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En el noroeste de Siberia, una región rica en depósitos de petróleo y gas, se están formando cráteres de forma explosiva que han despertado la atención de la comunidad científica. Aunque estas explosiones no son directamente provocadas por el cambio climático, los expertos advierten que su frecuencia podría aumentar debido a las transformaciones que este fenómeno induce en el suelo congelado. El permafrost, una capa de terreno permanentemente helado, desempeña un papel crucial en este proceso al actuar como barrera natural que atrapa gases bajo tierra.
La acumulación de gas bajo el permafrost genera una presión que, en ciertas condiciones, puede liberar energía de forma violenta. Las capas gruesas de hielo funcionan como tapas naturales, conteniendo estos reservorios subterráneos. Sin embargo, cualquier debilitamiento de estas capas puede facilitar el movimiento del gas, provocando finalmente explosiones. La actividad humana también influye: décadas de extracción de combustibles fósiles han modificado la estructura del terreno, contribuyendo a desequilibrar un sistema que ha permanecido estable durante siglos.
El Ártico se calienta entre dos y tres veces más rápido que el resto del planeta. Este calentamiento está alargando los veranos en la región, lo que implica periodos más prolongados de deshielo superficial. Esto altera la dinámica hídrica en un terreno especialmente plano, aumentando la posibilidad de desplazamientos de gas que antes permanecía contenido. Estas condiciones hacen que el sistema natural que mantenía a raya las presiones subterráneas esté cada vez más comprometido, y con él, la estabilidad del terreno siberiano.
Aunque estos cráteres comenzaron a documentarse recientemente, los científicos creen que podrían haberse producido durante milenios en zonas de permafrost. Lo novedoso es la combinación de factores actuales que favorecen su aparición más frecuente. La investigación actual se centra en determinar si estos fenómenos son exclusivos de Siberia o si podrían reproducirse en otras regiones árticas con características similares. En cualquier caso, la observación detallada y sostenida de estas zonas será clave para entender su evolución en un contexto climático cambiante.
Según la narración bíblica, Moisés ordenó que las aguas del Mar Rojo se abrieran, permitiendo a los israelitas escapar de Egipto. Esta historia aparece narrada en el libro del Éxodo, en los capítulos 14 y 15; Dios habría escuchado las plegarias de Moisés y habría hecho retroceder las aguas para que los israelitas pudieran cruzar a pie por el fondo seco, mientras que el ejército egipcio que los perseguía se ahogó.
La narración bíblica sitúa el acontecimiento después de las diez plagas de Egipto, cuando Moisés condujo a los israelitas al desierto para encontrar la Tierra Prometida. La tradición sostiene que esta travesía se produjo en el Golfo de Aqaba, que es amplio y profundo, alcanzando una profundidad de 1.850 metros. Sin embargo, para los israelitas cruzar a pie la zona descrita en el Antiguo Testamento habría sido prácticamente imposible.
Según las investigaciones arqueológicas y científicas modernas, el Golfo de Suez parece ser el punto más probable para el cruce. Pero, ¿y si la ciencia hubiera encontrado la explicación? Un grupo de científicos está utilizando modelos informáticos para examinar si un viento fuerte, a una velocidad de 100 km/h, desde la dirección correcta, podría abrir un corredor en el Mar Rojo, revelando un tramo de 5 kilómetros de tierra seca. Cuando el viento amainaba, las aguas regresaban con la velocidad de un tsunami, abrumando a los egipcios que perseguían a los israelitas.
Moisés tal vez dijera que hablaba con Dios, pero igual estaba usando sus conocimientos sobre las mareas y cómo predecirlas basándose en las fases de la Luna, y por ello habría llevado a los israelitas al punto exacto en el que el paso era posible. Es lo que cree el profesor Bruce Parker, ex director científico de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), quien sostiene que Moisés, habiendo vivido en la región desértica cuando era joven, conocía sobre las mareas y los métodos para predecirlas.
El profesor Nathan Paldor, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, sostiene que si un viento soplara a una velocidad de 65-70 km/h durante 24 horas, podría revelar un paso posible, exponiendo el lecho marino el tiempo suficiente para que los israelitas pudieran cruzarlo.
