Vuelven los macrobotellones: la Guardia Urbana desaloja a cientos de jóvenes bebiendo en el Born
Metropoli ..........
Agentes de la Guardia Urbana han desalojado esta pasada madrugada, en el paseo del Born de Barcelona y alrededores, a centenares de jóvenes que se habían citado en la zona para hacer botellones, ha informado el canal de televisión 3/24.
Los agentes, tras las quejas de los vecinos por las molestias que les ocasionaba la presencia masiva de los jóvenes, han pedido a los concentrados que abandonasen la zona o que entraran en los locales de ocio abiertos.
Estos efectivos, además, han incautado varios altavoces y equipos de música a los concentrados
EL SÍNDIC PROPUSO ABRIR "BOTELLÓDROMOS"
Tras la caída del toque de queda en primavera de 2021, el problema de los macrobotellones se agravó en la ciudad. Hasta el punto que el Síndic de Barcelona, David Bondia, no tuvo otra idea que plantear la apertura de "botellódromos". Según el primer teniente de alcaldía, Jaume Collboni, esto sería como "apagar el fuego con gasolian".
La propuesta de Bondia de otras recomendaciones, como que no se prohibiesen porque eso "no es la respuesta" y que lo mejor es habilitar espacios para que los jóvenes puedan acudir a beber en lugar de hacerlo en la calle.
Vamos a hablar hoy de los barcos sagrados atenienses y no se nos ocurre forma más fascinante de empezar que recordando la llamada Paradoja de Teseo. Consiste en plantear si algo material sigue siendo lo mismo cuando se le reemplazan todas sus partes, algo que Heráclito ejemplarizaba explicando que nadie cruza dos veces el mismo río porque ni las aguas de éste ni ningún ser humano sería siempre igual (esto último especialmente interesante porque, como sabemos, renovamos nuestras células constantemente). En el caso de Teseo, es una referencia a que, según una leyenda recogida por Plutarco, su barco se conservó en Atenas durante mucho tiempo al restaurársele su maderamen de forma periódica.
Aunque los trirremes son quizá los barcos más representativos de la guerra naval en el Mediterráneo oriental antiguo, también había otros modelos como los cércuros, liburnas, lembos, hemiolotai, etc. Los navarcas solían embarcarse en triacónteros, es decir, galeras de treinta remos -quince por banda-, que resultaban mucho más ágiles para desplazarse a las diversas zonas de la batalla. La nave de Teseo era uno, según se deduce de la representación pintada que aparece en el famoso Vaso François (una crátera del siglo VI a.C. que muestra al héroe desembarcando en Atenas con los jóvenes que rescató del Laberinto de Creta).
La Brujula Verde
Se llamaba Delias, nombre que aludía a las fiestas en honor de Apolo Delio que se celebraban en Delos, a donde acudía una delegación de notables atenienses (los deliastas) utilizando precisamente un triacóntero. Esto último hay que subrayarlo porque tenía que ser necesariamente ese tipo de embarcación, de igual manera que para conmemorar la estancia de Teseo en la misma isla iban en un trirreme. No se trataba de elecciones caprichosas sino que obedecían a un ritual, de ahí que Atenas dispusiera siempre de barcos sagrados destinados a otras funciones, aparte del combate.
Embajadas, regatas, ceremonias religiosas y correos eran las misiones más frecuentes para esas naves especiales, si bien en caso de guerra se incorporaban a la flota para luchar o ejercer la misión que se les encomendase. Algunas de ellas han pasado a la historia con nombre propio, aparte del Delias, cuya existencia forma parte más de la mitología que de la realidad, al margen de que pudiera haber existido un barco llamado así en Atenas que se vinculase con Teseo (ya que, retomando a Plutarco, se conservó hasta la época de Demetrio de Falero, en el siglo III a.C.).
