jueves, 9 de junio de 2022

La única vez que los romanos utilizaron la frase ‘los que van a morir te saludan’, y quedaron desconcertados con la respuesta

 

La única vez que los romanos utilizaron la frase ‘los que van a morir te saludan’, y quedaron desconcertados con la respuesta





Por Guillermo Carvajal .........   Brujula  Verde  


El cine de romanos, tanto el realizado en Hollywood como los famosos peplums italianos y europeos, ha dado al séptimo arte auténticas obras maestras, muchas horas de delicioso entretenimiento histórico y también algunos tópicos gloriosos, pero poco sostenibles desde el rigor académico.

Uno de ellos es la famosa frase con que se suponía saludaban los gladiadores al emperador antes de liarse a estocadas y mandobles: Ave Caesar, morituri te salutant (Salve César, los que van a morir te saludan, en otras versiones Ave imperator). En realidad solo hay constancia de que esa frase se utilizase en una única ocasión, e incluso entonces parece que causó cierta sorpresa, lo que indicaría que no era algo habitual sino improvisado en aquel momento concreto.

Sucedió en el año 52 d.C., cuando el emperador Claudio organizó una naumaquia para inaugurar los trabajos de drenaje del lago Fucino, situado en el centro de Italia y que tenía un área de unos 140 kilómetros cuadrados, el mayor lago interior de la península itálica. El lago inundaba frecuentemente las tierras de cultivo circundantes y era fuente de enfermedades, por lo que Claudio intentó controlar su nivel excavando un túnel de drenaje de unos 5,6 kilómetros a través del Monte Salviano. Tras once años de trabajos y la participación de 30.000 trabajadores, uno de los túneles colapsó, según Dion Casio porque el contratista (Tiberio Claudio Narciso) se había ahorrado lo suyo en materiales.



La naumaquia (un tipo de espectáculo que representaba un combate naval) organizada por el emperador Claudio tenía, al igual que las ofrecidas en tiempos anteriores por Julio César o Augusto, la peculiaridad de que los luchadores participantes eran prisioneros o criminales condenados a muerte, a quienes se daba la ocasión de pelear por su vida, y no auténticos gladiadores. Sumaban unos 19.000 más o menos. Así cuenta Tácito como se preparó el lugar:

Por la misma época, tras cortar el monte que hay entre el lago Fucino y el río Liris, y a fin de que una obra tan colosal pudiera ser visitada por las masas, se organiza una batalla naval en el mismo lago, tal como en otro tiempo había hecho Augusto con ocasión de la construcción de un embalse al otro lado del Tíber, aunque con naves ligeras y una tropa menos numerosa. Claudio armó trirremes y cuatrirremes y también a diecinueve mil hombres; había hecho rodear el perímetro del lago con balsas para que no quedara escapatoria alguna, pero eso sí, delimitando un espacio para las maniobras de los remos, las artes de los pilotos, los ataques de las naves y las demás acciones propias del combate. En las balsas se habían apostado manípulos y escuadrones de las cohortes pretorianas y en la parte delantera se habían montado unas plataformas para disparar desde ellas las catapultas y ballestas. El resto del lago lo ocupaban los marineros en naves cubiertas.

Tácito, Anales XII.56

Según cuenta Suetonio, el tema de la naumaquia era el enfrentamiento entre una flota siciliana y otra rodia, cada una de ellas provista de doce trirremes. Otros autores dan la cifra de hasta 50 navíos por cada flota, con unos 190 tripulantes cada barco.

El caso es que la naumaquia de Claudio consistía en un auténtico combate naval, gracias a que había suficiente espacio en el lago como para que los navíos maniobrasen y se embistieran.

Una multitud innumerable llenó las riberas, las colinas y las partes elevadas de los montes, como si de un teatro se tratara; unos procedían de los municipios próximos y otros de la Ciudad misma, llevados por la mera curiosidad o por honrar al príncipe. Éste, vestido con un manto llamativo, y a su lado Agripina, con una clámide dorada, ocuparon la presidencia.

Tácito, Anales XII.56

Suetonio, que no tenía a Claudio en muy buena estima, le dedica al asunto apenas unas líneas, pero nos informa de un hecho singular que ocurrió al comienzo del espectáculo.