No son los únicos que cruzaron esa zona, en 1789 Napoleón Bonaparte cruzó el Golfo de Suez con sus soldados durante la marea baja, cuando ésta había dejado al descubierto el fondo marino, una bahía con una profundidad media de sólo 20-30 metros, y con una geomorfología que la hace adecuada para esa travesía.
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Los arqueólogos tienen mucho temor de abrir la tumba de Qin Shi Huang, el primer emperador de China, que se encuentra enterrado hace 2 200 años.
La tumba del soberano, que gobernó del 221 a. C. al 210 a. C., está custodiada por un ejército de soldados y caballos hechos de terracota. La sepultura fue descubierta por unos campesinos en 1974 en la provincia china de Shaanxi.
Aunque un grupo de arqueólogos exploró la zona, nunca abrieron la tumba propiamente dicha, y con razón.
Según IFL Science, los expertos no solo creen que causaría daños, sino que hay rumores de que contiene trampas mortales que podrían matar a los curiosos intrusos.
En los escritos del historiador chino Sima Qian, redactados 100 años después de la muerte de Qin Shu Huang, se afirma: “Se construyeron palacios y torres escénicas para cien funcionarios y en la tumba se colocaron artefactos raros y tesoros maravillosos”.
Continúa: “Se les ordenó a los artesanos que fabricaran ballestas y flechas preparadas para dispararle a cualquiera que entrara en la tumba. Se utilizó mercurio para simular los cien ríos, el Yangtsé y el Amarillo, y el gran mar, y se configuraron para que fluyan mecánicamente”.
Aunque miles de años después esas supuestas ballestas no funcionen, aún se teme que el mercurio líquido se filtre por las grietas.
“El mercurio altamente volátil puede estar filtrándose a través de las grietas, que se formaron en la estructura a lo largo del tiempo, y nuestra investigación respalda la información de los escritos antiguos sobre la tumba, que se cree que nunca fue abierta o saqueada”, se sugiere un artículo de 2020.
Al parecer, los científicos han fantaseado con la idea de utilizar técnicas no invasivas para abrir la tumba; sin embargo, aún no han llegado a buen puerto.
ElEspañol
Una auxiliar de tierra del aeropuerto de Barajas. Ricardo Rubio / Europa Press
La crisis de los más de 400 indigentes que pernoctan en las instalaciones de Barajas ha sacado a la luz la complicada situación de algunos trabajadores del Adolfo Suárez. Muchos de ellos denuncian inseguridad, ya que algunos sintecho pueden llegar a ser violentos o conflictivos.
Los empleados más expuestos a estas situaciones de riesgo son los que trabajan en el lado de tierra. En otras palabras, vigilantes de seguridad, personal sanitario, trabajadores en tiendas, empleados de facturación y auxiliares de pasajeros.
Este último grupo se encuentra entre los más expuestos a la citada realidad. Rosa, nombre ficticio para proteger la identidad de esta trabajadora, lleva 10 años trabajando en Barajas y cuenta que la situación de los indigentes se arrastra "desde hace muchísimo tiempo".
"Después de la pandemia el problema ya era insostenible. 'Desembarcaron' en Barajas cientos de indigentes, algunos de ellos muy conflictivos y con problemas mentales muy graves", relata.
Además, cuenta que han recibido "amenazas y agresiones verbales" en varias ocasiones, lo que dificulta mucho que puedan realizar su trabajo "con normalidad".
"Hay un grupo especialmente complicado que incluso lleva un chaleco amarillo y parecen verdaderos empleados. Hablan con los pasajeros y les quieren cobrar por embalarles las maletas, cuando ese servicio ya se ofrece de manera legal", apunta.
Y lo que es peor, Rosa cuenta que algunos de ellos tienen en su poder armas blancas que "ponen en peligro" la seguridad de "pasajeros y trabajadores".
Indigentes durmiendo en la T4 del Aeropuerto de Barajas. E. E.