De entre ésas cuyo recuerdo perdura todavía hoy hay que citar inevitablemente al Salaminia, un trirreme mensajero de finales del siglo V a.C. que en aquellos tiempos era uno de los dos barcos sagrados con que contaba Atenas. El Salaminia era la embarcación oficial encargada del traslado de representaciones diplomáticas y estadistas de alto rango (al Oráculo de Delfos, por ejemplo, o a Delos, como decíamos antes), por lo que únicamente podían embarcarse en él aquellos atenienses que tuvieran la ciudadanía. Plutarco la compara con Pericles diciendo que sólo actuaba cuando era necesario.
Asimismo jugó un papel curioso durante la Guerra del Peloponeso, llevando mensajes considerados de importancia poco común. Uno de ellos fue la orden de detención contra Alcibíades cuando éste se hallaba de expedición en Sicilia, acusado no sólo del desastre final sino de haber profanado los hermai (cabezas de Hermes) y los Misterios de Eleusis, sino también de conspirar contra la democracia. Alcibíades navegó hasta Catania, donde le esperaba el Salaminia; pero se negó a subir aduciendo que usaría su propio barco, lo que se le concedió y él aprovechó para fugarse.
Alcibíades no fue el único personaje ilustre que pudo haber viajado a bordo. También lo hizo Ifícrates el Viejo, un general famoso por ser autor de las llamadas reformas ificráteas, que mejoraron el equipamiento de parte de los hoplitas (sustitución de la coraza de bronce por linotórax y del escudo pesado aspis por el liviano pelta, originando el cuerpo de peltastas). Ifícrates hizo uso del Salaminia en la expedición que dirigió a Corfú para ayudarla ante el asedio que sufrió por la flota lacedemonia y un contingente enviado por Dionisio I de Siracusa; fue en el año 373 a.C. y constituyó la última singladura oficial documentada de la nave.
En su obra Helénicas, Jenofonte alaba el buen uso que el militar ateniense hizo de la embarcación en aquella campaña, en la cual también tomó parte el otro gran barco sagrado, el Páralo. Éste no era un triacóntero sino un trirreme y si el Salaminia probablemente se llama así por la batalla de Salamina, en la que habría intervenido, el nombre del otro se puede traducir como «costero», aunque se trata de una referencia a uno de los hijos de Poseidón. El Páralo es el navío que más a menudo aparece citado en las fuentes clásicas (documentales, epigráficas y literarias) como ejemplo de su clase, lo cual resulta lógico teniendo en cuenta que navegaron en él casi todos los gobernantes atenienses entre los siglos V y IV a.C.
De hecho, solía acompañar al Delias cada año en la theōría, el viaje ceremonial a Delos, llevando no sólo a los teoros (embajadores religiosos, que tenían rango diplomático), sino también las ofrendas que éstos iban a hacer a los dioses Apolo y Artemisa. Pero también participaba en la guerra y se sabe que tuvo su papel en la batalla de Egospótamos (406 a.C.) contra la armada espartana, siendo uno de los diez que se salvaron y asignándosele la misión de llevar a Atenas la noticia de la derrota. Asimismo, dice Flavio Arriano en su Anábasis que el Páralos arribó a Tiro para trasladar a los embajadores Diofantes y Aquiles ante Alejandro Magno, quien luego recurrió a él para devolver a Atenas a los soldados hechos prisioneros en el Gránico y rescatados.
Aunque seguramente su acción más célebre fue en defensa de la democracia ateniense: en el 411 a.C. impidió un golpe de estado oligárquico en Samos, dándose la paradoja de que al regresar a Atenas también allí se había producido una toma del poder por parte de los oligarcas, estableciendo el sistema de los Cuatrocientos; en consecuencia, la tripulación fue arrestada y sólo un marinero pudo escapar y advertir a Samos. Desde entonces, el estamento político y el civil se fueron separando y enemistando. Por algo Fitelo de Rodas apodaba al Páralo «garrote del pueblo» (que otros traducen como «club del pueblo»).
