Nuestra galaxia puede estar plagada de civilizaciones alienígenas muertas, según un nuevo estudio
Según un nuevo estudio, es posible que existan civilizaciones extraterrestres en la galaxia de la Vía Láctea, pero es
probable que la mayoría de ellas estén extintas.
Investigadores del Instituto de Tecnología de California, el Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA y la
Escuela Secundaria Santiago calcularon la probabilidad de inteligencia extraterrestre en nuestra galaxia utilizando
una versión ampliada de la famosa ecuación de Drake.
El estudio analizó una serie de factores que pueden haber contribuido a la formación de un mundo habitable y concluyó
que la vida inteligente pudo haber comenzado unos 8 mil millones de años después de la creación de nuestra galaxia.
Cada una de estas civilizaciones podría haber estado a 13.000 años luz del centro galáctico, o unos 12.000 años luz
más cerca de la Tierra, donde los humanos aparecieron por primera vez 13.500 millones de años después de la
formación de la Vía Láctea.
El estudio, que aún no ha sido revisado por pares, analizó factores como la radiación, una pausa en la evolución y la
propensión de la vida inteligente a autoaniquilarse debido al cambio climático, los avances tecnológicos o los
conflictos.
Esto sugiere que es probable que cualquier civilización alienígena que todavía esté viva sea joven, ya que la
autoaniquilación ocurrirá casi con certeza durante un largo período de tiempo.
«No podemos descartar a priori la posibilidad de autoaniquilación», dice el estudio, «mientras no haya evidencia de
que la vida inteligente se aniquilará inevitablemente a sí misma». Hoerner (1961) propuso, de manera similar a Sagan
y Shklovskii, que el progreso científico y tecnológico eventualmente conduciría a la destrucción total 11 y la
degeneración biológica (1966).
Muchos estudios anteriores han argumentado que la autoaniquilación humana es muy probable en una variedad de
situaciones (por ejemplo, Nick, 2002; Webb, 2011), que incluyen, entre otros, la guerra, el cambio climático
(Billings, 2018) y el avance de la biotecnología ( Sotos, 2019).
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