Por eso, desde hace años piden "soluciones efectivas": "Se trata de personas, muchas de ellas con situaciones muy delicadas a sus espaldas, por lo que se tiene que dar una respuesta esta crisis".
"Los trabajadores de Barajas no queremos criminalizar a nadie y sabemos que hay perfiles de muchos tipos, hay gente que sólo viene al aeropuerto a dormir. Pero si hemos querido hablar es para visibilizar un problema grave que afecta a nuestra seguridad", explica.
Sobre los controles de acceso a las terminales que Aena instaló en horario nocturno, esta trabajadora afirma que son "un buen comienzo", pero es necesario que todas las administraciones se unan para aportar "una solución a la altura".
De este modo, Rosa termina la conversación afirmando que "por humanidad" se debe dar respuesta a todas las personas que se encuentran en la actualidad durmiendo en las terminales o en los parkings del Adolfo Suárez.
La crisis de los indigentes de Barajas ha supuesto un fuerte choque entre las administraciones, especialmente entre el Ayuntamiento madrileño y Aena, que finalmente llegaron al acuerdo de que sea una empresa externa la que realice un censo de todas las personas que pernoctan en Barajas.
Otro sector que mira con preocupación lo que sucede en el interior de las instalaciones del Adolfo Suárez son los empresarios, que afirman que la crisis "daña la imagen internacional de Madrid".
Hilario Alfaro, presidente de Madrid Foro Empresarial, que agrupa a más de 350 empresarios de la capital, contó en conversación telefónica a Madrid Total que "es imposible cuantificar con exactitud si esta situación ha generado pérdidas".
"Lo que sí es cierto que esta situación daña la imagen de Madrid y eso podrá tener un coste. Por eso, urge encontrar una solución para las personas que aún permanecen dentro de las terminales y las que se han movido a los aparcamientos", explica.
Por eso, al igual que los trabajadores de Barajas, Hilario Alfaro pide que se aporte "una solución" a todas las personas que aún pernoctan en el aeropuerto madrileño.
"Si todavía no sabemos el número exacto de personas que viven en Barajas, es imposible dar un dato del daño que supone, pero lo cierto es que la imagen de Madrid queda seriamente dañada".
Entre el tránsito de trabajadores, pasajeros, maletas y agentes de seguridad, se puede observar a un grupo de personas que han establecido su refugio temporal, a veces permanente, en los aeropuertos de España. Un problema para el que todavía las administraciones no han encontrado una solución.
Tras la visibilidad adquirida en el aeropuerto de Adolfo Suárez Madrid-Barajas, donde más de un centenar de sintecho se establecen sin alternativa habitacional, aeropuertos como el de Gran Canaria, Tenerife Sur y Málaga registran un aumento de casos similares.
En Gran Canaria, alrededor de 40 personas sobreviven en las instalaciones aeroportuarias, una cifra que resulta difícil de determinar debido a la rotación constante. Sin perfil, hombres y mujeres de diferente nacionalidad, de otras islas, de todas las edades, buscan entre los bancos, baños y mostradores un lugar donde poder pasar la noche.
Los ayuntamientos de Ingenio y Telde, los municipios donde se ubica el aeropuerto, se han involucrado en la atención a estas personas, pero admiten que “requiere coordinación institucional, recursos y voluntad por parte de las personas afectadas”, señala una portavoz de los Servicios Sociales de Ingenio.
Esto se debe a la resistencia de muchos sintecho a empadronarse, requisito indispensable para acceder a las ayudas sociales.
En el aeropuerto de Tenerife Sur, la ONG Cáritas atiende entre 20 y 30 personas sin hogar que pernoctan entre las terminales, parkings y alrededores, haciendo de este establecimiento su medio de vida.
Estas personas recurren a actividades como el traslado de maletas o mendicidad para poder obtener dinero y usan el aeropuerto para poder protegerse del frío y la lluvia, especialmente por la noche.
No obstante, la labor de Cáritas en Gran Canaria es más limitada que en Tenerife, dado que en el primero no pueden acceder al interior del aeropuerto ni disponen de unidades móviles. Únicamente pueden ayudar a aquellos que acuden por sus medios fuera del recinto aeroportuario.