Para entenderlo mejor es necesario saber que las tripulaciones de los barcos sagrados resultaban un tanto especiales. Dirigidas por un tamías (tesorero), que ejercía de embajador supremo y, según cuenta Aristóteles en la Constitución de los atenienses, era elegido por los estategos en votación a mano alzada en la Asamblea, los integrantes no eran reclutas sino ciudadanos voluntarios y selectos que cobraban diariamente un sustancioso salario fijo de cuatro óbolos (un óbolo equivalía a la sexta parte de un dracma), trabajaran o no. Eso generó un espíritu de grupo que reforzaba la creencia de que, probablemente, todos pertenecieran a un mismo genos (clan), el Páraloi.
En ese sentido hay que recordar las reformas llevadas a cabo por el legislador Clístenes, un político adversario de la oligarquía que instituyó la isonomía o igualdad de todos los ciudadanos ante la ley y convirtió la Ekklesía (Asamblea) en el principal órgano de decisión en perjuicio del elitista Areópago. Para limitar el poder de los clanes aristocráticos, Clístenes creó diez nuevas tribus que se sumaban a las primitivas (Geleontes, Egícoras, Árgades y Hoplitas). El criterio fue que agrupasen a los habitantes de las ciudades más su entorno rural, dividiendo el Ática en tres grandes regiones: Mesogea (central), Asty (urbana) y Paralia (costera). Cada tribu que originaba un líder político nombraba un barco, posiblemente con carácter sagrado.
El caso es que las tripulaciones suponían un gasto considerable para el erario público, ya que sumaban cientos de remeros y marineros, a cuyas pagas había que sumar el mantenimiento de las embarcaciones, de ahí la necesidad de que cada una tuviera un administrador. Ese coste se incrementaba aún más si se tiene en cuenta que, aparte del Salaminia, el Delias y el Páralo, había otras unidades de las que que quedan menos noticias: Aristóteles y Demóstenes reseñan la llamada Ammonias (de la que se cree que quizá habría reemplazado al Salaminia), mientras que el mencionado Flavio Arriano hace lo mismo con una usada por Alejandro que ostentaría el nombre de Periplous y Filócoro cita dos más, Demetrias y Antigonis.
Al igual que el Delias, el Salaminia fue continuamente restaurado hasta llegar a tiempos de Ptolomeo Filadelfo y otro tanto cabe decir del Páralo y los demás, de ahí que a causa de tanta renovación surgiera la referida Paradoja de Teseo. No obstante, esas naves recibían tal respeto que cuando estaban ausentes Atenas aplazaba las ejecuciones pendientes; por eso, en el año 399 a.C., Sócrates tuvo que esperar un mes desde su condena a muerte hasta que se tomó la cicuta que puso fin a su vida, en espera de que regresase el Páralo de una misión. Así lo atestiguó Platón en dos de sus obras: la primera escena de su obra Critón y el prólogo de Fedón.
El 13 de octubre de 1307 una armada templaria partió del puerto de La Rochelle. Los historiadores desconocen cuál fue su destino y muchos de ellos han barajado la posibilidad de que cruzara el Atlántico. ¿Realidad o ficción?
Desde que nacieron en 1118 con el objetivo de proteger a los peregrinos cristianos que viajaban a Tierra Santa, los templarios se han hecho famosos por la leyenda negra que les rodea. Un mito que comenzó cuando –apenas con dos siglos de existencia- el grupo fue perseguido y aniquilado debido a la envidia que suscitaban su poder y su riqueza en monarcas y clérigos. No obstante, y aunque una buena parte de las cosas que se cuentan sobre ellos son meras invenciones, sus caballeros sí dejaron en la Historia algunos misterios que, todavía hoy, desconciertan a los expertos.
Uno de ellos se sucedió el 13 de octubre 1307 cuando –perseguidos y amenazados por el rey de Francia Felipe IV– multitud de estos soldados tuvieron que huir en una docena de barcos del puerto de La Rochelle (en Francia) para evitar ser capturados. Aquella armada, que salió al Atlántico enarbolando la cruz roja de la Orden del Temple, desapareció sin dejar rastro en las aguas y, en la actualidad, se desconoce su paradero. Se cree, incluso, que pudo llegar a las Américas antes que Cristóbal Colón.
