Los horrores de los experimentos médicos durante la Segunda Guerra Mundial siguen siendo uno de los episodios más oscuros de la historia, pero las actividades de la unidad japonesa 731 en el territorio ocupado de China han sido hasta ahora muy poco estudiadas. Investigadores de la Academia de Ciencias Médicas Militares de Pekín han presentado nuevos datos que confirman los relatos de las atrocidades de esta unidad.
Las muestras de suelo tomadas en el lugar de la antigua instalación de esta unidad, ubicada en el noreste de China, revelan rastros de Bacillus anthracis, la bacteria que causa el ántrax. Este descubrimiento confirma los informes de que en los laboratorios del escuadrón se estaban desarrollando armas biológicas y de que los prisioneros eran infectados deliberadamente con enfermedades mortales, según publica el medio Kaldata.com.
Los investigadores del estudio enfatizan que el Bacillus anthracis (ántrax) es uno de los agentes más peligrosos utilizados para la guerra biológica o el terrorismo. La enfermedad provoca de llagas negras, fiebre, hichazón y problemas respiratorios graves.
El análisis de muestras del suelo de la unidad 731 reveló marcadores genéticos que indicaban que la bacteria encontrada era de origen artificial. Además, se examinaron 24 muestras de otros 12 lugares de las inmediaciones, en las que no se encontraron rastros de ántrax. Esto, según el mismo medio, confirma que la contaminación del suelo está relacionada con la actividad del laboratorio y no con el medio natural.
Los científicos vincularon los resultados del análisis con documentos históricos, formando una base de evidencia de que estas bacterias se utilizaron en experimentos inhumanos y probablemente para el desarrollo de armas biológicas. Además, destacan que estos restos biológicos de la Segunda Guerra Mundial aún pueden representar una amenaza para la salud de las personas y el medio ambiente.
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