La cuarta cúpula más grande de la Cristiandad está en Madrid
Por aquí paso San Francisco de Asís en su peregrinaje a Santiago de Compostela, para muchos, origen de la fundación de este enorme templo
Un templo espectacular que ha sido iglesia, hospital, polvorín, almacén de objetos religiosos, panteón nacional y museo mientras el convento era utilizado como cuartel y prisión militar. Un espacio que bien pudiera ser también un “refugio climático” ante las altas temperaturas que padece la capital.
Una dilatada existencia para un templo que se abre en la confluencia de la calle Bailén, la Vía de San Francisco y la Carrera de San Francisco. Todo en un emplazamiento único, pero no original, pues no es la primera sino la cuarta que se levanta en ese mismo solar. La primera, según cuenta la tradición, se levantó sobre el terreno que se le ofreció al mismo San Francisco de Asís cuando en 1214 pasó por Madrid en su peregrinaje a Santiago de Compostela. Posteriormente se levantó un eremitorio al que llamaron “cuarto viejo” que tenía una fuente, considerada milagrosa, y una ermita dedicada a la Virgen, y la tercera se levantó en el siglo XIV, primero con el nombre de Jesús y María, y más tarde, de San Francisco, ya que así era como se le conocía en Madrid.
Fue este templo de estilo gótico el que alcanzó el sobrenombre de “el grande” gracias a las donaciones de las familias nobles madrileñas que, como los Ruy González del Clavijo, Zapata, Luján, Luzón Vargas y Ramírez fundaron capillas para ser enterrados en ellas lo que hizo que el edificio ocupara una extensión mayor que la del convento de San Francisco de Paula que se levantaba en la carrera de San Jerónimo.
Esta iglesias es desde 1980 monumento nacional. Y no es para menos. Su riqueza artística impresiona con lienzos de Goya, Maella, Moreno Carbonero, Muñoz Degrain, Ferrant, González Velázquez... Y, sin embargo, San Francisco el Grande es tan solo visitada por 10.000 personas al año.
La iglesia tal y como ahora los conocemos se remonta a 1761. Entonces se empieza a construir el nuevo templo, el que vemos hoy, siguiendo un proyecto de fray Francisco Cabezas, que sería finalizado en 1784 por Francisco Sabatini. De esta época son algunas de las obras de arte que alberga. Por ejemplo, el lienzo de Goya San Bernardino de Siena predicando ante Alfonso V de Aragón, encargado al pintor aragonés para la ocasión.
De esa época es la gran rotonda central y la enorme cúpula situada encima. Igualmente, en esos días se hizo la portada en forma convexa y el convento que está adosado a la iglesia. Todo un despliegue de riqueza y arte para embellecer este monumento clave de la capital.
Desde entonces, la iglesia pasó por diversas vicisitudes que la convirtieron en salón de cortes y cuartel. Hasta que fue abandonada tras la expulsión de los franciscanos y la desamortización de Mendizábal. Posteriormente trató de convertirse en panteón nacional. Para ello se trajeron los restos mortales de Calderón de la Barca, Quevedo, Ventura Rodríguez y otros grandes personajes de la historia española. Pero al poco tiempo se descartó la idea y se devolvieron a sus lugares de origen.
Es entonces, en tiempos de Cánovas del Castillo, cuando se decide convertir San Francisco el Grande en un gran monumento. Así, en 1881 se emprendió una gran reforma en la que participaron muchos de los mejores marmolistas, ebanistas, escultores o pintores del momento. Un admirable conjunto que ha llegado hasta nuestra época, con seis esculturas sobre la fachada, vidrieras, el gran órgano del coro con su réplica pintada enfrente, las puertas de nogal del pórtico, las verjas, los altares, las enormes esculturas de mármol que rodean la rotonda central... Un despliegue de arte y riqueza que lo hacen uno de los más relevantes monumentos de Madrid. A la espera de más visitas y su justo reconocimiento artístico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario