Un grupo de vecinos mira, consternado, la fachada del número 22 de la calle Granada de Badalona. Son los damnificados por el semi derrumbe que afectó al bloque hace ya un año, el 10 de marzo de 2022. Los residentes tuvieron que ser desalojados a toda prisa: el mal estado de la estructura provocó que una de las terrazas cediera y se viniera abajo. Las familias abandonaron sus hogares sin mirar atrás. Todavía hoy, una gran grieta recuerda el incidente que la mayoría todavía tienen muy vivo en sus cabezas.
Genaro y Elidia contemplan la que todavía es su casa con el grupo de vecinos. Tiemblan de frío, pero están acostumbrados: el matrimonio ha vuelto a habitar, desde hace semanas, el piso. No tienen luz, calefacción ni agua. "He puesto el doble de sábanas y mantas para estar lo máximo abrigados posible", lamenta Elidia a Metrópoli, con lágrimas en los ojos. La pareja vivió y sufrió el incidente como el resto de afectados. Se les ha ofrecido, también como al resto, un piso de alquiler social. Sin embargo, no pueden pagarlo: "Me jubilé en diciembre y la pensión que me ha quedado es de 1.200 euros. El piso que me ofrecieron me cuesta 600 euros al mes y también tengo que pagar la hipoteca de mi casa". Genaro se refiere al domicilio de la calle Granada. "A todo eso súmale las facturas y que hay que comer. No podemos vivir", denuncia el hombre, explicando los motivos que los han llevado a su mujer y a él a regresar al bloque en riesgo de derrumbe.
RUINA TÉCNICA
Tanto el Ayuntamiento de Badalona como los propietarios del edificio han declarado la ruina técnica del inmueble. No es necesario ningún informe para apreciarlo: Genaro y Elidia guían a este medio por el interior del bloque. Unos improvisados puntales salpican el pasillo de entrada. La pintura de la pared aparece desconchada se mire por donde se mire. Trozos de techo y pared inundan los peldaños de las escaleras que llevan al primer piso, dificultando la subida. La poca luz que permite ver por dónde se pisa es natural. Nadie viviría en este bloque por gusto.
El matrimonio llega hasta su piso, el primero primera. La puerta de entrada no está asegurada con llave ni con pestillo: "No se puede cerrar", explica Elidia. "Esto es algo que me da mucho miedo porque cualquiera que se entere de cómo estamos puede venir y entrar por la noche", lamenta la mujer, que no se separa del clínex que usa para controlar el llanto. Genaro accede al interior y se dirige a una de las estanterías del comedor. De allí coge, como hace cada día, una vela que deja en el centro de la mesa. Elidia la enciende y abre los brazos en un gesto para abarcar la estancia: "Así vivimos".
"EL COLCHÓN ES NUEVO"
El interior del domicilio no se corresponde con el aspecto exterior. Lo cierto es que la casa del matrimonio es una de las menos afectadas por el derrumbe de la terraza del 10 de marzo de 2022. La cocina y las habitaciones no han sufrido ningún daño y los elementos cotidianos de una vida familiar decoran la casa. Un detalle: el calendario de la cocina todavía señala el fatídico día. "No pudimos llevarnos nada", recuerda la pareja.
Genaro y Elidia muestran a Metrópoli las características de cada estancia: la habitación donde duermen está intacta. En los armarios todavía guardan la ropa e incluso conservan una pequeña bicicleta, la de una de sus nietas. La cama, como había mencionado Elidia previamente, cuenta con varias sábanas y mantas, pero el matrimonio no consigue mantener a raya el frío invernal.
En una segunda habitación, la mujer destaca el colchón: "Lo compramos nuevo poco antes del derrumbe y aquí sigue. Es una pena". Las linternas de los móviles ayudan a contemplar la casa, dibujando sombras en las paredes. "No te imaginas el miedo que paso por las noches con las sombras. Siempre pienso que hay alguien", confiesa Elidia.
UNA ESTAFA POR EL MEDIO
Elidia, entre lágrimas, admite: "Me da mucha vergüenza enseñar esto, pero quiero mostrarlo". Ya no se trata solo de la impotencia por no poder permitirse el piso que el consistorio les ha ofrecido como alternativa. El matrimonio también fue víctima de una estafa, como el resto de vecinos: Jonathan, un falso contratista, les robó los ahorros de media vida. El hombre aseguró a la comunidad al completo que él se encargaría de las obras de rehabilitación del edificio. Hizo una especie de apuntalamiento, pero, una vez tuvo el dinero consigo, desapareció.
"En ese período de tiempo, entró y se llevó algunas de nuestras cosas", asegura Genaro, que también dice haber visto al estafador por el barrio.
"ES UNA VERGÜENZA"
Sin dinero y sin casa. Genaro y Elidia, desesperados, lanzan un grito de auxilio: "Lo que nos está pasando es una vergüenza". No entienden cómo hay otros vecinos a los que se ha puesto a disposición pisos por 200 euros mensuales: "¿Cuál es el criterio? Nosotros no podemos pagar 600 euros con la hipoteca a cuestas".
Denuncian abandono por parte de la administración y en el foco de sus quejas sitúan a una persona: David Torrents, el tercer teniente de alcalde y regidor del ámbito de Protección Social a las Personas e Impulso Comercial que comprende Servicios Sociales. "No quiere hablar con nosotros. Fuimos a buscarlo al Ayuntamiento y nos dijo que tenía mucha prisa y no podía atendernos".
ABANDONO
Ante la posibilidad de resguardarse en casa de la hija del matrimonio, Genaro explica: "Ellos ya son cinco, contando a mis nietos, y no tienen sitio para nosotros. Antes de dormir en el suelo, prefiero dormir en mi casa", zanja el hombre, que se jubiló en diciembre. El matrimonio espera, día tras día, una ayuda que, por el momento, aseguran que no se ha producido.
Por su parte, el Ayuntamiento niega que haya alguien viviendo en el número 22 de la calle Granada y asegura que cada vivienda social se ajusta a la renta e ingresos de cada familia. Fuentes municipales insisten en que el vallado del perímetro es el adecuado y un candado prohíbe el acceso al interior del edificio.
"Yo me puedo morir si se me cae la casa encima, pero alguien cargará con esa responsabilidad", desafía, con sus últimas esperanzas, Genaro.