La otra cara del verano: limpiar 50 habitaciones en 5 horas
La reconversión del turismo pospandemia y la reforma laboral sobrecarga a las camareras de piso que confiesan que trabajar en hoteles de costa «se ha convertido en un absoluto infierno»
- ÁNGEL NIETO LORASQUE ......... larazon
Después de dos años de pandemia y un turismo a medio gas, por fin, este verano los hosteleros se han desquitado y resarcido con niveles récord de ocupación. Tan solo en la Comunidad de Valencia han superado el 90% y en la Costa del Sol, otro de los puntos calientes del ocio veraniego de masas, cerrarán con una tasa superior al 85%. Parece que ni la inflación ni las numerosas huelgas aéreas han supuesto un impedimento para que los turistas viajen con euforia fuera y dentro de nuestro país.
Sin embargo, este impulso económico para un sector que arrastraba una compleja situación tras el parón con motivo del coronavirus no ha repercutido de igual modo en todos los niveles de la hostelería. Tal es el caso de las camareras de piso, limpiadoras, o como ellas mismas se autodenominan, las kellys. Su trabajo ha crecido exponencialmente este verano, pero la situación para gran parte de ellas sigue siendo muy precaria debido a la externalización de sus servicios o la ampliación de obligaciones para las que están contratadas por la empresa
Según explican varias de ellas a LA RAZÓN, tampoco la reforma laboral ha servido ayuda para que ellas consigan una mayor estabilidad o seguridad en el trabajo. María Trinidad Jiménez lleva 30 años como camarera de piso en un hotel de Málaga y confiesa que el trabajo de este verano ha ido aumentando «paulatinamente», ya no solo por la afluencia de turistas sino por los nuevos protocolos que ha impuesto la pandemia y que les obliga a tener que hacer más por el mismo dinero.
«Por ejemplo, hay que poner doble bolsa en las papeleras, utilizar más productos de limpieza... y un sinfín de cosas extra sin que nos quiten habitaciones u otras labores. Sinceramente, durante nuestra jornada laboral no podemos ni hacer un descanso para beber u orinar. Además, siempre trabajamos más de lo que nos toca porque queremos hacer bien nuestras funciones, ya que si no sale como quieres te sientes mal y te genera estrés», apunta. Para esta kelly veterana «trabajar en hoteles de costa en verano es un horror». Es más, apunta que ha llegado a hacer «hasta 50 habitaciones en cinco horas»: «Yo casi pediría que me reduzcan la carga de trabajo a que me suban el sueldo, la verdad».
Sobre este aspecto, el económico, María Trinidad asevera que «no se paga por habitación, sino por días, semanas o meses», aunque al dividir ese salario por las habitaciones diarias que tienen que hacer «en Málaga calculo que nos sale a unos 1,50 euros por habitación». También insiste en que la diferencia es notable en cuanto al tipo de establecimiento en el que se trabaja. «Si nos centramos en los hoteles de cinco estrellas o gran lujo, el tiempo por habitación es mucho mayor que en uno de menor categoría donde la carga de trabajo es malísima y el trato deshumanizado, vamos de un lado a otro como auténticos robots».
Más huéspedes por habitación
Ana Aguilera de los Ángeles, que desde hace 24 años trabaja como camarera de piso en la provincia de Huelva, subraya que este verano ha aumentado el trabajo notablemente y que «las empresas han intentado ayudarnos, pero de nada sirve que me reduzcan el número de habitaciones a limpiar al día, si en cada una de ellas metes a mas huéspedes. Al final es lo comido por lo servido. Ahora hay más trabajo y de peor calidad».
Nos cuenta que las afortunadas que tienen un contrato indefinido tienen un sueldo de unos 1.100 euros al mes, lo que echando cuentas «nos sale a menos de dos euros por habitación a lo que hay que sumar otras tareas como la limpieza de las zonas comunes».
Es más, la reforma laboral cuya finalidad era conseguir un trabajo más estable, para las limpiadoras de hoteles no ha hecho «sino empeorar nuestras condiciones». ¿Por qué? «Muy sencillo. A las que están entrando en verano, un contrato fijo discontinuo lo que hace es anclarlas en un puesto de trabajo sin dejar que trabajen en otros sitios. Y si solo pueden tener ese contrato para fines de semana no puedes vivir», apostilla.
Sobre este aspecto, su compañera malagueña, María Trinidad, dice que conoce a compañeras que ese nuevo tipo de contrato «a muchas compañeras les ha durado dos meses, así que es una tomadura de pelo». Además, subraya que las limpiadoras que trabajan en multiservicio «no pueden ni protestar por sus condiciones, las cuales son mucho peores ya que, en vez de incluirles en el convenio de hostelería, que es mucho mejor, las siguen metiendo en el de limpieza», por el que se paga mucho menos.