Ante esta realidad, los ayuntamientos de Ingenio y Telde solicitaron el pasado 25 de abril la intervención de los senadores Rosa Faustina Viera Fernández y Jaime Morales García para que intercedan ante el Gobierno de España.
Consideran que la responsabilidad última recae en AENA, gestora del aeropuerto, y han confirmado que próximamente se celebrará una reunión de coordinación con todas las partes implicadas, aunque aún no se han dado detalles.
Las autoridades locales insisten en que la solución exige el apoyo conjunto del Gobierno de Canarias, del Estado y de AENA para desarrollar estrategias sostenibles y humanas que no solo proporcionen un techo, sino un acompañamiento integral.
La situación es más diferente en el aeropuerto de Málaga-Costa del Sol. Entre 50 y 70 personas sin hogar hacen noche en las terminales a diario, mezclándose con miles de viajeros. La mayoría lleva consigo pocas pertenencias, pero buscan un techo donde refugiarse de las condiciones climáticas adversas.
Entre los sinhogar que han acabado allí, destacan familias con niños, casos de adicciones y personas con discapacidad, tanto españoles como extranjeros. Es más, en muchos casos son familias que ven paralizados sus planes de migración y tienen que quedarse allí por tiempo indefinido.
No obstante, en caso de tener hijos menores a cargo, los Servicios Sociales tratan de dar una respuesta inmediata. Desde AENA han reconocido la problemática y se mantiene contacto con administraciones locales y regionales para buscar soluciones, aunque el problema persiste.
Por otro lado, los trabajadores del aeropuerto malagueño han denunciado ante AENA una situación también conocida en Barajas: una plaga de chinches que han picado a numerosos compañeros y ante el que no han recibido respuesta del organismo.
CroniGlobal
Basura acumulada alrededor de los nuevos contenedores inteligentes de Girona Anna Oliveras
Girona sigue sin dar con la tecla con las basuras. El ayuntamiento que lidera el alcalde de Guanyem, Lluc Salellas, duplicará los equipos que limpian el entorno de los nuevos contenedores de basura inteligentes para que retiren los residuos que se acumulan fuera.
Bolsas, colchones, palés... En los peores casos, la cantidad de residuos es tal que ocupa el ancho de las aceras e impide el paso de los vecinos, que inundan de quejas las redes sociales. "Las mismas vistas cada día" o "el aspecto de la ciudad es de una dejadez nunca vista" son algunas de sus reacciones.
Una situación de insalubridad que ha obligado al consistorio a reconocer "desajustes importantes" y a mover ficha.
El concejal Sergi Cot ha sido el encargado de anunciar la medida con la que el consistorio gerundense trata de atajar las deficiencias del nuevo modelo de recogida de residuos. Este incorpora contenedores que se abren con tarjetas personalizadas.
No obstante, Girona+Neta, incumple el contrato y vacía los contenedores con menos asiduidad de la necesaria. Es por ello que el equipo de gobierno modificará el contrato para adaptar las frecuencias de recogida a la generación real de basuras.
Sergi Cot, concejal del Ayuntamiento de Girona Ayuntamiento de Girona
El ayuntamiento también impondrá una sanción a la empresa adjudicataria. Anunció la multa a finales de 2024, pero la cifra no ha trascendido; llegará antes de las vacaciones de verano, según el concejal, que se ha escudado en lo "complejo" del proceso.
La situación se produce desde el año pasado y los parches que el consistorio ha ido poniendo para sobrellevar la situación han obligado a desembolsar un millón de euros; cabe recordar que ya pagó 164,2 millones de euros por la adjudicación del servicio.
Asimismo, rescindir el contrato de Girona+Neta no es una opción, ya que costaría ocho millones de euros para las arcas del municipio, explicó el alcalde Salellas el pasado mes de marzo.