…cuando se disponía a dragar el lago Fucino, ofreció antes una naumaquia. Pero, como al gritar los combatientes: “¡Salve, emperador, los que van a morir te saludan!”, él respondió: “¡O no!”, y después de estas palabras ninguno quería luchar pensando que les había concedido el indulto…

Suetonio, Vidas de los doce Césares. Claudio 21.6

Esta frase, los que van a morir te saludan solo aparece dos veces en toda la literatura latina. La primera, como vemos, en Suetonio, y la segunda cerca de un siglo después en Dión Casio, cuando relata este mismo episodio posiblemente usando la versión de Suetonio.

En ninguna otra fuente y en ninguna otra ocasión volvemos a encontrarla, lo que parece indicar que no era un saludo habitual. Pero además, la respuesta de Claudio parece sugerir lo mismo. Que respondiese Aut non (O no) denota su sorpresa ante tal expresión.

Por tanto, a pesar de su popularización posterior, en realidad los historiadores todavía se están preguntando si alguna vez se utilizó como saludo. Una de las razones de que haya pasado a la historia la podemos encontrar en Tácito (quien escribe unos 50 años después de los sucesos y narra el evento pero no recoge la frase), cuando concluye:

Se peleó, a pesar de ser entre malhechores, con un espíritu propio de valientes guerreros y, tras muchas heridas, se les perdonó la vida

Tácito, Anales XII.56

Este inusual indulto masivo concedido por Claudio a los participantes en la naumaquia pudo ser la causa de que los historiadores romanos tomasen nota de la singular expresión.

No obstante, nada parece indicar que fuera algo que Claudio tenía pensado de antemano, pues como cuenta Suetonio, cuando los prisioneros se negaron a luchar Claudio enfureció:

tras dudar durante mucho tiempo si debería acabar con todos a hierro y fuego, por fin saltó de su asiento y, corriendo de un lado a otro alrededor del lago con su torpe balanceo, unas veces amenazándolos y otras implorándolos, los obligó a luchar

Suetonio, Vidas de los doce Césares. Claudio 21.6
Uno de los túneles de Claudio en el Lago Fucino / foto Claudio Parente en Wikimedia Commons

Según da a entender Dión Casio, la frase en cuestión habría sido una especie de súplica al emperador para que les perdonase la vida, nada que ver con la épica impasible y estoica en que luego se recordaría. Al no conseguir su objetivo y tras ser obligados a luchar, no habrían puesto inicialmente demasiado empeño en hacerse daño:

Claudio concibió el deseo de exhibir una batalla naval en un cierto lago; así, después de construir un muro de madera a su alrededor y erigir tribunas, reunió una enorme multitud. Claudio y Nerón estaban vestidos con ropas militares, mientras que Agripina llevaba una hermosa clamia tejida con hilos de oro, y el resto de los espectadores lo que les gustaba. Los que iban a tomar parte en la lucha en el mar eran criminales condenados, y cada lado tenía cincuenta barcos, una parte vestida de «rodios» y la otra de «sicilianos». Primero se reunieron en un solo cuerpo y todos juntos se dirigieron a Claudio de esta manera: «¡Salve, Emperador! Nosotros, los que estamos a punto de morir, te saludamos». Y cuando esto no sirvió para salvarlos y se les ordenó luchar de igual manera, simplemente navegaron a través de las líneas de sus oponentes, hiriéndose mutuamente lo menos posible. Esto continuó hasta que se vieron obligados a destruirse unos a otros.

Dión Casio, Historia romana LXI.33

Algunos investigadores creen que la respuesta de Claudio no fue mas que un intento de ocurrencia, es decir, una broma para intentar ser gracioso.

Si así fue, solo a un emperador y solo a uno como Claudio se le podía haber ocurrido hacer una broma como esa ante miles de prisioneros condenados.

Otros opinan que la gran cantidad de prisioneros que reportan las fuentes, unos 19.000, puede indicar que procedían no solo de la ciudad de Roma sino de las provincias, y que probablemente la mayoría de ellos tenía condenas inicuas, esto es, injustas o indebidas, y de ahí la súplica inicial.

 





La biblioteca construida intencionadamente sobre la línea fronteriza entre Estados Unidos y Canadá

 

La biblioteca construida intencionadamente sobre la línea fronteriza entre Estados Unidos y Canadá









La frontera entre el Quebec canadiense y el estadounidense estado de Vermont separa las localidades de Stanstead (Canadá) y Derby Line (EEUU). Están tan cerca que, al igual que ocurre en otros lugares del mundo, comparten algunas calles y avenidas.