Desde la Costa Brava, otro de los epicentros turísticos, Laly Corralero, que en estos momentos se encuentra de baja y en pleitos con su empresa, apunta otra de las problemáticas con las que se topan: «Si nos negamos a aceptar las condiciones que nos imponen les da igual, porque siempre habrá alguien que tenga más hambre que tú y acepte. Además, acuden a mano de obra extranjera, principalmente de países pobres, y esta gente trabaja por el dinero que sea. De hecho, nuestra profesión la han convertido en una puerta de entrada a la inmigración ilegal».
Ella lleva más de 40 años trabajando en temporada de verano y es una de las fundadoras del movimiento de las Kellys en España. Sin embargo, lamenta que pese a toda una vida dedicada a la limpieza de hoteles, tan solo tiene 26 años cotizados: «Cómo puede ser eso, con seis meses de verano no se puede llegar a una jubilación digna, nos quedamos con pensiones mínimas y lo que hace el sistema es obligarnos a trabajar en la economía sumergida y nosotras no queremos eso. Muchas nos vemos en riesgo de exclusión social. Sin salud y sin una pensión digna», lamenta Laly que se ha llegado a reunir con las ministras Yolanda Díaz e Irene Montero, aunque «de poco ha servido». Para ella, la reforma laboral del Gobierno impulsada por Díaz «ha sido una estafa». Es más, Laly es conocedora de que todavía se hacen contratos por los que «pagan por debajo del salario mínimo interprofesional».
¿Adiós a los mozos?
Por su parte, ella reivindica que se regule la sobrecarga de trabajo que padecen: «No se pueden hacer 26 habitaciones en 6 horas. El resto de tiempo tenemos que repartirlo para realizar la limpieza de patios, zonas comunes, pasillos, tirar la basura, bajar la ropa sucia... Es inhumana la sobrecarga la carga de trabajo que tenemos. No podemos seguir siendo una mano de obra barata»
Pilar Cazorla, desde Asturias, también tiene una buena opinión sólida sobre lo que ha supuesto la nueva ley de trabajo así como el trabajo al que se enfrentan tras la pandemia: «Es cierto que ahora se hacen más contratos fijos discontinuos, pero solo llaman cuando hay picos y, entonces, lo que pasa es que piden mano de obra para trabajar 10 días al mes o los fines de semana y esto es inviable. Si no se puede trabajar todo el mes, con los días de libranza incluidos, no hay quien pueda pagar la hipoteca, la luz, la comida o los estudios de los hijos. No llega para vivir»
Según relata Cazorla, «las camareras de piso siempre dejan las habitaciones lo mejor que pueden, pero diariamente tienen más de 24 estancias a lo que se suma que, en verano, son triples, cuádruples, familias con niños, arena... y todo eso supone una problemática». Además, desvela que en muchos hoteles «han eliminado la figura de mozo que antes subía la ropa limpia y bajaba la sucia, que ayudaban con los traslados de colchones, las cunas... Ahora somos nosotras quienes lo hacemos».
Según esta asturianas es «en canarias donde peor condiciones, porque no son hoteles como en la Península, sino que la mayoría de las instalaciones son bungalows, con cocina incluida, y todo y eso incrementa el tiempo de limpieza una barbaridad». Aunque en este sentido, las kellys difieren, hay quienes apuntan que la realidad más dura es la que se vive en Andalucía, donde, apuntan, los convenios son más precarios.
Bronquitis y ciática
Por todos estos motivos, exigen «la modificación del articulo 42.1 del Estatuto de los Trabajadores, donde se dice que una empresa que subcontrata con los pagos a la seguridad social está libre de cargos y eso no es así», dice Cazorla.
También siguen en su lucha por la ampliación de las enfermedades laborales. «El 30 de agosto de 2018 se ampliaron algunas, como la enfermedad del túnel carpiano, el codo de tenista y enfermedades del hombro. Pero ahora exigimos que también se incluyan las musculoesqueléticas y las derivadas de del estrés y ansiedad. No solo es codo, hombro y mano lo que padecemos, también problemas de lumbares, ciática y bronquitis crónica que se deben relacionar con nuestro trabajo ya que está derivado de los productos químicos que utilizamos», apunta la kelly asturiana. Según ella, se utilizan más de siete productos para la limpieza «y, por ejemplo, en los baños no suele haber ventilación».
Ellas no están dispuestas a bajar la voz y menos aún cuando su trabajo tras la pandemia, según confiesan, «no ha hecho más que empeorar». «No queremos ser esclavas», protestan.
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