Mollie, una británica de 25 años, se enganchó al óxido nitroso durante la pandemia
A pesar de que cada vez se conocen más efectos perjudiciales del consumo de drogas muchos tienden a banalizarlas y más si los productos en cuestión son de fácil alcance. Es lo que ocurre con el conocido como 'gas de la risa', un producto que en realidad es óxido nitroso que se puede adquirir en ferreterías, que tiene varios usos (incluso sanitarios, ya que una mezcla que contiene este gas se usa en los dentistas) y que algunos jóvenes consumen como droga.
Este último uso se está extendiendo de manera peligrosa y es que inhalar óxido nitroso tiene serios riesgos. Los jóvenes lo inhalan mediante globos para conseguir efectos temporales, de menos de cinco minutos, que incluyen, según quienes lo han probado, alucinaciones y estados eufóricos. Se compara, por ello, a la inhalación de pegamento pero algunos países, como los Países Bajos, ya lo han prohibido por sus riesgos.
Y es que quizás lo menos conocido de esta droga es que puede llevar a graves problemas de salud, especialmente por el hecho de conllevar a la falta de oxígeno al cerebro y lo que esto puede implicar (desde desmayos a paradas respiratorias). El consumo continuado puede, además, dañar la médula espinal y llegar a provocar la muerte. Mollie, una joven británica, quedó gravemente herida por su consumo y ahora ha explicado su caso para concienciar a otros jóvenes de los peligros del 'gas de la risa'.
«Diez cajas a la semana»
La joven, que vive en Gales y tiene 25 años, relata en el portal BBC que empezó a consumir esta droga a raíz de la pandemia por el Covid, porque se sentía sola y aislada y porque pensó que le ayudaría a sobrellevar sus momentos de bajo ánimo. Y quedó muy enganchada al producto.
«Compraba diez cajas a la semana, y cada caja contenía 24 cápsulas», confiesa. A pesar de este consumo excesivo, siguió con su vida normal. Hace un tiempo, sin embargo, notó que algo no iba bien. Empezó a sentir entumecimiento y hormigueo en manos y pies. «Una parte de mí no quería admitir que tuvieran relación con el 'gas de la risa'», reconoce al medio británico.
El pasado marzo la situación empeoró hasta niveles insospechados. Mollie se dirigía al trabajo cuando, de repente, se dio cuenta de que no podía caminar. Quedó paralizada y acabó acudiendo a un hospital, donde pasó un mes y medio ingresada en un hospital y donde le confirmaron que la culpa de ello la tenía esta droga.
Allí, los médicos le detectaron una gran inflamación en su médula espinal y un consecuente daño cerebral por este consumo continuado. Presentaba, además, «graves daños en los nervios» por los momentos en los que había dejado su cerebro sin oxígeno.
Uno de los sanitarios, detalla, le preguntó si consumía 'gas de la risa'. «Y le respondí que frecuentemente», remarca. La respuesta de los médicos fue la peor de las noticias que podría recibir: vaticinaron que nunca más podría caminar por las secuelas de esta terrible droga.
Y es que en su caso el óxido nitroso interfirió a su metabolismo y dañó una capa protectora de los nervios que se encuentra en la parte posterior de la columna vertebral. Por suerte su caso fue reversible y tras seis semanas en rehabilitación consiguió recuperarse, aunque todavía siente el hormigueo en manos y pies. «Solía ir a correr y bailar y ahora no puedo hacer estas cosas», lamenta.
Confiesa, con todo, que de su historia salió algo positivo. Se dio cuenta de que tenía una gran vocación para temas médicos y acabó redirigiendo su trabajo para convertirse en enfermera. «Eso fue lo mejor que saqué de todo esto», sentencia. Mollie, que prefiere no decir su apellido ni mostrar su rostro, confía ahora en que ilegalicen esta droga en su país.
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