Gigantesca flota
De forma independiente a las leyendas, lo que sí es posible saber es que –según fue aumentando su poder adquisitivo- el Temple adquirió una serie de barcos con los que poder hacer viajes de Europa a Tierra Santa. Por otro lado, también se conoce que el grupo utilizó estos bajeles en aras de comerciar con el excedente de sus granjas.
Así lo determina la doctora María Lara Martínez, escritora, profesora de la UDIMA, Primer Premio Nacional de Fin de Carrera en Historia y autora de «Enclaves templarios» (editado por Edaf). La experta afirma que –con el paso de los años- los monjes-guerreros establecieron una serie de rutas marítimas que salían de varios puertos europeos.
«El objetivo de estos buques era el comercio y la guerra. Los templarios controlaban las comunicaciones gracias a que, como estudiosos que eran, habían aprendido las claves de la navegación de los fenicios. Tenían una gran armada fondeando en los puertos mediterráneos y atlánticos (en la parte francesa). Esta visión a larga distancia del orbe, junto a la capacidad logística, proporcionaba supremacía si consideramos que, por entonces, el común de los mortales estimaba que en el Estrecho de Gibraltar estaban las Columnas de Hércules, es decir, que no había tierra más allá», completa.
Los templarios lograron hacerse con puertos en Flandes, Italia, Francia, Portugal y el norte de Europa. Algunos de los más famosos eran el de La Rochelle (su centro neurálgico en el Atlántico) y los de Marsella y Colliure en el Mediterráneo. A su vez, estos monjes-guerreros solían estudiar los enclaves en los que recalaban sus bajeles de forma sumamente minuciosa para, llegado el momento, poder salvarlos si eran atacados. «El puerto de La Rochelle, por ejemplo, estaba protegido por 35 encomiendas, en un radio de 150 kilómetros, más una casa provincial en la propia villa», completa la experta.
Pero… ¿Cuándo comenzaron a formar esta flota? Según corroboran autores como el investigador histórico Juan G. Atienza en sus múltiples libros sobre el tema, la Orden del Temple empezó a adquirir buques pocas décadas después de lograr sus privilegios papales. Así lo denota el que los templarios ofreciesen al mismísimo Ricardo Corazón de León sus barcos para que regresase a su hogar tras terminar la cruzada que protagonizó contra los musulmanes en 1191 (en la cual, por cierto, no pudo reconquistar Jerusalén a los enemigos de la cristiandad).
Algo parecido sucedió con Jaime I el Conquistador, a quien estos monjes militarizados brindaron los barcos con los que contaban en Barcelona y Colliure para favorecer que comenzase la reconquista de Tierra Santa.
Mercancía para arriba, peregrinos para abajo, la flota estuvo activa hasta 1307. Ese año, cuando comenzó la persecución a la Orden del Temple, los buques (13, según la mayoría de fuentes) tuvieron que izar velas y salir navegando del puerto de La Rochelle antes de que las autoridades galas encarcelasen a sus capitanes y pasajeros. Ese día marcó el inicio de un gran misterio pues, aunque la Historia nos dice que las naves partieron de Francia bajo la bandera de la Orden, se desconoce dónde atracaron.
«Cuando, el 13 de octubre de 1307, Felipe IV desató la persecución, la flota escapó del monarca y nunca más se supo de ella. Es una incógnita que alimenta el halo misterioso de los templarios. No se sabe si se dispersó por las aguas, si se reagrupó en otro puerto… Se ha apostado por la hipótesis de que huyó en bloque del Mediterráneo, dirigiéndose a un destino oculto en busca de seguridad y asilo político, mas ¿adónde?», completa María Lara.
¿Dónde desembarcó?
La desaparición de esta flota errante ha hecho proliferar a lo largo de las décadas decenas de teorías sobre los lugares a los que pudieron arribar los caballeros de la orden. Lo mismo sucede con su carga. De hecho, algunos amantes de la conspiración son partidarios de que, en estos buques, los templarios cargaron un gran tesoro acumulado durante décadas para salvarlo de las garras de Felipe IV.