Pero también una biblioteca, que está situada justo en la línea divisoria entre los dos países, algo parecido a los hogares y comercios de Baarle-Hertog, esa sucesión imposible de enclaves y contra-enclaves entre Bélgica y Holanda.

Tan curiosa ubicación no es fruto de posteriores cambios de frontera, sino que se construyó sobre ella de manera intencionada entre 1901 y 1904. La Biblioteca Libre y Ópera Haskell (Haskell Free Library and Opera House), que es su nombre oficial, fue obra de la familia Haskell para conmemorar la vida del estadounidense Carlos Haskell y de su esposa canadiense Martha Stewart.


La idea era que tanto canadienses como estadounidenses pudieran disfrutar igualitariamente de acceso a la instalación, tanto a la biblioteca de la planta baja como al teatro de ópera situado en la superior y que tiene capacidad para 500 espectadores.

Desde que se inauguró en 1904 ha seguido desempeñando sus funciones originales, habiendo sido designado el edificio como Patrimonio Histórico por los dos países en la década de 1970.

La biblioteca tiene así dos direcciones postales diferentes, una correspondiente a la Avenida Caswell de Derby Line, y la otra a la Calle de la Iglesia de Stanstead. Aunque la mayor parte del edificio se ubica en Canadá, la entrada principal queda del lado estadounidense.

Por ello a veces los medios se refieren a ella como la única biblioteca estadounidense sin libros, ya que todos están en Canadá. Sin embargo la cosa cambia en cuanto al teatro: cuando hay representaciones de ópera la mayor parte de los espectadores contempla el espectáculo desde los Estados Unidos, donde se ubica la mayoría de asientos, mientras que una minoría lo hace desde Canadá. Es más, algunos asientos están atravesados por la línea fronteriza, lo que provoca que algunos espectadores tengan una parte de su cuerpo en cada país.

Una delgada línea negra en el suelo marca la frontera en ambos pisos, aunque las formalidades legales y aduaneras son bastante flexibles, siempre y cuando cada uno vuelva a su país al salir del edificio.

La familia Haskell donó el edificio a las localidades de Derby Line y Rock Island (hoy absorbida por Stanstead), y hoy es gestionado por un consejo compuesto de cuatro estadounidenses y tres canadienses.

Como curiosidad, los libros de la biblioteca que están en lengua inglesa tienen sus títulos en el lomo escritos de arriba a abajo, mientras que los que están en lengua francesa los tienen de abajo a arriba, permitiendo una diferenciación visual rápida.

La biblioteca realiza visitas guiadas para grupos durante los meses de mayo y octubre, son gratuitas pero sugieren un donativo de 5 dólares por adulto.






«A Kennedy lo mató la mafia bajo la supervisión de la CIA, y el FBI lo sabía semanas antes»

 

«A Kennedy lo mató la mafia bajo la supervisión de la CIA, y el FBI lo sabía semanas antes»












Hablamos con Javier García Sánchez, el autor español del libro mejor documentado y más valiente que se ha publicado hasta ahora sobre el asesinato de JFK.

"A Kennedy lo mató la mafia bajo la supervisión de la CIA, y el FBI lo sabía semanas antes"

 

Sin apenas recurrir a Internet, obteniendo la información directa de las fuentes y utilizando un «lenguaje de francotirador». Así es como Javier García Sánchez (Barcelona, 1955) ha logrado que su ensayo sobre el asesinato de John F. Kennedy tenga la precisión y la potencia de un disparo. ‘Teoría de la conspiración. Desconstruyendo un magnicidio: Dallas 22/11/63‘ (editorial Navona) es un volumen imponente, de más de 600 páginas, que combina un paciente trabajo de recopilación documental con una redacción vigorosa, en la que se deja sentir la voz vehemente de un autor comprometido con la verdad y sobre todo enfadado, cansado de mentiras, de ocultación y de esa corrección política que, por cobardía, acaba convirtiéndose en cómplice de la atrocidad.
Nos atiende amablemente por teléfono desde Barcelona.

RT: ¿Es cierto que su intención inicial era escribir una novela sobre esto?