Hace unos 140.000 años, durante una glaciación que enfrió considerablemente el planeta, el nivel del mar descendió tanto en la región indonesia de Sundaland que las islas que hoy conocemos se elevaban como si fueran cordilleras, conectadas por extensas llanuras de sabana. Este paisaje estaba formado mayoritariamente por pastizales secos, con franjas de bosque siguiendo el curso de los ríos. Era un entorno ideal para especies como cocodrilos, tiburones de río, elefantes, hipopótamos, rinocerontes y lagartos carnívoros.
Sundaland también ofrecía condiciones excepcionales para los primeros seres humanos. Durante mucho tiempo se pensó que el Homo erectus había quedado aislado en la isla de Java. Sin embargo, dos fragmentos fósiles de cráneo hallados recientemente en el lecho marino, durante labores de dragado para la construcción de una isla artificial, han cambiado esa visión. Estos restos revelan que esta especie humana no solo habitó Java, sino que también se desplazó por el antiguo territorio insular cuando las islas aún estaban unidas por tierra firme.
Aunque el Homo erectus fue descubierto por primera vez en Java —donde se le conoció como el “Hombre de Java”—, nunca antes se habían encontrado restos en el fondo marino entre Java, Bali, Sumatra y Borneo. Ahora, con estos fósiles recuperados, el arqueólogo Harold Berghuis, de la Universidad de Leiden en los Países Bajos, sostiene que el Homo erectus aprovechó el terreno emergido para asentarse en las orillas de los grandes ríos de la región.
“Bajo el clima relativamente seco del Pleistoceno Medio en Java oriental, los herbívoros y los homínidos que habitaban las llanuras dependían probablemente de grandes ríos perennes para abastecerse de agua y alimentos, tanto terrestres como acuáticos”, explica Berghuis en un estudio publicado en Quaternary Environments and Humans.
Los recursos a su alcance eran abundantes: árboles con frutos durante todo el año, plantas comestibles, peces, moluscos y hasta tortugas de río. Se cree que incluso usaban conchas de mejillón como herramientas —las evidencias más antiguas de su uso provienen precisamente de Java—, e incluso algunas de ellas fueron grabadas con incisiones, consideradas los grabados humanos más antiguos conocidos. También hay pruebas de que cazaban tortugas y bóvidos ancestrales, como demuestran los huesos con marcas de corte y fracturas típicas de la extracción de carne y médula ósea.
Mientras en el continente asiático ya se sabía que especies más modernas como los denisovanos y los neandertales cazaban grandes mamíferos, en Java no se había encontrado evidencia directa. Este nuevo hallazgo sugiere que podrían haber existido intercambios culturales entre especies, e incluso cruce genético. Además, cuando el nivel del mar bajó, animales del continente como el hipopótamo asiático (ya extinto) o el dragón de Komodo (aún existente pero en peligro) pudieron llegar hasta las islas.
El Homo erectus representa un punto de inflexión en la evolución humana. Fueron los primeros homínidos con cuerpos más parecidos a los nuestros: piernas largas, brazos más cortos y mayor masa muscular, lo que les permitía caminar y correr con mayor eficacia. Este aumento corporal fue acompañado por una expansión del cerebro, que ya era un 50% mayor que el de especies anteriores como el Australopithecus, aunque aún quedaba camino hasta alcanzar el tamaño del cerebro humano moderno.
“La datación de este yacimiento en el Pleistoceno Medio Tardío es especialmente interesante desde el punto de vista evolutivo, ya que este periodo se caracteriza por una gran diversidad morfológica y movilidad entre las poblaciones de homínidos de la región”, concluyen Berghuis y su equipo.
Hoy, aunque las aguas hayan cubierto aquel mundo perdido, el dragado de estos suelos marinos nos brinda una mirada inédita a la vida de nuestros antepasados en la antigua Sundaland.
Descansa durante el día camuflada en los troncos y trabaja mientras todos duermen polinizando las flores que se abren por la noche
Las razones de los fabricantes por las que no debes dejar abierta la puerta del horno después de usarlo
Las noches cálidas de verano invitan a descansar con las ventanas abiertas, pero a través de ellas, se corre el riesgo de recibir visitas molestas e inesperadas. La luz es un poderoso atractivo que en muchas ocasiones actúa como imán. Siempre se ha considerado que hay insectos que, cuando oscurece, se sienten especialmente atraídos por la luz y que encender una bombilla en el interior de una casa con las ventanas abiertas es un riesgo cuando no se quiere recibir visitas incómodas, como las de las polillas.