Algunas fuentes, incluso, se atreven a afirmar que el mismo Gran Maestre Jacques de Molay iba escondido en estos bajeles, y que solo fue capturado cuando regresó a Europa para protagonizar una misión secreta y desconocida. Fuera como fuese, lo único que se sabe es que la armada se escapó después de ser avisada (probablemente por el Vaticano o la corte francesa) de lo que iba a suceder. Las regiones a las que, presuntamente, habría llegado, son las siguientes:
-Portugal
Es una de las posibilidades más lógicas y aceptadas debido a que la Corona portuguesa mantuvo –en general- buenas relaciones con la Orden del Temple. Por entonces, en el país luso la Reconquista ya había tocado a su fin, hecho que pudo favorecer que los templarios se dedicasen más a la erudición que a las armas. «Pudieron hallarse en la fundación de la Orden de Cristo», explica Lara. A su vez, marinos portugueses como Vasco de Gama pudieron aprovechar el tesoro de sabiduría templaria para sus descubrimientos en las costas africanas.
Eso explicaría el que, a principios del siglo XV, el Gran Maestre de esta Orden, el infante don Enrique el Navegante, invirtiera las ganancias de la Orden de Cristo en la exploración marítima. El papa Calixto III les concedió la jurisdicción eclesiástica en todos los territorios «desde los cabos de Bojador y de Nam, a través de toda Guinea y hasta la orilla meridional, sin interrupción hasta los Indios», según rezaba la bula Inter caetera (1456). Y es que, como señala la autora, los templarios eran unos estudiosos de todas las ramas del conocimiento, entre ellas, las artes navales, de ahí el influjo en la escuela de Sagres.
-Escocia
«Es posible que los templaros llegasen hasta Escocia. En ese caso, habrían atracado en Argyll y allí habrían descargado mercancías en Kilmory o Castle Suite», destaca la autora. En este caso, algunos investigadores como Ernesto Frers señalan que los caballeros de la Orden habrían entrado en contacto con el famoso líder Robert Bruce, quien –al igual que ellos- había sido excomulgado por su rebeldía. «Este recibió generosamente a los templarios, que a su vez le ofrecieron su colaboración en la campaña contra Inglaterra y sus aliados locales», completa el autor.
-Sicilia
La tercera posibilidad es una de las más plausibles y, curiosamente, una de las menos barajadas. Esta afirma que las naves templarias se dirigieron hacia las costas de Sicilia, en el sur de Italia. Esta región había sido conquistada alrededor del siglo XI por Roger de Guiscard, un normando cuyas relaciones con el papado (así como las de sus sucesores) fueron controvertidas por momentos. En palabras de Frers, una de las banderas que este linaje utilizaba en sus buques fue posteriormente adoptado por los caballeros de la Orden del Temple, por lo que su llegada hasta la región pudo haberse materializado tras la huida de La Rochelle.
-América
La última de las teorías –así como la más «conspiranoica»- es la que afirma que los buques de la Orden del Temple cruzaron el Atlántico y llegaron hasta las costas americanas. Todo ello, casi 100 años antes que Colón.
«La leyenda dice que, cuando los conquistadores españoles llegaron a la Península del Yucatán, escucharon que unos hombres blancos ya habían estado allí y que habían entregado su conocimiento a los nativos. Otra hipótesis afirma que, de acuerdo al testimonio de religiosos que acompañaron a Colón, los nativos no se extrañaron al divisar las cruces de los guerreros porque ya las conocían. Además, las culturas prehispánicas tenían asumida la idea de que “llegará un día en el que vendrán por mar grandes hombres vestidos de metal que cambiarán nuestras vidas para bien”. Finalmente, también se sabe que los mayas adoraban a Kukulkán, un dios blanco y barbado. Constatación insólita porque esta cultura la formaban hombres lampiños por genética y adaptación al medio», añade María Lara.