J.G.: Si, iba a ser una novela, pero resulta que hace años me llevé una profunda decepción. Me refiero a 2013, cuando se cumplían 50 años del magnicidio, cuando se suponía que ya todo estaba más que dicho. Era de esperar que en esa ocasión se tratara el tema de una forma más madura, más ponderada, más ajustada a lo que considero que es la verdad, es decir, la conspiración… y de repente fue casi peor que en el año 1963, en cuanto al nivel de mentira. Y ni siquiera fue una mentira sofisticada, sino burda y ampliada. Esto me conmocionó y me dije: «No, no puede ser una novela. Porque esta historia es la novela de terror y ciencia-ficción política más insuperable que se pueda imaginar. Me refiero a los hechos de Dallas y a lo que precipitaron. Iba a ser un libro breve, pero se convirtió en un ensayo largo y denso.

El escritor Javier García Sánchez Editorial Navona

RT: ¿Qué diferencia este ensayo de los muchos que se han publicado hasta ahora sobre el mismo tema?

J.G.: Durante los últimos meses he tenido que soportar que se refieran a mi como «un investigador del magnicidio»…lo cual me debería de honrar. Y sí, en cierto modo he investigado, pero para mi un investigador tiene que ver más con esa imagen de «ratón de archivos»… yo diría que he sido un simple recolector. No he generado ninguna hipótesis nueva sobre el asesinato de Kennedy y de Lee Oswald…ni de los 50 asesinatos que vinieron después, de los que nadie habla (aunque ahora hablaremos)… me he limitado a recolectar libros de un «bando» y del otro. Y lo único original que tiene este libro, y que ha pasado desapercibido a pesar de ser lo más demoledor, es un ataque frontal a otros escritores. Yo me he leído toda la literatura que existe sobre el magnicidio, y nunca antes había visto esta actitud contra otros escritores: se llame Norman Mailer o se llame Stephen King… ya no merecen mi respeto, porque siguen en la mentira, y además de ese modo; el respeto se acaba, aunque yo los venere como escritores. Ésa es mi aportación valiente. Por lo demás me he limitado a recoger, a exponer y a trillar…y ante la sobreabundancia de datos, que el lector decida.

RT: ¿Quién mató a Kennedy, y para qué?

J.G.: A Kennedy le mata un entramado de gente muy preparada. Hablo de tiradores de la mafia. Cuando se dice «la mafia» parece que uno tiene la idea de un mafioso tipo Jack Ruby, el asesino de Lee Harvey Oswald, pues no: eran sobretodo tiradores de élite que iban a quien mejor les pagaba. Y quien mejor les pagaba, normalmente, era la CIA. Es evidente. Entones ese día estaban allí contratados por la mafia, en una operación totalmente supervisada por la CIA (porque la mafia por si sola jamás podría haber hecho todo lo que hizo –no fue sólo matar al presidente y a Oswald, sino colapsar toda la ciudad–); había también anticastristas en aquel movimiento. Y en las altas instancias del FBI lo sabían. Me refiero al propio J. Edgar Hoover y a sus dos o tres subjefes. Lo sabían todo semanas antes.

Y lo querían matar porque les iba a fastidiar a todos, ya les estaba fastidiando. Estaba metiendo mafiosos en la cárcel, contra lo pactado: ya había encarcelado a 300 y no pensaba parar, y eso no era lo que los Kennedy habían pactado con los capos de la mafia. Iba a sacar a Estados Unidos de la guerra de Vietnam, con el descrédito militar que ello suponía y con el negocio archimillonario que se perdía. Iba a subir los impuestos casi al 30% a los magnates del petróleo y del acero (que era como tocar a Jesús y a la Virgen María). Acababa de invitar a Martin Luther King y a la plana mayor de los negros al despacho oval. Aquello en el sur de los Estados Unidos no sólo era un anatema, sino prácticamente condenarse a muerte. De hecho, las calles de Dallas aquél día están llenas de pasquines donde se leía «está usted condenado a muerte«…y lo mataron aquel día, claro.

RT: Tal como usted acaba de mencionar, y como desarrolla en su libro, el asesinato de JFK no fue sólo el asesinato de un presidente, sino de medio centenar de posibles testigos y personas cercanas al hecho… visto así, fue en realidad una matanza, ¿no?

J.G.: Sí, una matanza. Yo lo llamo «las cosechas de Dallas», porque fue una oleada de asesinatos tras otra. Yo creo en una teoría de los años 80 que apunta a que Lee Oswald estaba en la conspiración, pero no para lo que nos dijeron. Por supuesto, él no disparó al presidente. Estaba allí para otra cosa. Probablemente para detener al comando que lo iba a hacer, que iban a ser «comunistas» entre comillas, que posteriormente otorgarían al gobierno una excusa legítima para atacar Cuba… esta vez de verdad.

