BARCELONA
En los hospitales empiezan a notar un incremento de ingresos, tanto en las salas como en las ucis, de momento poco preocupante. “Pero los que ingresan, con neumonías bilaterales que a veces se agravan mucho, están entre los 35 y los 49 años. En la uci de Vall d’Hebron hay ahora 18 enfermos críticos y 14 tienen 38, 47, 44, 41, 38, 50... La inmensa mayoría no están vacunados o llevan una dosis, no les tocaba enfermar ahora que estaban a punto de estar inmunizados”, apunta la epidemióloga Magda Campins, responsable de medicina preventiva del Vall d’Hebron.
La circulación disparada del virus no tiene un gran impacto en la asistencia hospitalaria, sino en la primaria, pero lo que llega a los hospitales son las consecuencias de esa enorme cifra de contagios asintomáticos o casos leves. “Los que enferman son probablemente sus padres. Y deberían saberlo”, dice Campins.
“Los que van a la uci son probablemente los padres de los jóvenes asintomáticos: deberían saberlo”
Esta subida fuera de control seguirá en ascenso durante al menos dos semanas. “Es la evolución natural. Sin medidas, acabará doblegándose la curva cuando haya muchos infectados y poco sustrato libre para el virus. Suele durar unas tres semanas. Si se toman medidas como las aprobadas, y se es muy estricto en su cumplimiento, nos quedarán otras dos semanas, pero empezará la bajada desde otro nivel. Como ya se ve, no solo habrá casos asintomáticos y leves. Una porción de todos esos infectados acabará enfermo en el hospital y quizá muera. Incluidos los mayores con dos dosis, quizá los abuelos de los contagiados sin síntomas, porque la vacuna no protege al 100% y ante la variante delta, algo menos”, insiste la epidemióloga
La circulación disparada del virus, que en estos momentos más que triplica los casos de un día para otro –de la semana de Sant Joan, con 5.408 casos, se ha pasado a 25.700 la siguiente– tiene especialmente inquietos a los microbiólogos. Magda Campins explica que la variante delta tendrá muchas mejores oportunidades de mutar, que es lo que hace al reproducirse. Y en una de esas mutaciones “podría lograr escaparse de la vacuna, una situación mucho más complicada, otra dimensión”, que pondría en jaque todo lo conseguido.
Así que a pesar de que los hospitales no estén desbordados como en episodios anteriores a la vacuna, los contagios no son en absoluto banales. “La explosión de casos parece estar directamente relacionada con la creencia de que ya estaba, que la vacuna paraba todo lo grave y que en las edades donde ahora se reproduce el virus a gran velocidad no pasaba nada. Es el momento de enviar mensajes continuados y claros a los más jóvenes y de ser muy estrictos con las medidas. Parece que la angustia que ha provocado el ascenso de problemas de salud mental durante el encierro nos haya convertido en excesivamente protectores de los más jóvenes”, apunta Campins.
Pide ser duros con los aforos y con la exigencia de mascarillas y de test rápidos. “Probablemente necesitemos carpas o espacios fuera de los centros de primaria para hacer todas esas pruebas que ayuden a frenar los contagios”.
Además, está convencida de que el colapso de la atención primaria “lo pagaremos dentro de unos meses. Si todos los equipos están necesariamente volcados en detección y seguimiento de sospechosos, de casos leves, de sus contactos, de hacer pruebas, dejarán de diagnosticarse diabetes y tumores que seguirán su curso”.
Las restricciones aliviarán un poco la situación que aún durará al menos dos semanas. “La vacuna no impedirá la circulación del virus entre los jóvenes, sino las medidas. A ellos no les tocará hasta muy avanzado el verano. Ahora llegan menos dosis y servirán para completar la pauta de los de 50, los de 40, los de 30”.
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