Björn Ragnarsson y las incursiones vikingas a la Península Ibérica
Volvamos de nuevo a la popular serie televisiva Vikings en la que, una vez fallecido su protagonista, Ragnar Lodbrok, las últimas temporadas se centran en la vida de sus hijos. Ivar el Deshuesado es quizá quien acapara la atención por su peculiar personalidad, que recuerda un poco a la imagen clásica -y tópica- de Calígula o Nerón. Pero también tienen sus momentos Ubbe, Hvitsärk y Björn. Como ya hemos dedicado artículos a todos ellos excepto al último, vamos a hacerlo hoy centrándonos, sobre todo, en la expedición que dirigió al Mediterráneo y que supuso el ataque de varios puntos de la Península Ibérica, entre ellos Asturias, Galicia, Algeciras y Sevilla.
Antes de empezar es conveniente advertir de que, por razones dramáticas, la serie cambia algunas relaciones familiares. La más importante, para lo que nos ocupa aquí, es que Björn no sólo no tenía la primogenitura -el honor correspondía a Ivar- sino que ni siquiera era hijo de Lagertha, quien se supone que no le dio descendencia a Ragnar (o, en todo caso, un vástago llamado Fridleif y dos hijas de nombre desconocido). Su madre fue Aslaug, segunda esposa de Ragnar. Por tanto, Björn era hermano directo de los antes nombrados (excepto de Ubbe, cuya filiación es incierta) más Sigurd y Guthrod. También sería hermanastro de la prole que su padre tuvo con una tercera mujer, Thora Borgarhjört, compuesta por Eric, Agnar y Olof.
Aunque hay quien lo adelante dos décadas, Björn debió nacer en torno al año 800 d.C. En realidad ni siquiera es seguro que fuera hijo de Ragnar, pero así ha pasado a la posteridad y las crónicas de la época, caso de la Gesta Normannorum Ducum (escrita por el monje anglo-normando Guillermo de Jumièges en 1060), los Annales Bertiniani (anales carolingios contemporáneos del vikingo) o los Anales de Fontenelle (también conocido como Chronicon Fontanellense, de la segunda mitad del siglo IX), cuentan que fue expulsado del reino por su progenitor, siguiendo una antigua costumbre que obligaba a hacerlo con los hijos menores para que no se interpusieran en la sucesión al trono del mayor.
Así fue cómo se embarcó en su primera gran expedición por la zona occidental de Francia, remontando incluso el Sena para atacar el interior gracias al poco calado de los drakkars, para poner sitio a la mismísima París. Finalmente alcanzó un acuerdo con el rey Carlos el Calvo que resultó bastante precario, por lo que aún hubo más enfrentamientos cuya resolución desconocemos por no reflejarlo las fuentes. Sí sabemos que hubo un segundo saqueo parisino y que el monarca galo terminó contratando a unos vikingos establecidos en la región del Somme para rechazar el peligro, algo que fracasó porque ambos se unieron y sólo la conversión al cristianismo de los segundos rompió la improvisada alianza.
Las obras citadas antes no son las únicas que aportan datos sobre Björn, al que se apodaba Járnsíða, generalmente traducido como Brazo de Hierro pero siendo más exacto Costado de Hierro. Tenemos, en primer lugar, la célebre Gesta Danorum que compuso hacia el año 1200 el historiador y teólogo Saxo Grammaticus, aunque no habla de toda la vida del personaje sino a partir de cuando ya era rey de Suecia. También menciona que se unió a la campaña del Gran Ejército Pagano contra la heptarquía anglosajona (Anglia, Essex, Kent, Mercia, Northumbria, Sussex y Wessex), presuntamente bajo el liderazgo de Ivar el Deshuesado y sus hermanos entre los años 865 y 878, para vengar la muerte de su padre a manos de Ælla, monarca de Northumbria; sin embargo, la participación de Björn no figura en la mayoría de las demás fuentes.
Asimismo la Saga Hervarar, del siglo XIII, cuenta cómo Björn heredó el trono sueco al fallecer Ragnar Lodbrok y luego pasó el testigo a su vástago, Erik Björnsson, iniciando una nueva y próspera dinastía conocida como Casa de Munsö. Y no hay que olvidar el Ragnarssona þáttr o Cuento de los hijos de Ragnar, una saga islandesa del siglo XIV que mezcla historia y leyenda, en la que sí consta que Björn integró aquella expedición fraterna contra los ingleses, aunque habría sido derrotado y sólo la astucia de Ivar, al pactar con el enemigo un asentamiento que abarcase la extensión de una piel de buey (como en la fundación mitológica de Cartago a manos de la fenicia Dido), permitió a los vikingos quedarse en la ciudad de Jorvik (York), que usaron como base para seguir la guerra. El Cuento de los hijos de Ragnar continúa narrando la siguiente expedición, que llevaron a cabo por Normandía, Francia y Lombardía.
Aquí llega el momento de hacer un alto para volver los ojos al citado viaje de Björn al Mediterráneo, mostrado en la penúltima temporada de la serie a pesar de que no está claro qué papel jugó en él. Está probada la historicidad de una primera y anterior incursión vikinga a Al-Ándalus porque también la mencionan historiadores musulmanes como Ibn al-Qūṭiyya (llamado asimismo Abu Bakr o al-Qurtubi) en su Historia de la conquista de al-Andalus (siglo X), Ibn Idhari en su Al-Bayan al-Mughrib (traducible como Libro de la asombrosa historia de los reyes de al-Andalus y Magreb, del siglo XIV pero usando fuentes del X) y Al-Nuwayri en su Nihāyat al-arab fī funūn al-adab (en español, La máxima ambición en las artes de la erudición, también del siglo XIV). Datan el suceso en el año 230 de la Hégira y no identifican a los vikingos por ese nombre sino por el de al-majus, que significa adoradores del fuego (en alusión a los seguidores de Zoroastro de otra época); es decir, paganos.