Lee Harvey Oswald/Dominio Público

Pero justo cuando Kennedy muere, Oswald intuye que todo ha fallado. Lo cierto es que Lee Oswald tendría que haber muerto en aquella hora, después de los disparos, pero no murió: se escapó porque era muy listo. Aunque no lo suficiente para llegar a adivinar en qué trampa le habían metido. A Oswald le detienen unos policías de Dallas que no son los que deberían haberle detenido y abatido. Si el plan hubiese salido bien, hoy no estaríamos hablando de esto. Ni siquiera hablaríamos tanto de Kennedy. Lo recordaríamos como un presidente asesinado por un loco comunista. Pero Oswald habló. Y de repente le matan, precipitadamente, y es ahí cuando la gente empieza a preguntarse qué está pasando. A los cinco días muere otro policía de Dallas, «suicidado» en los sótanos de la comisaría… a la semana ya empezaban a morir personas de Dallas que habían comentado informalmente cosas que apuntaban a la conspiración…y a partir de entonces se registra más de medio centenar de muertes misteriosas de ese tipo.

Y es bochornoso que hasta ahora, incluso después de haber celebrado el 50 aniversario del magnicidio en 2013, nadie, repito, ¡nadie! …se acuerda de los testigos. Como si no existieran. Yo en mi libro digo que esto es como contar la historia del III Reich y de la Segunda Guerra Mundial omitiendo por completo el holocausto.

RT: Después de trabajar durante años recopilando datos macabros, consultando archivos que demuestran las atrocidades cometidas, escribiendo para desmentir falsedades, e intentando demostrar que varias instituciones al más alto nivel político utilizaron su poder para asesinar a varias personas…¿qué sensación le queda?

J.G.: Me cuesta contestarle porque está muy reciente todavía la llaga. Es como parir, me imagino, o como después de una operación, que aún duelen los puntos de sutura…

Me duele especialmente que este libro -y esto lo sabía antes de escribirlo, y te lo digo con claridad- no puede triunfar. No puede ser un super-ventas. No puede porque no puede, y punto. No debe trascender. También me duele que la prensa local haya ignorado el libro. Ni siquiera lo han mencionado. Es como si el tema de la conspiración cansara a los periodistas. Yo siempre digo que con esta actitud, los periodistas han ido liquidando a Kennedy año tras año. Con sus reticencias a reabrir el tema, con su hastío…en fin, la prensa ha hecho mucho daño.

El escritor Javier García Sánchez / Editorial Navona

RT: Permítame que se lo pregunte de nuevo, porque lo que quiero saber es qué sensación le ha quedado a usted con respecto al ser humano después de describir una conspiración tan macabra como esta.

J.G.: ¿Quiere que se lo diga de verdad, con el corazón en la mano?

RT: La verdad es que sí.

J.G.: Pues que somos profundamente gilipollas. Me refiero a fenómenos como el de  Stephen King escribiendo sobre el fotograma 313 de la película Zapruder. Cuando un señor tan listo como Stephen King dice que ese fotograma prueba «hasta donde llega el poder de un loco solitario y comunista», yo pienso en aquellos que de verdad se lo han creído… y no encuentro otro calificativo.

El famoso fotograma 313 de la ‘Cinta Zapruder’, en el que se aprecia el impacto del proyectil en la cabeza del presidente Kennedy, y al que se refiere Javier García Sánchez en la entrevista. / ertGaming / Youtube.com

Hay un momento en que hay que decir: «¡basta!». Tanta tontería políticamente correcta me está empezando a envenenar. Esto no es más que corrección política y buenismo. El buenismo en política hizo que en los años 90 se recreara de nuevo la falsa imagen de un Lee Oswald loco y misterioso que tuvo suerte en su empeño. Pues al menos en España ahora ya hay una voz que dice «no». Y hay otras voces por ahí que también dicen «no». Aunque nunca tenemos eco, ni lo tendremos.

RT: En este sentido, ¿cree que existe algún tipo de control informativo o cultural en Estados Unidos y en sus países aliados que tiene, entre sus funciones, mantener la verdad oficial en este tema como algo incuestionable?

J.G.: No sé que decirle. Si me preguntara usted «¿En este mismo momento nos están escuchando en los cuarteles generales de la CIA en Langley, Virginia?». Pues no, tal vez no sea eso. Es algo mucho más sutil. Es que cuando sale este tema y se trata de alguna forma que pueda cuestionar el esquema que tienen establecido desde hace mucho tiempo…es decir, cuando aparece un «perturbado» como yo y sacude los cimientos de la verdad oficial…simplemente se le desprecia: se dice «ah,mira, otro conspirativo»… y no se le hace más caso. ¡Pero es que hay conspiraciones, todos los malditos días del año en muchos países! ¡Y así es la realidad!