Un equipo internacional de científicos de la Universidad de Atenas ha desafiado la teoría común del por qué desapareció la legendaria isla.
Un nuevo estudio llevado a cabo por un equipo internacional de investigadores de la Universidad de Atenas sugiere que la desaparición de la misteriosa Atlántida podría haber sido causada por los tsunamis generados por los flujos piroclásticos que una gran erupción volcánica esparció sobre el mar, informa el diario británico ‘Daily Mail’.
La tesis más común sostiene que la enigmática Atlántida se encontraba en la actual isla griega de Santorini, donde en 1500 a.C. la devastadora erupción de un volcán provocó unos gigantescos tsunamis y terremotos que asolaron la región y acabaron con la civilización minoica.
Las estudios anteriores aseguraban que los tsunamis fueron provocados como consecuencia de la caída de la caldera del volcán en el mar, pero los investigadores de la Universidad de Atenas proponen ahora una teoría diferente. Tras analizar el fondo marino bajo la caldera, han descubierto evidencias que sugieren que esta no estaba conectada al mar cuando se derrumbó.
La nueva teoría sostiene que el flujo piroclástico que el volcán vertió sobre el mar desplazó un volumen de agua tan grande que ese fue el verdadero origen de los devastadores tsunamis. Se denomina flujo piroclástico o nube ardiente a la mezcla de gases y materiales sólidos calientes que se mueve al nivel del suelo tras algunas erupciones volcánicas.
Según el estudio, publicado en la revista ‘Nature’, los depósitos piroclásticos de hasta 60 metros de espesor hallados en las costas de Santorini apoyan esta teoría.
Un nuevo estudio de la Universidad Eötvös Loránd afirma que existen varios materiales que pudieron ayudar a estos combatientes a hallar la posición del sol
Dicen las sagas (una mezcla de historia real y mitología nórdica) que los vikingos eran capaces de orientarse en el mar cuando las nubes copaban el cielo Es decir, sin usar al Astro rey como referencia. Todo ello, mucho antes de que la brújula llegara a Europa. ¿Magia? Para ellos, sí, pues dejaron constancia de que lo conseguían mediante una milagrosa «piedra solar» (solarsteinn). Sin embargo, la realidad es que este material no había sido creada por brujas, sino que se correspondía con un mineral que -dependiendo de su composición- cambiaba de color cuando tocaba un rayo de sol o, incluso, reaccionaba haciendo aparecer un punto luminoso en su superficie.
El uso de este artilugio no habría sido precisamente baladí, pues habría permitido a estos sanguinarios combatientes desembarcar en regiones tan lejanas para ellos como Groenlandia o, incluso, dar un paso más y pisar las costas de América antes de la llegada de Cristóbal Colón. Con todo, a día de hoy sigue siendo un misterio si llegaron a utilizar estas piedras o si, por el contrario, toda la historia ha sido creada sobre la miitología nóridca. Y lo mismo sucede con el presunto funcionamiento como improvisadas «brújulas» de estos minerales durante los días nublados.
Al menos hasta ahora. Sin embargo, un nuevo estudio de la Universidad Eötvös Loránd (en Hungría) ha llegado a la conclusión de que el carbonato de calcio cuenta con las propiedades necesarias para hacer las veces de «piedra solar», por lo que podría ser el material «mágico» de los vikingos. Así lo ha afirmado el Gabor Horvath, quien ha estudiado durante meses varios tipos de cristal polarizante bajo diferentes condiciones climatológicas para probar, de una vez por todos, cuál de ellos cumple los requisitos para ser el que guió a estos guerreros a través de los mares.
La conclusión, en sus palabras, es que este material cuenta con las características necesarias para identificar la posición del Astro rey a través de las nubes. Aunque, eso sí, los vikingos deberían haberlo utilizado conjuntamente con una brújula solar para poder orientarse en un mapa. Este descubrimiento supone corroborar la teoría establecida en 1967 por Thorhild Ramskou, hasta ahora puesta en duda. Con todo, los Horvath también ha señalado también que la investigación ha sido realizada usando unas condiciones meteorológicas que podrían ser diferentes a las halladas por los navegantes de la época.
