempo, o una ventana a los momentos previos a la llamada edad oscura.

El toro, todo un símbolo en la era micénica
El toro, todo un símbolo en la era micénica– Credit Department of Classics/University of Cincinnati

El hecho de que la mayor parte de los objetos estén decorados con símbolos y motivos minoicos, procedentes de Creta, ha obligado a los expertos areplantearse todo lo que sabemos de las relaciones entre los micénicos y los cretenses, con frecuentes incursiones y tomas de botín y rehenes, cuando no sacrificios, según cuentan los relatos y los mitos.

Pero el deseo construye laberintos que Dédalo no sabe, y está claro que los anillos adornados con tauromaquias y sacerdotisas cretenses de pechos descubierto eran objetos muy deseados más allá de la rapiña, de su valor en oro: hay un evidente vínculo, según apuntan Stocker y Davis, más alla del vasallaje y el comercio, una identidad espiritual porque el Toro también es un símbolo lleno de significado para los micénicos, lo mismo que las diosas.

El equipo en la excavación
El equipo en la excavación– Credit Department of Classics/University of Cincinnati

Atletas saltando sobre los cuernos del toro en piruetas imposibles, las figuras de cornúpetas perfectamente definidas en su anatomía, con una pureza de líneas increíble… Todas estas riquezas, importadas o saqueadas, fueron lo más preciado que los deudos pusieron en la tumba del gran guerrero del grifo, y esos anillos le convierten en un «señor de los anillos» micénico. Nadie sabía que los artesanos de la época eran capaces de manejar con tanta habilidad los duros materiales en los que se han tallado las figuras, ni las múltiples láminas de oro unidas sobre las que se dibujaron los cuerpos leves de las sacerdotisas, perfectamente conservados hoy.

Uno d elos peines de marfil
Uno d elos peines de marfil– Credit Department of Classics/University of Cincinnati

Tal vez hablamos de una relación imposible, que empezó por el saqueo y terminó por la inculturación, ya que Creta cayó en manos de los micénicos poco después de la fecha de la que data esta tumba del guerrero del grifo. Tal vez a la vez que se produjo la conquista, los micénicos entraron en un laberinto del Minotauro del que ya no pudieron salir y asimilaron dioses, mitos y creencias…














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El más asombroso y extraño de todos los templos griegos tenía 38 atlantes, y nunca se terminó

 

El más asombroso y extraño de todos los templos griegos tenía 38 atlantes, y nunca se terminó








Hacia el año 688 a.C. colonos llegados de las islas de Rodas y Creta fundaron en la costa sur de Sicilia la ciudad de Gela. Esta floreció y se desarrolló tan rápidamente que, en menos de un siglo, fue capaz de fundar otras colonias por sí misma.

Así que en el año 581 a.C. un grupo de Geloi se encaminaron hacia el oeste y a apenas unos 76 kilómetros de distancia de su polis original fundaron la ciudad de Acragas (o Acragante, a la que los romanos llamaron Agrigento), en una meseta elevada sobre la costa sur de Sicilia.

Situación del Templo de Zeus Olímpico (Agrigento) y la ciudad de Gela (al sureste) en Google Maps

Acragas creció rápidamente y alcanzó tal riqueza que se convirtió en una de las más famosas ciudades de la Magna Grecia. Sus habitantes, que en el momento de mayor esplendor pudieron alcanzar la cifra de 150.000, tenían un nivel de vida tan alto que su derroche y extravagancia se convirtieron en proverbiales.

Según cuenta Claudio Eliano, profesor de retórica romano que escribió su Varia Historia a comienzos del siglo III d.C.:

Cuando Platón vio que los habitantes de Acragas construían casas fastuosas y comían con el mismo estilo fastuoso, comentó que construían como si fueran a vivir para siempre y comían como si fueran a morir mañana. Timeo dice que usaban frascos de aceite y espátulas de plata y que tenían asientos hechos completamente de marfil.

Claudio Eliano, Varia Historia 12.29
Modelo del templo de Zeus Olímpico en el Museo Arqueológico de Agrigento / foto José Luiz Bernardes Ribeiro en Wikimedia Commons

Por ello no resulta extraño que acometiesen el trabajo de construir el mayor templo dórico jamas levantado. No solo eso, pues sería también el más extraño y original estilística y arquitectónicamente, y contaría con más atlantes que ningún otro, hasta 38 de 7 metros y medio de altura.

Los agrigenses empezaron a construir el Templo de Zeus Olímpico, también conocido hoy muy apropiadamente como templo de los gigantes, hacia el año 480 a.C. (un siglo después de la fundación de la ciudad) en el hoy denominado Valle de los Templos, donde se llegaron a levantar hasta 7 templos monumentales hexástilos.

Se cree que fue fundado para conmemorar la victoria de Acragas y Siracusa sobre los cartagineses de Amilcar en la batalla de Himera (480 a.C.), y Diodoro de Sicilia dice que la mano de obra fueron precisamente prisioneros capturados tras la batalla. También asegura Diodoro que no se terminó precisamente debido a la conquista cartaginesa de la ciudad en el año 406 a.C. (después de más de 70 años de trabajos). Algunos investigadores opinan que las obras comenzaron varios años antes de la mencionada batalla.