RT: ¿Podría decirse que la política contemporánea es conspirativa?

J.G.:Si, yo creo que es conspirativa, a unos niveles muy altos, tan altos que cuesta creerlo. Las personas que van terminando de leer mi libro me dicen: «suena  a ciencia-ficción». Les asombra esa abducción colectiva en la mentira. Y yo les digo que yo la veo en mi tierra, en Cataluña, todos los días del año. Veo cómo va enloqueciendo la gente, lo veo en el absurdo de lo que dicen y en lo que creen… por no hablar del resto de España, de Europa… es algo muy generalizado.

RT: Me referiré a algo concreto: cuando usted ve en las noticias que de repente Donald Trump despide al jefe del FBI…¿en qué tipo de realidades piensa usted?¿Qué cree que está ocurriendo de verdad ahí?

J.G.: Siempre me pregunto lo mismo: qué sabemos, qué nos cuentan, qué vemos en un programa informativo, con qué sesgo y para qué nos lo dicen…No sabemos si son conspiraciones, pero son movimientos brutales del poder, que no se entienden si uno no está muy dentro. En realidad me parece una bagatela, algo inherente a los propios juegos diabólicos del poder, de todos los países y de todas épocas. Si me preguntara usted quién era más malo, la CIA o el KGB le diría que no lo sé, que son lo mismo. Pero volviendo a su pregunta, todos esos movimientos CIA-Donald Trump-FBI me parecen como bailes de salón para despistar. No sabemos lo que está pasando ahí.

Donald Trump, presidente de los EE.UU. y el ex-jefe del FBI, James Comey / Gary Cameron / Reuters

Muchas veces me han preguntado si se acabaría la controversia sobre el asesinato de Kennedy si saliera un presidente de los Estados Unidos a decir, públicamente, por televisión y a las 9 de la noche, desde su atril: «señoras y señores, a Kennedy le mató tal o cual persona»… y pidiera disculpas en algo así como un ejercicio de auto-democracia demoledora… pues fíjese, si lo hiciera Obama, yo a lo mejor me lo hubiera creído. Ahora bien, imagínese que eso lo dice mañana Trump: «a Kennedy lo mató la CIA, el FBI y el Pentágono». ¿Usted se lo creería? Yo no.

RT: Entonces… ¿no es posible que ningún presidente estadounidense en el futuro admita lo ocurrido y pida disculpas?

J.G.: La mayor parte de la gente piensa: «seguimos como al principio, sin tener ni idea de quién mató a Kennedy»… y ése es precisamente el principio de la conspiración: lo que quieren es que digas: «seguimos sin saber quién mató a Kennedy». Y si, si se sabe. De los 8 tiradores se sabe al menos el nombre de 5. ¿Qué mas quieren?

Nunca van a admitir lo sucedido. Tenga en cuenta que hubo una masiva participación de instituciones norteamericanas como el Pentágono, la CIA, el FBI… y gente muy «respetable» y con mucho dinero, grandes accionistas de Wall Street…y eso el pueblo americano nunca lo podría aceptar. Creo que el pueblo americano nunca entendería una relación entre la mafia y la CIA. Admitir que las supuestas «fuerzas del bien», es decir,  el Gobierno, las instituciones, el Senado, estaban entre la Mafia y la CIA es muy duro para ellos: es una realidad en la que la CIA y la Mafia hacen pagos en heroína…¡Los tiradores de Dallas cobraron en heroína! Pagarles en dinero era muy peligroso. Se les pagaba con heroína. En maletas.Y esto lo pagaba la mafia. Perdón, la CIA. Eso para un pueblo que se ufana de ser tan demócrata es muy difícil de digerir…prefieren hacer como que no se sabe nada y dejan dormir al fantasma. Al fantasma de Oswald, me refiero. Por eso mi libro no está dedicado a John Fitzgerald Kennedy, sino a Lee Harvey Oswald.

