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A pesar de su proximidad geográfica, los continentes de Asia y Oceanía se encuentran separados por una línea invisible que explica que la fauna en ambos lados sea completamente distinta. Esta frontera imaginaria que ningún animal se atreve a cruzar, ni siquiera los pájaros, es la que se conoce como la línea de Wallace, y marca un límite biogeográfico cuyo origen se remonta a decenas de millones de años atrás.
De este modo, a un lado del mapa, en Indonesia y Malasia, evolucionaron los monos, elefantes, tigres y rinocerontes. En cambio, al otro lado de la división, en Nueva Guinea y Australia, proliferan los marsupiales, monotremas —como el ornitorrinco—, roedores y cacatúas.
Esta línea fue nombrada así en honor al naturalista y biólogo británico Alfred Russel Wallace, que fue el primero en observar las grandes diferencias entre la fauna de ambos lados cuando exploraba esta zona a mediados del siglo XIX. Él mismo estableció esta división en el estrecho de Lombok, situado entre las islas de Bali y Lombok: "De tan solo 24 kilómetros de ancho, marca el límite y separa abruptamente dos de las grandes regiones zoológicas del planeta", escribió entonces.
Tal y como explican desde Science Alert, el origen de la línea de Wallace se remonta a hace unos 30 millones de años, cuando la placa tectónica australiana colisionó contra la placa euroasiática, lo que provocó un desvío de las corrientes oceánicas y creó un archipiélago con nuevos climas regionales.
Esto se puede observar claramente bajo el mar en la fosa de Wallace, una sima submarina de 100 kilómetros de longitud que marca el punto donde chocan la placa tectónica de la Sonda con las del Mar de Banda y Timor. De ahí que durante millones de años los animales no hayan podido cruzar de un lado al otro de la línea, especialmente los mamíferos, pero también las aves, reptiles y peces.
Un estudio realizado en más de 20.000 especies de vertebrados en 2023 descubrió que los linajes del sudeste asiático evolucionaron en un entorno antiguo relativamente tropical que les permitió extenderse hacia Nueva Guinea a través de islas húmedas "trampolines". Sin embargo, la fauna de la plataforma continental australiana evolucionó en condiciones mucho más secas, lo que les llevó a una trayectoria evolutiva distinta.
A día de hoy los investigadores todavía no tienen claro dónde debería trazarse la barrera divisoria o cómo de porosa podría ser, al menos para algunos animales que pueden nadar, flotar o volar, mientras continúa siendo un claro ejemplo de la complejidad de la evolución animal.
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