Todo lo que está bajo el mar, por importante que sea, parece no existir para los seres humanos. Es el constante lamento de los oceanógrafos y otros expertos marinos. Y, sin embargo, la posidonia es una planta submarina realmente prodigiosa, pues no solo actúa como guardería y hogar de una gran cantidad de peces y otros animales marinos, sino que captura cantidades ingentes de CO2 de la atmósfera. Sin la posidonia, que alfombra los fondos marinos del Mediterráneo con sus características ‘cintas’ verdes, este mar moriría sin remedio.
Se trata de una planta que, en todo el planeta, solo crece en el Mediterráneo, pero es en el estrecho que separa las islas de Ibiza y Formentera donde se encuentra el ejemplar más extenso y también más longevo. Es una gran pradera de ocho kilómetros de longitud que constituye un único ser vivo y que se originó hace nada menos que 100.000 años, según dio a conocer un equipo internacional de científicos en 2006 y que estaba integrado por el CSIC, la Universitat de les Illes Balears y otros expertos de Portugal, Caribe y EEUU.
Se trata, según los investigadores, del ser vivo más longevo del planeta, superando ampliamente los 16.000 o 80.000 años que se supone al bosque Pando, que crece en EEUU y cuyos miles de árboles forman también un solo organismo.
Además de ser el más viejo, podría ser también el más grande y extenso, pues rivaliza por este título con la pradera de otra variedad de posidonia que crece en Australia y que tiene una longitud ligeramente superior (unos 10 kilómetros), pero cuya edad alcanza ‘solo’ los 4.500 años, según se descubrió hace dos años por investigadores de la Universidad de Australia Occidental.
Un organismo en retroceso
La posidonia de Ibiza, pese a ser el organismo más viejo del planeta y pese a sus grandes servicios ecológicos, está muriendo. Científicos como Carlos Duarte, Manu San Félix y otros expertos en esta planta submarina alertan sobre el dramático futuro al que se enfrenta la especie. De hecho, no es una previsión de futuro, sino una triste realidad del presente. La gran planta de Ibiza ya ha perdido entre el 40% y el 50% de su superficie en determinadas áreas clave, a causa de los fondeos incontrolados de buques recreativos. Y, en general, sufre una regresión continuada que va mermando su superficie total.
Grandes yates de lujo, con las dimensiones a veces de un ferry, lanzan sus anclas sobre las praderas. Estas grandes piezas metálicas y las gruesas cadenas que las sujetan actúan como tractores arando un campo, devastando la pradera y dejando calvas en las que desaparece la rica biodiversidad que habitaba desde hace miles de años. Unos pocos minutos o horas bastan para segar la vida que creció allí durante una eternidad.
Las gigantescas anclas que lanzan al fondo del mar los macroyates de lujo actúan como tractores que deforestan la posidonia
Paradójicamente, esta pradera submarina está doblemente protegida por la figura de Parque Natural y por la de Patrimonio de la Humanidad, esta última aprobada por la Unesco en 1999. Nada de ello impide que centenares de estos yates echen el ancla todos los veranos sobre este organismo, aumentando la extensión de las ‘calvas’, a pesar de los esfuerzos de los vigilantes del Parque Natural que monitorizan la zona a bordo de lanchas del Govern balear.
No solo eso: los vertidos de las depuradoras de la isla son otra de sus amenazas. Ello es debido a que las continuas averías de estas instalaciones y un insuficiente grado de depuración hacen que sigan lanzando al mar material orgánico que mata a la posidonia. De hecho, la calidad de las aguas de baño en las playas de Ibiza no hace más que descender, peldaño a peldaño, desde hace unos veinte años, según alertan las organizaciones conservacionistas de la isla, como el Grup d’Estudis de la Naturalesa (GEN-GOB) o Ibiza Preservation, a través de su Observatorio de Sostenibilidad.
El calentamiento del mar acelera su mortalidad
Y, para terminar de rematarlo, el calentamiento global se alía con estos dos factores para poner en jaque la posidonia que aún permanece a salvo en el conjunto del Mar Mediterráneo. La Universitat de les Illes Balears calcula que la pérdida anual de superficie de posidonia supera ya el 5%, pero es que por cada grado en que aumenta la temperatura marina, su desaparición se acelera. Y ese calentamiento es cada vez más acusado.
Según el Instituto Español de Oceanografía, a partir de los 28 grados de temperatura del agua, la tasa de mortalidad de la posidonia se triplica, y en los dos últimos veranos se han registrado picos de temperatura de hasta 31 grados. Esta tropicalización del Mediterráneo es incompatible con la vida de la posidonia.
“Una hectárea de las praderas de posidonia del Mediterráneo secuestra tanto carbono como 15 hectáreas de bosque amazónico”
Oceanógrafo
Esto es lo que ocurre con una planta que es calificada por Carlos Duarte como “campeona del secuestro de carbono de nuestra biosfera”. “Una hectárea de las praderas de posidonia del Mediterráneo secuestra tanto carbono como 15 hectáreas de bosque amazónico”, desvela Duarte, quien añade: “Y, además, no se quema”, en alusión a los devastadores incendios de la Amazonía, que aumentan el lanzamiento de CO2 a la atmósfera.
Incomprensión del sector turístico
La posidonia que vive en el Mediterráneo se enfrenta, además, a la incomprensión e incluso a la ignorancia de muchos empresarios turísticos. Son habituales las quejas de hoteleros por la presencia de grandes acumulaciones de hojas secas de posidonia en las orillas de la playa en determinadas épocas del año. Aunque sean una molestia para los turistas, esos bancos de hojas secas son un mecanismo de autodefensa de las playas para conservar su arena frente al oleaje de los temporales. Si se retira esa posidonia, entonces ese oleaje se lleva la arena y no queda playa.
La desaparición de la posidonia es difícil de revertir. Hay en marcha varios proyectos para cultivar artificialmente esta planta y tratar luego de trasplantarla al medio natural. Pero su ritmo de crecimiento, en estas condiciones, es tan lento (de uno a tres centímetros al año) que se necesitarían muchas décadas para que una planta alcance un porte considerable. Según los expertos, la única opción es preservar a toda cosa la posidonia, evitando cualquier impacto sobre ella.
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