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Los Andes de Ecuador son conocidos por sus galciares, pero estos están experimentando una pérdida significativa de volumen debido al cambio climático. Este fenómeno afecta a glaciares de todo el mundo, pero en los glaciares ecuatorianos ha tenido un impacto especialmente dramático.
Según estudios realizados en la última década, los glaciares de Ecuador han perdido en aproximadamente 30 años entre un 30% y un 50% de su superficie. Esto podría tener consecuencias devastadoras para los ecosistemas y las comunidades que dependen de ellos. Este retroceso de los glaciares ha sido documentado en Ecuador desde la segunda mitad del siglo XX.
A partir de 1976, la pérdida volumen se ha acelerado de manera alarmante. En los últimos 30 años, según el libro Glaciares de los Andes Tropicales: Víctimas del Cambio Climático, elaborado en el 2014, glaciares emblemáticos como el Cotopaxi, el Antisana y el Chimborazo han visto reducida de forma significativa su superficie nevada, a causda del cambio climático.
Ecuador perdió el 35.4 % de la superficie de sus glaciares en 39 años, de acuerdo con un análisis satelital realizado por MapBiomas Ecuador. Entre 1985 y 2023, la superficie de estas grandes masas de hielo pasó de 8545 hectáreas a 5851 hectáreas. En ese periodo, el glaciar del volcán Carihuairazo desapareció, mientras que el de la elevación Iliniza Sur se redujo en un 81.2 %.
“Desde 1985, cuando se inician nuestros análisis de la serie temporal, se nota una disminución de la superficie de los glaciares. Anualmente vemos una disminución, pero en los últimos 10 años, la pérdida es muchísimo más pronunciada”, dice Wagner Holguín, coordinador técnico de MapBiomas Ecuador, un proyecto a cargo de la Fundación Ecociencia.
El análisis encontró que la influencia del sistema climático amazónico ha permitido que los glaciares de la Cordillera Oriental tengan porcentajes menores de pérdida. Por ejemplo, los volcanes Cayambe, Antisana y Altar, ubicados en esa cordillera, perdieron alrededor del 30 % de sus glaciares, en contraste con el porcentaje mayor que perdieron el Carihuairazo y el Iliniza Sur.
Esto se debe, explica Holguín, a que los glaciares se alimentan de la humedad que llega desde la cuenca baja del Amazonas. A medida que esa masa de vapor caliente se eleva desde la Amazonía, se enfría y cae como agua, y al chocar con las altas montañas, se condensa y cae como nieve.
El Cotopaxi, también ubicado en el flanco oriental, es un emblemático volcán de los Andes ecuatorianos que ha perdido el 38.6 % de sus glaciares. Este es un “caso especial”, de acuerdo con Rubén Basantes, docente de la Universidad Yachay Tech y glaciólogo experto en los efectos del cambio climático en los glaciares andinos. Dice que no se ha podido distinguir si la reducción de su masa de hielo responde a la influencia del clima, al calor que emana debido a su actividad volcánica o a ambas cosas.
Más estudios sobre glaciares
Aunque la pérdida de glaciares en Ecuador es preocupante, es considerada moderada, según el estudio que lideró Basantes sobre los glaciares del volcán Antisana, New insights into the decadal variability in glacier volume of a tropical ice cap, Antisana, publicado en la revista especializada The Cryosphere.
Además, cita el artículo Two decades of glacier mass loss along the Andes, publicado en 2019 en Nature Geoscience, que muestra que mientras en Ecuador, el norte de Perú y el norte de Chile la disminución es moderada, en Colombia, el sur de Perú y el centro y sur de Chile, la pérdida es alarmante en el periodo 2000-2018.
Si bien hay muchos factores que inciden en la desaparición de los glaciares, en el caso de los Andes se observa que la altura de las elevaciones es clave. Bolívar Cáceres, investigador de la criosfera del Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología de Ecuador (Inamhi), explica que las montañas acumulan hielo sobre los 5100 metros sobre el nivel del mar (msnm) y bajo esa altura, está la zona de ablación o de los fenómenos que ocasionan la pérdida de la masa del glaciar. Por lo tanto, los glaciares más afectados también son los que están por debajo de la llamada línea de equilibrio, como el Carihuairazo, que está a 5018 msnm.
Desequilibrio climático y desaparición de los glaciares
El calentamiento global es el principal responsable de la deglaciación. Basantes explica que el cambio climático es un fenómeno que sucede en un periodo geológico bastante amplio, de miles de años, pero desde la etapa industrial, este fenómeno se ha acelerado. Esto se debe al aumento de la emisión de gases de efecto invernadero por el uso de combustibles fósiles. Uno de esos gases es el dióxido de carbono o CO2, que tiene una capacidad de calentamiento bastante alto y que está incidiendo en el aumento de la temperatura a escala global.
Cáceres dice que en la zona andina se ha observado un incremento de 0.2 grados centígrados en 20 años. “Parece un valor pequeño, pero es bastante alto para los glaciares”, asegura. El experto del Inamhi además recuerda que, a escala global, 2024 fue el año más caluroso desde que existen registros.
“El rol de la precipitación es fundamental para la preservación del glaciar o para su derretimiento”, dice Basantes. Cuando las temperaturas son bajas, las precipitaciones llegan a la superficie en forma de nieve, protegiendo y alimentando el glaciar. Por el contrario, cuando las temperaturas se elevan, las precipitaciones caen en forma de lluvia, lavando y exponiendo la superficie de hielo y roca.