David Romero

El monumental templo mexica dedicado al dios de la guerra que dejó a Hernán Cortés sin palabras

 

El monumental templo mexica dedicado al dios de la guerra que dejó a Hernán Cortés sin palabras













Infografía de Tenochtitlan de Pedro Sánchez y CG. Simón
Infografía de Tenochtitlan de Pedro Sánchez y CG. Simón

El arqueólogo mexicano Eduardo Matos Moctezuma, premio Princesa de Asturias de Ciencias Social, fue el fundador del Proyecto Templo Mayor para recuperar sus restos arqueológicos

El Templo Mayor, llamado por los indígenas ‘huey teocalli’, era el centro de la vida política, económica y religiosa de la ciudad de Tenochtitlán. Cincuenta edificios de gran altura vertebraban esta ciudad con miles de casas, jardines flotantes, innumerables puentes y tres amplias avenidas que se conectaban con los canales a través de ingenios desconocidos en el resto del continente. Un día cualquiera más de 20.000 canoas circulaban por esta ciudad rodeada por las aguas saladas del lago Texcoco, lo cual da cuenta del avanzado conocimiento mexica en cuestiones de ingeniería hidráulica.

El corazón de la ciudad estaba cosido por el Templo Mayor, que albergaba, entre otras edificaciones, el templo doble dedicado a los dioses Tláloc y Huitzilopochtli, la llamada Casa de las Águilas, el Templo de Ehécatl, el Tzompantli, el Juego de Pelota y el Calmecac.

En este recinto confluían las tres calzadas principales hacia los puntos cardinales: la de Ixtapalapa, que iba al Sur; la de Tacuba que iba al Oeste y la de Tepeyac que dirigía al Norte. Hoy, los restos arqueológicos de este monumento están gestionados por el Proyecto Templo Mayor, que fue fundado por el arqueólogo mexicano Eduardo Matos Moctezuma, nuevo premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales.

El corazón del imperio

El origen del recinto se encuentra en un primitivo templo levantado para engrandecer a su dios patrono, Hutzilopochtli, dios de la guerra y la muerte. Este humilde altar hecho con paja y madera evolucionó al cabo de los años en una majestuosa pirámide que alcanzó una altura aproximada de 45 metros. Aquella gran construcción, orientada hacia poniente, se asentaba sobre una plataforma que representaba el nivel terrestre, mientras que la parte superior del templo hacía las veces del nivel celestial, que solo podían pisar los sacerdotes y las víctimas de los sacrificios. En la cima de la pirámide se alzaban, junto al templo de Huitzilopochtli, otro dedicado a Tlaloc, divinidad acuática que representaba la vida y el sustento. La confrontación de ambas divinidades, la vida y la muerte, daba buena muestra de la visión extrema que tenían del mundo los mexicas.

Restos arqueológicos del Templo Mayor.
Restos arqueológicos del Templo Mayor.

El Templo Mayor fue durante dos siglos el centro simbólico de la gran red tributaria del Imperio mexica, un lugar en donde se reunían las ofrendas sagradas y depósitos funerarios; un lugar para rezar a las deidades de la guerra y la lluvia y, sobre todo, un símbolo de los logros de los aztecas ante sus enemigos. Allí se realizaban desde las fiestas religiosas hasta la entronización de los tlatoanis y los funerales de los viejos gobernantes.

La construcción de este templo requirió el trabajo de miles de obreros, gran parte de ellos procedentes de otras poblaciones dominadas por los aztecas, quienes les exigían trabajar en las obras del estado como parte del tributo que debían pagar. El Templo Mayor era una demostración del poder de los soberanos aztecas sobre los pueblos circundantes y donde se inmolaban los tributos.

Frente al templo de Tlaloc dedicado a la vida, había un Chac-mool policromado, una figura reclinada esculpida en piedra sobre la que se colocaban los corazones de las personas sacrificadas, después de que éstas fueran ejecutadas sobre una piedra dispuesta frente al templo de Huitzilopochtli. Los sacrificios humanos masivos eran un mecanismo clave en el sistema mexica. Cada año entre 20.000 y 30.000 personas, capturados entre las tribus vecinas, eran inmoladas en estas ceremonias. Cientos de tribus celebraron con júbilo la desaparición de aquella máquina de matar haciendo que, como advierte la historiadora australiana Inga Clendinnen, lamentar la caída del Imperio azteca es como sentir pesar por la derrota nazi en la Segunda Guerra Mundial.