Hasta ahora se pensaba que, como los mosquitos, estas mariposas nocturnas que no despiertan tanta simpatía ni despliegan tanta belleza como los ejemplares diurnos, sentían un irremediable impulso hacia las bombillas, las farolas o los letreros luminosos. Sin embargo, hay otros factores por los que se adentran en el interior de nuestras casas.
La polilla puede medir hasta 28 centímetros, aunque lo normal es que sean más pequeñas. Descansa durante el día camuflada en los troncos. Su trabajo comienza cuando se oculta el sol: mientras todos duermen ella tiene la misión de polinizar las flores que se abren por la noche.
Este insecto toma el relevo de las abejas y visita otras especies que ellas no tienen en su ruta. Se han encontrado fósiles de polillas que podrían tener 190 millones de años, por lo que su misión polinizadora ha sido vital a lo largo de la historia.
La cuestión es que siempre se ha dado por supuesto que las polillas viajan hacia la luz, que una bombilla encendida las atrae. De hecho, hay estudios que indican que la contaminación lumínica de las ciudades y pueblos, donde cada vez brillan más luces artificiales, pantallas y neones, ha provocado un grave descenso de la población de polillas. Más acusado, lógicamente, en los entornos urbanos más habitados. Pues bien, esto no es así. La luz no atrae a las polillas. Más bien, las desorienta.
Los expertos sostienen que a la hora de volar estos insectos nocturnos se guían por un sistema de estabilización. Es decir, huyen de la luz que simboliza la posición del sol. Así, de espaldas a él es como consiguen diferenciar entre el cielo y el suelo. Pero hay otra cuestión más: en realidad ellas huyen del sol y viven de noche. Su única orientación es la luna, el faro que sitúa y determina su vuelo.
¿Qué sucede, por tanto, cuando se enciende una bombilla? Pues que la polilla confunde el resplandor de la luna con la iluminación artificial o, al menos la perturba tanto como para dirigirse hacia ella para tratar de inclinarse contra el sol, pero esta maniobra provoca un desconcierto que las hace volar en círculos como habitualmente se ve junto a una farola iluminada.
Las consecuencias de este fenómeno son fatales para la especie, quedan atrapadas en un bucle, no son capaces de romper el embrujo de luz y despegarse, así que se fatigan tanto que se agotan y acaban por caer al suelo donde son presa fácil para sus depredadores.
Pero lo que atrae a las polillas no es la luz, ni la comida. Es el olor. Poseen un olfato extraordinario, es el sentido que más desarrollado tienen, hasta el punto de que los ejemplares macho son capaces de detectar a una hembra a más de once kilómetros de distancia.
La conclusión es que cuando entran en nuestras casas por la noche lo hacen porque nos huelen a nosotros: nuestro olor, el de nuestra ropa, el de un perfume, el del sudor, o incluso el de la humedad del ambiente.
La polilla se guía por la nariz y los aromas que detectan les crean una sensación de dirigirse hacia un refugio, una zona segura o de alimento. Es decir, no entran por accidente hasta la cocina de nuestra casa.
Lo hacen pensando que llegan a un entorno seguro y confortable. Les mueven y les atraen estímulos químicos que actúan como pistas y que para las personas son absolutamente imperceptibles.
En cualquier caso, conviene tener en cuenta que la polilla es realmente un ser completamente inofensivo que se alimenta de néctar de las flores y no muerde ni pica ni causa ningún problema a las personas.
Si aterriza en nuestro salón mientras cenamos a través de la ventana, lo mejor que se puede hacer por ella y por el medio ambiente es orientarla y devolverla a las sombras de la noche para que siga haciendo su trabajo.
Los expertos también consideran que el cambio climático está favoreciendo un cambio de hábitat. Hay más polillas que antes en entornos urbanos, están ampliando su territorio como consecuencia de las alteraciones que sufre el planeta: temperaturas más cálidas y estaciones más suaves contribuyen también a alimentar su desconcierto en un ecosistema que cada vez les resulta más hostil.
