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Ni una llamada, ni un adiós ni ninguna muestra de agradecimiento. Res. Tan solo un burofax formal y conciso en el que se especifica que, después de 30 años, el contrato de alquiler se extingue. De esta manera "fría", Francesc Guinjoan se enteró de que el alquiler ya no se le renovaba más y que tenía que marcharse del piso de Sarrià donde ha pasado buena parte de la vida. La comunicación la recibió en marzo y ahora, a principios de junio, pasa los días haciendo cajas para estar fuera antes del 13.

"Yo me considero maltratado. Al cabo de tres décadas me merecía otra cosa, al menos un aviso en persona y con tiempo", critica. Una vez leído el documento, llamó al administrador de la finca y le confirmó que el propietario —un gran tenedor— estaba interesado en explotar el edificio de otra manera. Y en ese momento se descubrió el pastel: los 15 vecinos del bloque, en el número 20 de la calle de Bonaplata, habían recibido el mismo burofax con la finalización de los contratos.

L’edifici en qüestió, el número 20 del carrer de Bonaplata

La gentrificación está llegando a toda Barcelona. No hay piedad. Sarrià se convertirá en un barrio sin alma"
Francesc Guinjoan, vecino de Sarrià

¿Y qué otro negocio tenía planeado la propiedad? Averiguaron que los seis pisos del inmueble tienen licencia de uso turístico desde 2014, hace 10 años. "La gentrificación está llegando a toda Barcelona. No hay piedad. Sarrià se convertirá en un barrio sin alma", sentencia El Francesc. La única que se ha ahorrado el trance es la Vicenta, vecina de 101 años que tiene un contrato de renta antigua y, por tanto, vitalicio. Eso sí, tendrá que convivir con maletas y desconocidos cuando empiece la actividad turística.

Los vecinos de Bonaplata, 20 han hecho piña e incluso hicieron una consulta a los colectivos por el derecho a la vivienda. Les aconsejaron quedarse en el piso pese a que se acabara el alquiler, pero finalmente han decidido claudicar. El vecino entrevistado por el 'básicos' explica que, con 65 años, ya no se ve con ánimo de resistir. De hecho, la mayoría de inquilinos ya se han buscado una alternativa y el Francesc, que tenía ahorros, ha optado por la compra de una vivienda. "No tengo ganas de que, en los 70, me vuelvan a echar fuera", dice.

Clam para que las administraciones pongan hilo en la aguja

Por lo demás, algunos inquilinos han tenido que irse a otras ciudades y dejar Sarrià después de una década. Según Francisco, sienten que han sufrido un desahucio invisible. "Formalmente no nos han desahuciado, pero en la práctica, sí", añade. Y concluye: "El turismo de la ciudad me ha hecho fuera de mi piso". Pide a las administraciones que pongan hilo a la aguja para evitar casos como este.