Sagas y funcionamiento
La existencia de la solarsteinn se narra, concretamente, en la saga dedicada a Rodulfo y sus hijos. En ella, Olaf el Santo visita a los protagonistas de la historia y afirma a uno de ellos (a Sigurd) que es capaz de hacer algo prácticamente imposible para la época: determinar la posición del sol en un día completamente nublado. Todo ello, con el objetivo de poder orientarse mediante el Astro rey. El retado aceptó el desafío.
Fue entonces cuando Sigurd «tomó una piedra del sol, miró al cielo y vio de donde venía la luz, con lo que definió la posición del invisible sol». Curiosamente, y según afirma el historiador Gonzalo Menéndez Pidal en su obra «Hacia una nueva imagen del mundo», esta forma de orientarse contrasta radicalmente con los escritos de la época, en los que se especifica que lo más habitual era que los «vientos contrarios y nieblas» hicieran sumamente dificil a los navegantes saber cuál era el rumbo que debían seguir.
En base a esta saga, los historiadores han publicado páginas y páginas proponiendo múltiples teorías sobre la forma de uso de este artilugio presuntamente mágico. Las últimas y más concienzudas determinaron que el funcionamiento de la «piedra solar» sería relativamente sencillo y se basaría en los rayos de luz que llegan hasta los ojos humanos al amanecer y al ocaso. Estos provienen directamente del sol y están polarizados (es decir, focalizados), pero no podemos verlos si no contamos con un material (un mineral, por ejemplo) que nos los «desvele».
En un día sin nubes su uso no es necesario, pues con mirar la zona en la que se encuentra el sol es posible determinar la dirección Este-Oeste. Sin embargo, en una jornada nublada estos haces de luz son de gran importancia ya que, si se captan con el susodicho mineral, se puede determinar la posición del sol sin verlo y, por tanto, el lugar en el que se encuentra un cuerpo con respecto a los puntos cardinales.
Dos «piedras mágincas»
En este momento entra en escena lo que los vikingos llamaban «piedra solar», pero que no era más que un mineral. Este -atendiendo a su composición- funciona de dos formas. Si es calcita, en él aparece un pequeño punto luminoso cuando es tocado por los rayos polarizados del sol. «La “piedra solar”, seguramente calcita, polarizaba la luz de tal manera que aparecía una ligera mancha azulada en el lugar más cercano al sol, por lo que era útil en los días de cielo plomizo», explica el escritor y divulgador de la historia vikinga Manuel Velasco Laguna en su obra «Territorio vikingo».
Sin embargo, el problema que se deriva de esta teoría es que el mineral más habitual en la zona de acción vikinga para polarizar la luz es el Espato de Islandia, una variedad de calcita sumamente pura y casi transparente que solo «desvelaría» el rayo de sol si se talla de forma muy concreta, con gran habilidad y un ángulo determinado.
«Los vikingos, aunque conocían el Espato de Islandia, no poseían ni la técnica ni los conocimientos para fabricar tales polarizadores»
«Los vikingos, aunque conocían el Espato de Islandia, no poseían ni la técnica ni los conocimientos para fabricar tales polarizadores», determina Rafael Ramón Lluch en su libro «Geomitos: Leyendas y mitos con un fundamento geológico».
Por ello, también se baraja la posibilidad de que la «piedra solar» fuera realmente uno mineral del tipo andalucita, cordierita o estaurolita. Estos se hallan habitualmente en las playas de Noruega (con lo que habrían sido sencillos de adquirir por los vikingos) y reaccionan de una forma distinta al Espato ante los rayos del sol.
«Cuando un mineral pleorico [que adquiere dos colores cuando es tocado por los rayos polarizados del sol] se mira con luz polarizada, se ve un notable cambio de color cuando se les da un giro sobre sí mismos; esto es debido a que absorben más cantidad de luz en una dirección que en otra y ello se traduce en el cambio de color o de intensidad del mismo», añade el español.
