El pollo es una de las carnes más consumidas a nivel mundial, valorada por su versatilidad culinaria, su bajo contenido en grasas saturadas y su alto aporte proteico. Sin embargo, no todas sus partes ofrecen los mismos beneficios nutricionales ni el mismo nivel de seguridad alimentaria. Un reciente estudio realizado en China, y publicado por la revista Research Gate, ha puesto el foco en ciertos cortes que podrían representar riesgos para la salud si no se manipulan y cocinan adecuadamente.
Aunque es apreciada por su textura y sabor, la piel del pollo está compuesta en su mayoría por grasa, especialmente del tipo saturada. Además, puede actuar como reservorio de bacterias, incluso después de procesos de cocción intensos. Desde una perspectiva nutricional, su consumo frecuente puede contribuir al aumento del colesterol LDL y al riesgo cardiovascular.
Aunque no es común en la gastronomía occidental, los pulmones de pollo se utilizan en algunas cocinas tradicionales. Sin embargo, los investigadores advierten que esta víscera puede albergar microorganismos y parásitos resistentes al calor, lo que representa un riesgo potencial para personas con sistemas digestivos sensibles o inmunodeprimidos. Es mejor evitar su consumo, especialmente si no se cuenta con garantías sanitarias sobre su origen y tratamiento.
Ojo también con las sopas...
En algunas culturas, la cabeza del pollo se utiliza para caldos o sopas. No obstante, los expertos señalan que esta parte del animal puede concentrar residuos de pesticidas presentes en los piensos, así como contaminantes ambientales. Esto se debe a que ciertos compuestos tienden a acumularse en tejidos nerviosos y grasos. Lo más óptimo es limitar su uso culinario, especialmente en preparaciones destinadas a niños o personas vulnerables.
Entonces, ¿qué partes del pollo son más seguras y nutritivas? Son las siguientes.
- Pechuga: baja en grasa, rica en proteínas de alta calidad y fácil de preparar. Ideal para dietas saludables.
- Muslos y contramuslos: aunque contienen algo más de grasa, son una excelente fuente de hierro y zinc.
- Hígado: en cantidades moderadas, es una fuente concentrada de vitamina A, hierro y ácido fólico. Debe cocinarse completamente para evitar riesgos.
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