La escena, completamente imaginaria, se produce en Londres, a mediados del siglo XIX. Un joven Charles Darwin rechaza un viaje alrededor del mundo y se hace conocido por la sociedad por afirmar que la evolución es una de las leyes a las que responde la biología y que, en muy pocas palabras, compartimos antepasados con otros primates. Para sintetizar su argumento, señala que descendemos del mono. La comunidad científica se lleva las manos a la cabeza y la sociedad se burla de él, mientras todos le piden que aporte pruebas. Su respuesta ante esto es que son todos los demás quienes tienen que aportarlas. Y, cuando lo hacen, las desestima con argumentos que nada tienen de científico.
¿Te imaginas algo así? Pues precisamente eso es lo que ocurre con los terraplanistas: sin aportar ninguna evidencia científica, basándose en supuestos científicos de diversos campos que han afirmado que es cierto (sin mencionar sus nombres o pruebas), exigen que la comunidad científica exhiba pruebas de que nuestro planeta es un geoide, una esfera con los polos ligeramente achatados.
Afortunadamente, la ciencia no funciona así y Darwin, al igual que antes Copérnico, Kepler o Newton, todos tuvieron que aportar pruebas de que lo que proponían era cierto y podía ser confirmado por métodos científicos y por otros expertos.
De este modo, intentar convencer a alguien de que la Tierra es una esfera, no tiene sentido. Por un lado, debería ser quien propone la alternativa quien aporte sus pruebas y, por otro, estas personas están tan convencidas de su lógica que siempre encontrarán un motivo para dudar de la ciencia. Aun así, si te empeñas en una discusión con aquellos que piensan que hay una confabulación global para hacernos creer que la Tierra es una esfera (pese a que no se conozcan científicos que hayan participado de ella para luego denunciarla), aquí tienes algunas herramientas.
La primera prueba sería pedirle a nuestro interlocutor que nos diga cuán lejos puede ver. Luego que se suba a un árbol (escalera, balcón, terraza…) y responda a la misma pregunta. Si la Tierra fuera plana, nuestra visión sería la misma, sin importar si estamos a 2 metros sobre el nivel del mar que si estamos a 20. O a 200. Esto también podemos hacerlo con un móvil: sacando una foto con la misma longitud focal a 10 metros y luego a 30 metros de altura. El horizonte será distinto. ¿El motivo? La curvatura de la Tierra. Lo mismo podríamos decir con respecto a la noche: en las condiciones adecuadas, podríamos fotografiar Nueva York desde Finisterre o al menos ver sus perfiles con un telescopio casero.
Otra posibilidad es que llamemos a algún amigo o conocido que viva en un país lejano. Si la Tierra fuera plana, todos tendríamos la misma zona horaria: el Sol nos daría a todos por igual en el mismo momento. Tampoco existirían la noche y el día: sería de noche aquí y en Japón en el mismo momento. Supongo que las estaciones del año podrían justificarse porque el Sol está más cerca o más lejos nuestro… Pero en el hemisferio sur hace frío y es invierno cuando aquí disfrutamos del verano. Y viceversa.
Lo que nos da paso a otra prueba: vemos diferentes estrellas en el hemisferio sur y en el norte. Para esto solo te basta viajar o hablar con alguien que esté en el hemisferio sur… Sin importar dónde, ya que en ese momento será de noche para todos, no?
Finalmente, existe la infalible prueba que podríamos llamar “comodín de la llamada”. A las 09:00 de la mañana prueba llamar a Argentina, Uruguay, Paraguay, México o Chile. Seguro que no hay problema, ya que no existe la diferencia horaria… Tú diles que quieres hablar sobre el terraplanismo. Verás cómo la diferencia horaria existe. En el camino aprenderás formas de hablar español que seguro desconocías.
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