Reconstrucción en la que se aprecian las dimensiones del templo / foto dominio público en Wikimedia Commons

En cualquier caso lo que se construyó era ciertamente impresionante y original. Tenía 112,7 metros de longitud por 56,3 de ancho, y alcanzaba una altura de 20 metros. Presentaba 7 semicolumnas en su fachada (la primera vez que se usan en la arquitectura griega monumental) y 14 en cada lado (cuando un templo dórico tradicional tenía 6×13), con la particularidad de que no estaban exentas sino unidas mediante un muro continuo, que ayudaba a soportar el enorme peso del entablamento.

El templo tiene trescientos cuarenta pies de largo y sesenta pies de ancho. Su altura es de ciento veinte pies por encima de los cimientos. Podría ser juzgado como uno de los mayores templos de Sicilia o de fuera de Sicilia debido al tamaño de su planta. Y si la invasión (cartaginesa) no hubiese puesto fin a la construcción, la opción sería obvia. Otros templos se han construido hasta cierta altura con muros simples, otros tienen columnas. Pero este templo combina ambas formas, puesto que las columnas forman parte de los muros. En el exterior son circulares, hacia el interior son rectangulares. Su circunferencia exterior mide veinte pies, (…) y en el interior miden doce pies

Diodoro de Sicilia, Biblioteca histórica XIII, 82.3

 El hecho de colocar 7 columnas en la fachada era una característica arcaica, que hacía tiempo había pasado de moda, lo que impedía colocar una puerta central en el templo. En su lugar se debieron abrir puertas en los extremos, aunque se desconoce su número exacto.

Entre las columnas se disponían hasta 38 atlantes colosales de 7,5 metros de altura (todo un hito en la escultura de la antigüedad griega), posiblemente alternando figuras barbadas y lampiñas, todos ellos de pie, de espaldas al muro y con las manos extendidas por encima de la cabeza como si sostuvieran la parte superior del templo.

Uno de estos atlantes, reconstruido con las piezas encontradas en el yacimiento, puede verse en el museo arqueológico de Agrigento, y otro se encuentra en el suelo frente a las ruinas del templo, constituyendo uno de los principales atractivos para los visitantes.

La presencia de atlantes, y en tan gran número, en el templo es una característica inusual y excepcional en la época, y según algunos autores confirma la supuesta extravagancia y el exhibicionismo de los acragenses.

Restos del templo de Zeus Olímpico en Agrigento / foto Rolf Dietrich Brecher en Wikimedia Commons

El interior del templo estaba inspirado en la arquitectura cartaginesa, con una inmensa sala de pilares con tres naves, cuyo centro estaba abierto al exterior. Se desconoce si intencionadamente, por la dificultad de cubrir un espacio tan grande, o porque el techo nunca se terminó. También se piensa que pudo tener ventanas entre las columnas.

Curiosamente los frontones si se finalizaron, con conjuntos de esculturas de mármol completos. El oriental mostraba una gigantomaquia, mientras que en el occidental estaba representada la caída de Troya.

Atlante frente al templo de Zeus en Agrigento / foto Codex en Wikimedia Commons

Frente a la fachada oriental y a unos 50 metros se disponía un gran altar sobre pilastras, cuyas dimensiones eran de 54,50 por 17,50 metros, y al que se accedía mediante una escalinata.

La estructura principal se mantuvo en pie hasta el año 797, en que el templo quedó destruido por un terremoto, y terminó de derrumbarse el 19 de diciembre de 1401. Sus restos, que desde la Edad Media venían usándose como cantera, fueron identificados a mediados del siglo XVI por el fraile dominico e historiador Tommaso Fazello.


Encuentran el pecio intacto más antiguo del mundo, un barco griego de hace 2.400 años

 

Encuentran el pecio intacto más antiguo del mundo, un barco griego de hace 2.400 años




Arqueólogos que investigan el fondo submarino en la costa del Mar Negro, a la altura de la localidad de Varna y a unos 80 kilómetros mar adentro, encontraron varios pecios antiguos. Entre ellos destaca uno, tanto por su estado como por sus características especiales.

Se trata de un barco mercante de unos 22 metros de eslora cuyo pecio ha permanecido prácticamente intacto, con su mástil, timones y bancos de remo, gracias sobre todo a la ausencia de oxígeno a los casi dos kilómetros de profundidad en que se halla. Hasta los restos del pescado que comían los marineros permanecen intactos en cubierta.

Foto Black Sea Map Archaeology Project

La antigüedad del barco se estima en más de 2.400 años, pero además es la primera vez que se encuentra un navío similar al representado, por ejemplo, en el famoso Vaso de las Sirenas. Es una vasija de cerámica ática pintada en figuras rojas, que muestra a Odiseo a bordo de su barco y atado al mástil para resistir al canto de las sirenas. Fue realizada más o menos en la misma época, hacia el 480–470 a.C.

Una pequeña pieza del barco, analizada con carbono por la Universidad de Southampton, confirmó que se trata del naufragio intacto más antiguo del mundo.

El vaso de las Sirenas / foto British Museum

Como decíamos, se trata de uno de los más de 60 pecios encontrados por un equipo internacional de arqueólogos, científicos y topógrafos marinos, que lleva tres años trabajando en la zona, dentro del Proyecto Arqueológico Marítimo del Mar Negro.

Según Jon Adams, investigador principal del proyecto, un barco del mundo clásico que sobrevive intacto a una profundidad de más de 2 kilómetros es algo que nunca hubiera creído posible. Esto cambiará nuestra comprensión de la construcción naval y la navegación en el mundo antiguo.

Foto Black Sea Map Archaeology Project




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