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La gente suele preguntarse ¿Qué es la circulación Termohalina?, ya que no es un término de uso muy común. Cuando el agua está fría es bastante más densa que al estar tibia o caliente. El hecho de tener una mayor cantidad de sal disuelta también aumenta su densidad. Por el contrario, la densidad disminuye al bajar la salinidad del agua. Estos principios son los que rigen a la circulación termohalina.
Las corrientes oceánicas más superficiales tienen en el viento a su mayor impulsor, aunque no es el único factor de movimiento. En cambio, las más profundas dependen de un riguroso equilibrio de densidades. A la circulación termohalina se la conoce también como la “cinta transportadora” del mar. Puesto que una las principales corrientes de aguas conectando los océanos Atlántico, Pacífico e Índico.
Factores de influencia de la circulación termohalina
En las latitudes más altas existen una gran cantidad de mecanismos que tienden a aumentar la densidad de las aguas oceánicas. Entre ellos destacan los gélidos vientos que soplan desde los polos, que enfrían las aguas superficiales y eliminan los restos de calor que puedan aportar los rayos solares.
Las aguas más heladas tienen una mayor densidad. Y, por tanto, tienden a hundirse. A ello se le suma que en ciertas circunstancias la disminución de temperaturas ayudan a que se formen hielos marinos. Que son otro de los elementos que densifican las aguas que se encuentran más cercanas a los polos y a las costas más frías.
Estos cambios de temperatura y densidad acaban formando más hielo y durante esta transformación, la sal que se encontraba disuelta se elimina mediante un proceso llamado “exclusión de salmuera”. El resultado es que el hielo está conformado por agua dulce, prácticamente en su totalidad. Y la sal eliminada pasa a engrosar la densidad del agua circundante.
Por una simple diferencia en el peso, las aguas más densas, ya sean por exceso de salinidad o por bajas temperaturas, son las que se sumergen. Luego de atravesar las capas más superficiales, finalmente alcanzan las llanuras abisales y las partes más remotas y profundas de los océanos, desde donde comienzan a moverse.
Los Océanos Atlántico Norte, Ártico y toda la zona oceánica austral son los generadores de aguas más frías y saladas. Gracias a que el fondo oceánico que se encuentra en la zona del estrecho de Bering es poco profundo, se evita que las corrientes más profundas y densas se muevan desde el Océano Ártico hacia el Océano Pacífico.
Las aguas más densas del lecho del norte del Océano Atlántico se mueven hacia el sur. Y se unen a las que provienen de las profundidades del Océano Austral. Una vez más se da la situación de poca profundidad en el área de conjunción. Lo que impide que el flujo de ambas acabe en el Océano Pacífico.
En este caso es el Pasaje Drake, un estrecho entre la Península Antártica y la zona más austral de América del Sur, es el que impide que la fría corriente del Océano Atlántico unida a las gélidas aguas australes vaya hacia el oeste. Por tanto, en este punto, la circulación termohalina gira y pone rumbo hacia el este.
Diversificación
A partir de allí se producen varias divisiones dado que hay corriente que fluyen hacia el norte. Y circunnavegan las costas orientales del continente africano con rumbo al Océano Indico. Al tiempo que el resto sigue con rumbo este y al llegar a la cuenca del Océano Pacífico recién vira hacia el norte.
Este es el punto crucial, en el que las dos ramas que conforman la circulación termohalina al fin comienzan a mezclarse con aguas más ligeras, con temperaturas más altas y mayor grado de salinidad. Y revierten el proceso que les dio origen. Al perder densidad acaban resurgiendo de las profundidades y vuelven a la superficie.
Circulación Termohalina: un camino largo y tortuoso
Los científicos estiman que para que esas enormes masas de agua puedan completar el viaje entero, que las lleve desde el norte del Océano Atlántico en donde surgen, hasta los sitios en los cuales confluyen con las cálidas aguas del Océano Pacífico, pueden transcurrir aproximadamente 1600 años.
Con el fin de conseguir que haya un adecuado equilibrio en el flujo de las aguas más profundas hacia las costas de la India y el Océano Pacífico, las aguas superficiales fluyen hacia el suroeste, de modo que atraviesan el archipiélago indonesio y llegan al Océano Índico, donde se unen con otras corrientes cálidas.
Se forma un flujo combinado que bordeará África y al llegar a su extremo sur se internará en el Océano Atlántico. A partir de allí, esta corriente superficial pone rumbo norte y recibe un cálido empujón de la Corriente del Golfo. Para abrirse camino una vez más hasta el extremo norte del Atlántico y comenzar el ciclo otra vez.
Gracias al patrón global de la circulación termohalina, las aguas de los océanos se mezclan, constituyendo un sistema único, diverso, vasto e interconectado. Además, juega un rol imprescindible en el suministro de calor a las áreas polares. Lo que influye en la cantidad de hielo que se forme y a su vez en el albedo y en la conformación de los sistemas climáticos del mundo y en el mantenimiento de la vida.
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