Un sistema combinado
Por otro lado, Velasco hace referencia también a otro instrumento nórdico, el llamado «tablero de sombras», que se podría haber utilizado en combinación con el mineral buscando una precisión mayor. «Estaba basado seguramente los relojes de sol. Consistía en una serie de círculos dibujados sobre una tabla. El espacio que marcaba la sombra de un palito indicaba, bastante a bulto, la latitud a la que se encontraba el barco», señala el español.
Todos estos sistemas serían bastante avanzados para la época, y más si consideramos que veníamos de unos siglos en los que se usaban aves para averiguar el rumbo que tomar. «Cuando Cosmas el Indicopleustes [durante el S.VI] navegó al sur de Arabia, aprendió como el vuelo de los albatros servía allí a los marinos para decidir el rumbo», explica, en este caso, Pidal.
Posible
Independientemente de que la «piedra solar» tenga uno u otro funcionamiento, la teoría de que uno de estos materiales podía captar los rayos de luz que atravesaban levemente las nubes en un día nublado se vio corroborada a partir del 2005, año en que expertos como el doctor en oftamología Gábor Horváth (también partícipe de un estudio similar publicado el 20 de enero de 2016) estableció que el patrón de polarización de la luz que llegaba hasta el artefacto era similar tanto en un día parcialmente nublado como en uno totalmente despejado. Un punto de partida que corroboraría su utilidad como improvisado GPS.
No obstante, la «piedra solar» tendría, según los expertos, sus limitaciones. Y es que, no funcionaría en determinadas condiciones climatológicas. «Los datos recogidos en el Ártico y en Hungría nos permiten concluir que el patrón del cielo nuboso es bastante similar al del cielo despejado. Como consecuencia, la primera condición de la navegación para los vikingos se cumple, al menos para condiciones de niebla. Con todo, los grados de polarización de los cielos sumamente brumosos suelen ser tan bajos, que la segunda condición para que se produzca el calculo polarimétrico de la navegación vikinga no se satisface. Aunque, bajo condiciones de nubosidad, las condiciones del calculo polarimétrico de navegación general, están satisfechos», afirma Horváth en su estudio.
Un año de investigaciones
En una investigación realizada en 2016 por Dénes Száz y Gábor Horváth -del departamento de óptica de la Universidad Eötvös Loránd de Budapest- se logró determinar también, en base a una serie de experimentos, qué materiales eran los más adecuados para hacer las veces de «piedras solares dicroicas» (es decir, que adquieren un tono diferente atendiendo a la forma en que son impactadas por los rayos de sol).
«Basándonos en los resultados de nuestros experimentos de laboratorio, hemos concluido que los cristales de turmalina y cordieita son adecuados para funcionar como una “piedra solar” dicroica», determinó la investigación finalizada hace aproximadamente un año. A su vez, lograron establecer que la cordierita era aproximadamente el doble de eficaz que la turmalina a la hora de ubicar la posición del astro rey en la bóveda celestial.
Estos expertos no se olvidaron tampoco de la calcita. «Hemos demostrado también que los cristales de calcita no son tan ideales como se creía hasta ahora, porque -por lo general- contienen impurezas y defectos que aumentan considerablemente la posibilidad de error». En este sentido, establecieron que este mineral podría haber sido sumamente peligroso para los navegantes, pues -si no hubiese estado pulida perfectamente- podría haberles engañado y hacer que perdieran el rumbo. Con todo, y de estar pulida de la forma adecuada, habrían sido ideales para los vikingos, pues fue la que mejor rendimiento dio en días en los que la polarización era baja.
Para llegar a todas estas conclusiones, el equipo de expertos simuló mediante varios experimentos un viaje vikingo realizado desde Noruega hasta el sur de Groenlandia y Terranova mediante los tres cristales ya explicados. Todos ellos fueron probados en varias condiciones meteorológicas que incluían un día totalmente soleado, uno nubuso -pero con luz- y, finalmente, una jornada con un cielo copado por las nubes y la bruma.