Ubicada en las montañas Ellsworth del sur, una cadena de picos irregulares fue vista por primera vez por el aviador estadounidense Lincoln Ellsworth en 1935 y, a pesar de que ya casi pasaron 100 años, aún no tiene nombre, pero sí misterio. Se trata de una montaña escondida en un mar de nieve en la Antártida cuyos cuatro lados se parecen mucho a una pirámide egipcia, principalmente cuando se la ve desde arriba.
Lo sorprendente, de acuerdo con estudios científicos, es que no fue hecha por el ser humano, sino por la lenta erosión del viento y la nieve durante millones de años. Cada uno de sus lados tiene unos dos kilómetros de extensión y si quieres buscarla se encuentra en 7958’39.25"S 8157’32.21"O.
Muy cerca de ella se encuentra una base de investigación para científicos del clima llamada Patriot Hills. La "pirámide" de la Antártida tiene unos 1.265 metros de altura y cuatro laderas empinadas que vigilan una región conocida por albergar fósiles de trilobites y otras criaturas de 500 millones de años de antigüedad que datan del período Cámbrico (hace entre 541 y 485,4 millones de años).
De acuerdo con los expertos, es probable que sus laderas hayan sido talladas y alisadas hasta formar una pirámide debido a cientos de millones de años de erosión. En concreto, las rocas pueden haber estado sujetas a la erosión por congelación y descongelación, que es cuando el agua y la nieve llenan pequeñas grietas durante el día y luego se congelan por la noche. El agua se expande en las grietas a medida que se congela, lo que hace que los huecos se agranden bajo la presión resultante y, finalmente, hace que grandes trozos de roca se desprendan de la montaña.
Tres de los lados de la montaña piramidal parecen haberse erosionado al mismo ritmo, mientras que el cuarto lado, la cresta oriental, se habría formado de modo independiente.
Surgieron varias teorías de conspiración para explicar su casi perfecta forma piramidal: que era el origen de todas las construcciones similares en el planeta, que había sido levantada por alienígenas…, pero la realidad es que nada demuestra que haya sido tallada por el ser humano. Ni las grietas, ni su edad o su perfil señalan un culpable más allá del tiempo.
Según Eric Rignot, profesor de ciencias del sistema terrestre en la Universidad de California, Irvine y científico investigador principal del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, “las formas piramidales no son imposibles: muchos picos se parecen parcialmente a pirámides, pero solo tienen una o dos caras como esa, rara vez cuatro como esta”.
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