La cristiana Crónica Rotense, compuesta en el siglo X, también refrenda la llegada de los que designó como «normandos, gente hasta entonces desconocida, pagana y muy cruel», ya que antes de llegar a la parte meridional de la península camparon por el Cantábrico en el año 844. Se supone que desembarcaron en Gijón, pero poco tiempo porque entonces era muy pequeña y pobre, para seguir y caer sobre La Coruña. Galicia formaba parte del Reino de Asturias, por lo que el rey Ramiro I envió tropas para rechazarlos. Con éxito, aunque sin poder evitar una huella psicológica lo suficientemente fuerte como para fortificar el litoral y garantizar la seguridad de Oviedo, la capital.
Unas semanas después los vikingos trataron de asaltar Usbuna (Lisboa), que era una rica ciudad musulmana del esplendoroso Emirato de Córdoba pero que también logró resistir. La flota de los majus, que superaba el centenar de barcos y los cuatro mil hombres, puso rumbo al sur mientras el gobernador lisboeta enviaba un correo a Abederramán II avisándole del peligro. Antes de que llegara sufrieron ataques las ciudades de Sidonia, Cádiz y Sanlúcar. Los nórdicos siguieron la costumbre de remontar los cursos fluviales y subieron Guadalquivir arriba hasta Coria del Río, exterminando a toda su población para evitar que nadie advirtiera a su verdadero objetivo, Sevilla. Ésta fue conquistada con facilidad -salvo la alcazaba- a principios de octubre y saqueada brutalmente, consiguiendo los vikingos un espléndido botín y miles de esclavos.
A continuación siguieron asaltando localidades hasta que Abderramán pudo organizar a los suyos para hacerles frente. La superioridad de su caballería y la colaboración de Musa ibn Musa, gobernador de aṯ-Ṯaḡr al-Aʿlà (Marca Superior, aproximadamente lo que era la antigua provincia Tarraconense), permitió a los andalusíes imponerse en Talyata (Itálica), causando importantes pérdidas a sus adversarios. Mientras cientos de sus compañeros hechos prisioneros eran ejecutados (se les enterró dejando fuera las cabezas, luego aplastadas por caballos al galope), el resto de los vikingos embarcó precipitadamente, no sin perder una treintena de naves. Pudieron negociar el salir a la desembocadura del río a cambio de devolver parte del botín y emprendieron entonces rumbo a su hogar, si bien todavía saquearon Niebla (Huelva).
Una improbable leyenda dice que un grupo de majus se quedó aislado entre Carmona y Morón, convirtiéndose al Islam y dedicándose a elaborar queso, pero en general aquellas incursiones pasaron a ser un episodio de negro recuerdo en la historia de Al Ándalus, como había pasado en el Cantábrico. Sevilla, que se vio reducida a ruinas, fue reconstruida con recias fortificaciones y sistemas defensivos que incluían lo que después serían los Reales Alcázares, las atarazanas y un servicio de alerta por mensajeros. Esas prudentes medidas demostraron ser útiles cuando hubo nuevas -y frustradas- razias de los nórdicos. La primera, según la Crónica Albeldense, fue en el año 858, reinando en Asturias Ordoño I, y la protagonizó Björn junto a Hastein, su presunto padre adoptivo o, más probablemente, tutor designado por Ragnar.
Sea cierta o no esa anécdota, los vikingos saquearon toda la Toscana continuando por Sicilia y, otra vez, el norte de África. De nuevo los relatos legendarios hablan de una batalla contra la flota bizantina, que les habría destrozado gracias al fuego griego y persuadido así para regresar a casa, aunque otras fuentes atribuyen la acción -y el uso del destructor arma- a los andalusíes. Probablemente todo se debiera sólo a una fuerte tormenta, pero el caso es que perdieron tantos barcos que únicamente les quedaba una veintena, por lo que, en efecto, tuvieron que retornar. Durante el trayecto, aprovecharon para conquistar Pamplona; según unos autores remontando el Ebro, según otros desde el Golfo de Vizcaya.
Como decíamos antes, en torno al año 966 hubo una tercera gran expedición mediterránea, sin contar incursiones menores (que quedan reflejadas en las reseñas de la Crónica Silense, acerca de los bastiones costeros mandados erigir por el rey asturiano Alfonso III). La nueva campaña, realizada por daneses al mando de Gudrød Grafeldr con aún más efectivos (unos ocho mil hombres), siguió el mismo itinerario: desde Jakobsland (Tierra de Santiago, Galicia) y Portugal, ambas devastadas en esta ocasión. Pero la falta de noticias posteriores parece indicar que se estrellaron contra la flota musulmana del Califato de Córdoba y no pudieron seguir. El litoral gallego, eso sí, sería visitado periódicamente por los hombres del norte: en el 1014 por Olaf Haraldsson; en el 1028 por un tal Ulf el Gallego…
En cuanto a los protagonistas de aquella aventura, Hastein continuó su vida guerrera mientras Björn, enriquecido gracias al botín que cosecharon, quiso retirarse para reinar en Suecia. Ragnar, celoso del éxito de sus vástagos, se embarcó en la expedición a Northumbria en la que perdería la vida y su hijo se incorporó al Gran Ejército Pagano, como vimos, para vengarle. Luego se repartieron las posesiones y a Björn se le confirmó su reino sueco. Como siempre, con diferencias según quien lo cuente; hay pocas certezas con los vikingos
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