Al quitar el manto blanco de la nieve, el glaciar pierde la capacidad de reflejar la energía de la radiación solar. Entonces, la energía se queda atrapada en el bloque de hielo y se convierte en calor, contribuyendo al derretimiento de la superficie del glaciar, de acuerdo con el docente.
En el contexto del calentamiento global, los gases emitidos por las actividades humanas impiden que la radiación solar que es reflejada por la superficie terrestre salga de la atmósfera, generando calentamiento atmosférico. Este fenómeno afecta al equilibrio climático, “entonces eso obviamente va a tener repercusiones en los ecosistemas, en los glaciares, en los ríos…”, dice el experto de Yachay Tech.
Otros fenómenos climáticos también influyen en el derretimiento de los glaciares. Basantes dice que distintos trabajos científicos han observado que durante el fenómeno de El Niño, la tasa de deshielo de los glaciares aumenta. Esto se debe a que durante el calentamiento del Pacífico, las masas de aire húmedo provenientes de la Amazonía pierden su fuerza, provocando una reducción de precipitaciones en la cordillera. Por el contrario, durante el fenómeno de La Niña, los vientos del Este se fortalecen, trayendo consigo la humedad amazónica. Cuando la atmósfera es fría, predominará la nieve, lo que reduce la tasa de derretimiento del hielo, describe Basantes.
Hay factores no climáticos que también afectan a los glaciares. El estudio Amazonian Biomass Burning Enhances Tropical Andean Glaciers Melting, publicado en 2019 en Scientific Reports, encontró que los vientos arrastran impurezas resultantes de las quemas forestales en la Amazonía hacia los Andes, contribuyendo aún más a la pérdida de la capacidad de reflejar la radiación solar de los glaciares.
La esperanza es que haya menos Gases de Efecto Invernadero
La pérdida de glaciares tiene diferentes efectos. Por un lado, los glaciares, principalmente de los casquetes polares, regulan la cantidad de energía que se queda atrapada en la superficie. Es decir, su función es la regulación térmica del planeta. A medida que desaparecen, la temperatura del globo sufre un desequilibrio.
Por otro lado, estos son grandes reservorios naturales de agua dulce que proveen a los ecosistemas y a los seres humanos. “Deberían ser preservados, justamente ahora que se está hablando de la sequía en Ecuador”, dice Basantes, en referencia a la sequía hidrológica que afectó al país en 2024 y provocó cortes energéticos por el desabastecimiento de las hidroeléctricas.
Bolívar Cáceres ha visto que las comunidades cercanas al Carihuairazo han sido afectadas por la disminución de los caudales de agua. Este riesgo también lo enfrentan los servicios de agua potable y de regadío de las zonas urbanas y rurales de ciudades como Quito o Cayambe, que dependen de los glaciares para abastecerse.
En el caso del volcán Antisana, Holguín dice que se ha identificado que el espejo de agua de una de sus lagunas, llamada La Mica, ha aumentado. “Se puede asumir que esta es una buena noticia porque parece una señal de que hay más agua, pero realmente indica que el glaciar se está derritiendo demasiado rápido”, asegura. Lo mismo ha sucedido en el volcán Altar, mientras sus glaciares se reducen, la superficie de sus lagunas aumenta.
El experto del Inamhi cuenta además que ha observado un cambio en la vegetación próxima a donde estaba el glaciar del volcán. “Han aparecido nuevas plantas y animales, pero también, otras especies han desaparecido”, dice. Cáceres cree que es necesario que expertos en biodiversidad estudien los cambios que se están produciendo.
Un efecto poco esperado del derretimiento de estos grandes bloques de agua es la acidificación de las fuentes hídricas. En Perú, una investigación del Instituto Geológico, Minero y Metalúrgico (Ingemmet) observó que a medida que se derrite el hielo del nevado Pastoruri, la roca queda a la intemperie. Entonces se da un proceso de oxidación y eliminación de minerales que contaminan los cuerpos de agua. El estudio encontró dióxido de silicio, hierro, aluminio, magnesio, zinc y otros minerales en 12 manantiales y 22 lagunas usadas por la población.
La desaparición de los glaciares también tiene efectos en actividades turísticas y culturales. Por ejemplo, Cáceres cuenta que era común que montañistas tengan entre sus destinos al Carihuairazo. Las personas de las comunidades cercanas trabajaban como guías de aquellos que querían subir al glacial. Ahora, la comunidad ya no puede ofrecer ese servicio turístico y se ha volcado a ofrecer trekking.
Esta problemática “no involucra solo a las personas que vivimos en la región andina”, asegura Cáceres. El experto dice que este es un problema que concierne a todo el planeta, pues el derretimiento de glaciares incide en el aumento del nivel del mar –que ya tiene graves efectos en las comunidades costeras–, en la desregulación de la temperatura del planeta, y en la disminución de agua segura.
Para destacar la importancia de los glaciares, las Naciones Unidas declararon que 2025 es el Año Internacional de la Conservación de los Glaciares y se proclamó al 21 de marzo de cada año como Día Mundial de los Glaciares. “Si no aportamos a reducir las emisiones de Gases de Efecto Invernadero, será un problema muy difícil de revertir”, advierte Cáceres.
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