Una necrópolis que contenía un tesoro de época tardorromana. Es lo que se descubrió en Siero, en la zona de Paredes, hace ya casi tres décadas. Y el hallazgo no fue valioso porque se encontrasen piezas de metales preciosos o joyas, que no fue el caso, sino por la luz que arrojó el conjunto funerario sobre una etapa de la historia de Asturias y sobre los ritos de quienes moraron en nuestra tierra entre los siglos IV y V después de Cristo.
Las tumbas localizadas en el entorno de Parque Principado superaban la treintena y en ellas se hallaron numerosas piezas que formaban parte del ajuar funerario con el que fueron enterrados los que descansaron para siempre en este lugar. El cementerio tardorromano de Paredes estaba ubicado en una de las zonas del actual aparcamiento del centro comercial de Parque Principado. Aunque muchas veces se ha hablado de él y de un punto hoy habilitado para ser visitado y dar a conocer lo que ahí se descubrió, sigue pasando desapercibido y pocas veces se ve a alguien visitándolo. Paradójicamente, por esta gran zona comercial, el mayor templo del ocio y las compras de Asturias, pasan más de diez millones de personas cada año y muy pocas reparan en este lugar.
Es una elevación sobre el terreno, con una escultura cúbica y un camino entre hiedra que lleva a una reproducción a tamaño real de cómo eran los enterramientos con los que se dio cuando se construyó el centro comercial y se hicieron labores previas arqueológicas en una zona en la que se sabía de la existencia de interesantes vestigios de distintas épocas.
"Necrópolis" significa ciudad de los muertos y la tumba, "doma", era considerada la casa del difunto, tal y como explican los paneles instalados en este punto para que el visitante pueda saber qué está viendo. "Una de las tradiciones más comunes era depositar ofrendas en el interior de las tumbas. De este modo, se expresaba el dolor de las familias. La mayoría de veces se ofrecían vasijas, jarras de cerámica o vidrio con provisiones para que el muerto pudiera comenzar su vida en el más allá. Los análiss sobre el contenido de los recipientes han permitido conocer la naturaleza de las ofrendas alimenticias. También se han identificado perfumes o productos cosméticos en agunos de los enterramientos femeninos (...) Las ofrendas impulsaban al difunto a cruzar el camino y le ayudaban en su nueva vida", se detalla en el espacio en el que apareció el antiquísimo cementerio.
Las piezas aparecidas en la tumbas se encuentran expuestas en el Museo Arqueológico de Asturias como piezas principales en la muestra sobre Roma en Asturias y conforman un conjunto digno de ver.
A unos 400 metros al sureste de la necrópolis se identificó el núcleo de población de la época al que estaría vinculada, la villa romana de Monte Les Muries. "Gracias al anáisis del carbono 14 y al estudio de los materiales arqueológicos recuperados, se pudo determinar que tanto la villa como la necrópolis pertenecen a la misma época, finales del siglo IV y principios del siglo V después de Cristo", se indica sobre el asentamiento que hubo en Paredes.
Durante siglos, las grandes pandemias han sido hitos sombríos en la memoria colectiva de la humanidad. Sin embargo, un descubrimiento reciente reescribe las primeras páginas de ese legado trágico: las chinches, conocidas hoy como plagas domésticas que infestan colchones y costuras, podrían haber sido los primeros parásitos en establecer una relación simbiótica –aunque unilateral y devastadora– con el ser humano.
Según una investigación publicada por científicos de la Virginia Tech y respaldada por la Royal Society, estos insectos podrían haber comenzado a alimentarse de nuestros ancestros hace al menos 60.000 años, mucho antes de la aparición de las primeras ciudades.
Este hallazgo, basado en un análisis completo del genoma de la especie Cimex lectularius, revela que las chinches evolucionaron para alimentarse exclusivamente de humanos durante un periodo clave de nuestra historia evolutiva.
