Las estatuas de Sperlonga, encontradas en la gruta que se derrumbó mientras el emperador Tiberio celebraba un banquete
En el año 26 d.C. el emperador Tiberio daba un banquete nocturno en uno de sus lugares favoritos, una caverna junto al mar decorada con las más exquisitas esculturas de los mejores artistas del momento. Todo eran risas y jolgorio hasta que la noche se torció. Del techo de la cueva empezaron a desprenderse grandes bloques de piedra y los convidados huyeron despavoridos. Los que pudieron.
El emperador salvó la vida gracias a Sejano, el prefecto del pretorio en quien Tiberio acabaría delegando buena parte del poder tras su retiro definitivo a Capri, justo después del incidente de la caverna.
Casualmente un grave peligro que el César corrió por aquellos días aumentó los rumores infundados y a él le dio pie para confiar más en la amistad y fidelidad de Sejano. Celebraban un banquete en una villa llamada Spelunca, entre el mar de Amiclas y los montes Fundanos, en una cueva natural. Unas rocas de la entrada se derrumbaron de repente y aplastaron a algunos servidores, por lo que el miedo se apoderó de todos y los que celebraban el convite salieron huyendo. Sejano, colocando por encima del César su rodilla, su rostro y sus manos, trató de parar el golpe de las piedras que caían, y en esa postura fue encontrado por los soldados que acudieron en su ayuda.
Tácito, Anales IV.59 (traducción de Crescente López de Juan)
El lugar en cuestión se encuentra en la actual localidad de Sperlonga, en la costa a medio camino entre Roma y Nápoles. Allí construyó Tiberio una gran villa con varios edificios dispuestos en terrazas frente al mar, que incluía la gruta (en latín speluncae) que acabó por dar nombre a la ciudad moderna.
En la gruta instaló un triclinio, esto es, un comedor adornado con impresionantes estatuas que representaban escenas de la Odisea y elementos acuáticos, en la que solía organizar banquetes y convites. Pero abandonó el lugar tras el incidente y se trasladó a Capri. Ya nunca más volvería. Con el tiempo la ubicación de la gruta y la villa, mencionadas por las fuentes antiguas, se olvidó.
Hasta que en 1957 un ingeniero llamado Bellanti que dirigía la construcción de la carretera litoral entre Terracina y Gaeta se percató de que había unos muros que parecían antiguos junto a una gruta cercana al mar. Avisó a las autoridades, pero no le hicieron mucho caso.
Así que comenzó las excavaciones en la villa y la gruta por su cuenta. Así fue sacando a la luz la gran piscina rectangular que había en la entrada, que se llenaba con agua de mar, y en cuyo interior había una pequeña isla artificial que albergaba la cenatio (el comedor) de verano. La piscina se comunicaba con otra interior circular de 12 metros de diámetro.
A ambos lados de la cavidad principal encontró otras dos salas, una en forma de herradura a la izquierda, con un triclinio al final, y a la derecha un ninfeo con pequeñas cascadas y juegos de agua.
En todas estas estancias el ingeniero desenterró fragmentos de las esculturas que las decoraban en tiempos de Tiberio. Tantos que se pudieron realizar reconstrucciones de todos los grupos escultóricos y para conservarlas se creo en 1963 el Museo Arqueológico Nacional de Sperlonga junto a las ruinas de la villa del emperador.
Posiblemente las esculturas se rompieron durante el derrumbamiento que sorprendió a Tiberio en el interior, y eso explicaría por qué faltan trozos en las reconstrucciones, ya que se habrían pulverizado bajo las rocas.
En el fondo de la gruta se encontraba el grupo que representa a Odiseo y sus compañeros cegando al cíclope Polifemo. Sobre el islote en medio de la piscina de la entrada estaba la representación del ataque de Escila al barco de Odiseo, y a ambos lados de la entrada de la gruta dos escenas de la guerra de Troya: Odiseo cargando con el cuerpo de Aquiles, y Diomedes y Odiseo robando el Paladio, la estatua sagrada de la ciudad troyana que representaba a Atenea.
En lo alto de la entrada de la gruta otro grupo escultórico representaba el rapto de Ganímedes. Hoy puede verse una réplica colocada en la posición original.
El grupo de Polifemo es de dimensiones colosales y se reconstruyó utilizando una fuente iconográfica para recrear el aspecto compositivo e identificar la ubicación espacial de las figuras individuales en él: se usó un fragmento de un sarcófago romano del siglo III d.C. con un tema idéntico, que actualmente puede verse en Museo de Castello Ursino en Catania.
Al igual que el resto de esculturas, para la reconstrucción se empleó yeso para sustituir las partes que faltan, en lo que algunos especialistas como Mary Beard han calificado de reinvenciones creativas.
las obras de arte recreadas ahora y expuestas en el museo de Sperlonga contienen tanto yeso y resina, como mármol original; son reinvenciones tan creativas como cualquiera de los ambiciosos proyectos de Bernini o Thorvaldsen.
Mary Beard, La herencia viva de los clásicos
Todas las esculturas estaban diseñadas para ser vistas desde el triclinio central y los investigadores suponen que estaban iluminadas de manera artificial, sobre todo por la noche, ya que la parte trasera de la gruta es bastante oscura incluso durante el día.
La cavidad también estaba decorada con estalactitas e incrustaciones artificiales, así como con un colorista suelo de mosaico hecho con la técnica del opus sectile.
Una inscripción en el barco del grupo de Escila nombra a los escultores responsables del conjunto: Atenodoro, Agesandro y Polidoro. Curiosamente los mismos tres nombres de escultores de la escuela rodia que Plinio el Viejo da como autores de la famosa escultura helenística de Laocoonte y sus hijos. No obstante, los expertos no están convencidos de que se trate de los mismos.
Y es que las esculturas de Sperlonga y el Laocoonte son de un estilo similar, pero tienen algunas diferencias significativas. Son desiguales, pero de calidad inferior en cuanto a habilidad y acabado. Aunque también es cierto que el conjunto es considerablemente mayor y habría requerido de muchos ayudantes de los maestros.
Por ello algunos las consideran copias romanas de obras helenísticas anteriores. Otros opinan que fueron creadas específicamente a petición de Tiberio, como reproducciones de grupos anteriores en bronce, e incluso como versiones o adaptaciones de grupos helenísticos de temática similar.
Esta última hipótesis reflejaría la ascendencia legendaria reclamada por la gens Claudia, a la que pertenecía Tiberio, quien decía ser descendiente de Odiseo. Además, durante el tiempo que había pasado exiliado en Rodas pudo haber conocido el taller y a los escultores que luego realizarían el encargo siguiendo sus gustos particulares.
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