Cada año entre 20.000 y 30.000 personas, capturados entre las tribus vecinas, eran inmoladas en estas ceremonias

Los españoles quedaron asombrados con esta Venecia americana y especialmente con la majestuosidad del Templo Mayor. El propio Hernán Cortés, en su ‘Segunda Carta de Relación’, destacaba un templo sobre todos los demás porque «hay uno que es el principal, que no hay lengua humana que sepa explicar la grandeza y particularidades de él». El cronista Diego Durán recordaría cómo el Templo Mayor tenía un patio propio, con una cerca de serpientes labradas en piedra y, en su cumbre, «unas almenas muy galanas labradas a manera de caracoles […], que era cosa deleitosa verlos y hermoseaba la ciudad».

Sobrevivir al paso de los siglos

El conquistador español inició tras la caída de la capital mexica una labor más silenciosa pero más espectacular que las operaciones militares. Tuvo que articular política e institucionalmente un nuevo reino, a la postre de una de las mayores potencias del mundo, fundar ciudades, construir puentes, caminos, minas y dar encaje a la realidad mestiza que iba a caracterizar la Nueva España. Elevar a Tenochtitlán como ‘Cabeza del Nuevo Mundo’ fue el primer paso del ambicioso proyecto.

El relieve de la Diosa Coyolxauhqui
El relieve de la Diosa Coyolxauhqui

Cortés siguió la «Organización urbana ovandina» para trazar el plano de la nueva ciudad, conservando restos del Templo Mayor, según el trazado clásico del castrum romano, con calles en línea recta, manzanas rectangulares y una plaza mayor o de armas (el viejo foro) destinada a ser el centro de la vida urbana. La gran plaza donde se ubicaban la residencia real y el templo mayor se eligió como centro donde se construirían los centros de poder españoles. Todo esto fue fruto de una decisión muy meditada: construir algo nuevo, usando algo viejo.

El nuevo plano de la ciudad aprovechó la importancia del Templo Mayor para estructurar la urbe, si bien la mayoría de las construcciones indígenas quedaron sepultadas bajo las edificaciones españolas, máxima representación del Barroco en América. Las fuentes confirman que en 1524 todavía estaba en pie gran parte de este recinto, pero la nueva ciudad se hizo con materiales de edificios preexistentes y la aparición de la nueva civilización se hizo a costa de las ruinas de las anterior.

Desde entonces, algunos de los restos del Templo Mayor han ido apareciendo en excavaciones esporádicas. En 1790 se encontró una gran estatua de la diosa Coatlicue y un enorme monolito, la Piedra del Sol o Calendario Azteca. En 1914, un arqueólogo halló vestigios que relacionó con el Templo Mayor, aunque aquellas obras no tuvieron continuidad. El proyecto definitivo llegaría en 1978, cuando, en el transcurso de unas obras de cableado subterráneo, los trabajadores de la compañía de la luz descubrieron un nuevo monolito dedicado a la diosa de la Luna Coyolxauhqui, lo que dió un gran impulso para excavar todos los restos del Templo Mayor. El entonces presidente del país, José López Portillo, lanzó su famosa frase «exprópiense las casas. Derríbense. Y descúbrase, para el día y la noche, el Templo Mayor de los aztecas».

En el transcurso de unas obras de cableado subterráneo, los trabajadores de la compañía de la luz descubrieron por casualidad un nuevo monolito de grandes dimensiones

Sin embargo, para mostrar el templo fue necesario destrozar varias construcciones virreinales con siglos de existencia en una clara vulneración de los principios de la Unesco, que piden respetar tanto el pasado de una civilización como de otra. El proyecto logró ubicar una quinta parte de los 78 edificios que probablemente albergaba el recinto sagrado y mantener en los últimos cuarenta años una exquisita conversación de estos. En 1987, la Unesco declaró el sitio Patrimonio de la Humanidad al tiempo que se abría el Museo del Templo Mayor como guardián de esos valiosos bienes.

Una de las piezas mejor conservadas hoy es el relieve de la Diosa Coyolxauhqui, localizada al pie de la escalinata que conducía al templo de Huitzilopochtli. La representación hace referencia al mito mexica sobre el nacimiento de su dios titular Huitzilopochtli en el Cerro Coatepec. Concretamente, según el relato, el embarazo de la diosa Madre Coatlicue enfureció tanto a su hija Coyolxauhqui y a sus cuatrocientos hijos, los Centzonhuitznahua, que decidieron matarla. En ese momento nació Huitzilopochtli, quien defendiendo a su madre, decapitó a su hermana y despeñó su cuerpo desde lo alto del cerro en un gran festín de sangre.

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