Más concretamente, los investigadores encontraron señales genéticas que indican una divergencia crítica en su comportamiento alimenticio que coincide con la migración humana fuera de África, lo que sugiere una coevolución directa entre huésped y parásito.
A diferencia de otros vectores de enfermedad, estas criaturas prosperaron no en medio de pandemias virales, sino en los mismos espacios íntimos donde la humanidad comenzaba a tejer sus lazos sociales y arquitectónicos más primitivos.
El estudio liderado por el entomólogo Warren Booth y la bióloga Lindsay Miles, recientemente publicado en Biology Letters de la Royal Society, se convierte en un testimonio fascinante de cómo una plaga aparentemente moderna puede tener raíces tan antiguas como las propias civilizaciones.
Analizando el genoma completo de chinches recolectadas en diferentes continentes, los científicos lograron trazar un mapa evolutivo que sitúa a este parásito en los albores del comportamiento sedentario humano, mucho antes de la invención de la agricultura o la edificación de estructuras urbanas complejas.
Lo más inquietante es que, a diferencia de plagas como las ratas o los mosquitos, que se adaptaron a los asentamientos humanos siglos o milenios después, las chinches parecen haber seguido a los humanos desde sus primeras migraciones, incrustándose en pieles, refugios rudimentarios y lechos compartidos. La plaga no nació con las ciudades: las precedió, como una sombra inevitable adherida al calor del cuerpo humano.
A diferencia de otras plagas que aniquilan rápidamente o se manifiestan en brotes espectaculares, las chinches representan un tipo de peste distinta: persistente, insidiosa, íntima. Su impacto no se mide en cifras de mortalidad, sino en la alteración silenciosa del bienestar, el sueño y la convivencia.
Ya en el Paleolítico, sus picaduras recurrentes y su presencia constante habrían podido alterar la calidad de vida de comunidades enteras, sobre todo cuando el espacio compartido era pequeño, cerrado y cálido. En cierto modo, las chinches se convirtieron en uno de los primeros condicionantes invisibles del hábitat humano.
Este rasgo se mantiene hoy. Su capacidad de infestar hogares, hoteles, hospitales y transportes públicos ha hecho de ellas un fenómeno casi inerradicable. El Smithsonian Magazine remarca que, pese al paso de milenios, su vínculo con la vida urbana no solo persiste, sino que parece fortalecerse con los hábitos contemporáneos: viajes internacionales, alta densidad de población, movilidad constante.
El trabajo de Booth y Miles también permite identificar que, aunque existen múltiples especies de chinches, Cimex lectularius –la que se alimenta principalmente de humanos– posee una estructura genética que evidencia una separación clara respecto a otras variantes que aún hoy prefieren hospederos como aves o murciélagos.
Esta distinción se hizo más notoria durante las investigaciones filogenéticas basadas en técnicas de secuenciación de última generación, lo que confirma que la "plaga humana" tiene un linaje propio, separado por miles de años de especialización evolutiva.
Desde el punto de vista histórico, las plagas siempre han sido interpretadas como desequilibrios repentinos, invasiones externas que desestabilizan la salud colectiva. Pero el caso de las chinches es distinto: no nos invaden, nos acompañan.
La biología evolutiva las describe no como intrusas, sino como cohabitantes antiguas. En cierto sentido, la presencia de chinches revela más sobre nuestros propios hábitos que sobre su comportamiento: cómo construimos nuestros espacios, cómo compartimos el calor, cómo nos movemos y dónde descansamos.
El relato de las chinches como la primera plaga urbana no solo reconfigura nuestra comprensión del pasado, sino que también nos invita a pensar en la larga historia compartida con los organismos que nos rodean –incluso los más indeseados.
Si bien la historia ha registrado con detalle las pestes de Atenas, las pandemias medievales o las crisis sanitarias modernas, tal vez la verdadera primera peste no fue un brote explosivo, sino un susurro constante en la noche, una picadura ancestral que nos recuerda que incluso en el alba de nuestra historia, ya no estábamos solos.
ecoticias. Un imponente descubrimiento cambió el curso de la historia de España . Históricamente, la minería de oro ha sido una práct...