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El cambio en el color del mar que afecta a todo el mundo, incluidas las costas de España, y que causa que los océanos estén pasando de azul profundo a verde, es un fenómeno que genera preocupación entre científicos, ambientalistas y políticos. En este contexto, la Estrategia de la Unión Europea sobre Biodiversidad 2030 busca reparar el daño ambiental y proteger la naturaleza, enfocándose en los ecosistemas marinos, que están sufriendo especialmente por la actividad humana y el cambio climático.
Se propone que para el 2030, el 30% de las aguas esté protegidas, con medidas para hacer la pesca y la acuicultura más sostenibles, promoviendo energías limpias y reduciendo el impacto en los ecosistemas.
El fitoplancton
Una de las causas principales de este cambio de color es el aumento de la proliferación de fitoplancton, organismos microscópicos que flotan en la superficie del mar y que, al crecer en cantidad, dan un tinte verdoso al agua debido a la clorofila. El fitoplancton es esencial para la vida marina, ya que produce la mayor parte del oxígeno que respiramos y es la base de la cadena alimentaria oceánica. Sin embargo, su incremento descontrolado puede indicar problemas subyacentes en el equilibrio del ecosistema marino.
Según un estudio reciente, el aumento de las temperaturas y la alteración de los patrones de circulación oceánica están favoreciendo la proliferación de ciertas especies de fitoplancton en las aguas españolas, denominadas cianobacterias. Este fenómeno no es exclusivo de España, pero los efectos en las costas del Mediterráneo y del Atlántico se están volviendo cada vez más notorios.
Los efectos del cambio climático
Un estudio publicado en Nature en 2023 reveló que el cambio en el color de los océanos podría ser uno de los primeros indicios visibles del cambio climático. Este fenómeno, monitorizado durante las últimas dos décadas, muestra que áreas extensas, hasta un 56% del agua de los océanos, están experimentando cambios de color.
Las consecuencias ecológicas
La proliferación de fitoplancton suele llevar a la aparición de zonas muertas, que causan la muerte de peces y otros organismos marinos y alteran drásticamente los ecosistemas locales.
Las zonas muertas son áreas oceánicas donde hay muy poco oxígeno, lo que hace que sea difícil para la vida marina sobrevivir. Cuando hay un exceso de nutrientes, como fósforo y nitrógeno, que provienen de actividades humanas como la agricultura, estos nutrientes llegan a los cuerpos de agua y favorecen el crecimiento descontrolado del fitoplancton. Este crecimiento masivo, conocido como floraciones algales nocivas (FAN por sus siglas en inglés), puede parecer inofensivo al principio, pero cuando las algas mueren, se descomponen y consumen mucho oxígeno en el proceso.
La reacción de España
Por su parte, España está tomando medidas para proteger sus mares y abordar el cambio de color del océano. El 9 de julio de 2024, en el Consejo de Ministros, el Gobierno remitió a las Cortes el tratado sobre Diversidad Biológica Marina en áreas fuera de la Jurisdicción Nacional (BBNJ) para su ratificación. Este tratado, firmado por Pedro Sánchez en septiembre de 2023, cuando España ejercía la presidencia del Consejo de la Unión Europea, necesitaba la aprobación de 60 países para entrar en vigor, y para octubre del año pasado ya superaba los 70.
Tras este paso, se envió el expediente del acuerdo para su tramitación parlamentaria y posterior aprobación. Este acuerdo establece un marco legal que regula las actividades humanas en alta mar, permite crear áreas marinas protegidas y establece cómo compartir los beneficios de los recursos genéticos marinos. Además, se compromete a proteger el 30% de la alta mar antes de 2030, un gran aumento respecto al 1 por ciento actual.
Para el Ministerio de Asuntos Exteriores, este tratado es fundamental para alcanzar el objetivo global 30×30 del Marco Mundial de Biodiversidad de Kunming-Montreal, y representa un paso clave para cuidar nuestros océanos y su biodiversidad.
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