¿Existe vida en otros planetas? Con casi total seguridad, sí. La Tierra nos ha demostrado que la vida surge por sí misma bajo condiciones extremas si existe agua y los elementos químicos necesarios. ¿Existen civilizaciones como la nuestra o más avanzadas? Eso es más difícil, apunta un nuevo estudio científico. La combinación de factores necesaria para que surja una civilización duradera es más difícil pero no imposible.
“Las inteligencias extraterrestres son probablemente bastante raras en nuestra galaxia”, afirma Manuel Scherf, investigador de la Academia de Ciencias de Austria, que junto a Helmut Lammer presentó su análisis en el congreso EPSC–DPS2025 celebrado esta semana en Helsinki. Su equipo ha estimado que la civilización avanzada más cercana podría encontrarse a 33.000 años luz y ser mucho más antigua que la nuestra.
Lo que el estudio plantea es que la aparición de vida puede no ser una rareza, pero que el salto hasta complejas sociedades tecnológicas es mucho más improbable. Para ello un planeta no solo debe albergar agua y material orgánico, sino un equilibrio frágil entre tectónica activa, niveles adecuados de oxígeno y dióxido de carbono y, sobre todo, millones de años de estabilidad para que esa civilización tenga margen de desarrollarse y perdurar.
Las claves de la civilización
La tectónica de placas es el centro de ese equilibrio. El movimiento constante de la corteza terrestre regula el ciclo del carbono–silicato, lo que mantiene la temperatura del planeta dentro de un rango compatible con la vida. Según Scherf, “en algún momento se extraerá suficiente dióxido de carbono de la atmósfera como para que la fotosíntesis deje de funcionar”. Para la Tierra, ese límite está previsto entre unos 200 millones y aproximadamente 1.000 millones de años en el futuro.
Los cálculos del equipo con distintos escenarios atmosféricos muestran lo ajustado que es este margen. Si un planeta mantiene un 10% de dióxido de carbono en su atmósfera, la fotosíntesis podría sostenerse hasta 4.200 millones de años. Con solo un 1%, la ventana de tiempo se reduciría a unos 3.100 millones de años. Ese simple cambio basta para decidir si una biosfera se extingue antes o tiene tiempo de dar lugar a organismos complejos.
El oxígeno marca el siguiente filtro. La atmósfera terrestre contiene un 21%, suficiente no solo para mantener animales grandes sino, crucialmente, para permitir la combustión en aire. Scherf lo resume así: “sin fuego la fundición de metales sería inviable y una civilización tecnológica sería imposible”. Además, se requiere no menos de un 18% de oxígeno para que exista combustión en aire abierta de forma sostenible.
El estudio también confronta tiempos geológicos con escalas históricas. En la Tierra, la vida necesitó 4.500 millones de años para alcanzar la civilización. La ventana de habitabilidad de un planeta depende de valores muy concretos, lo que reduce drásticamente las probabilidades de que otra especie alcance el mismo grado de desarrollo dentro de esa franja temporal.
El cálculo
De ahí surge el cálculo que más llama la atención: para que al menos otra civilización tecnológica existiese hoy en la galaxia, debería haber sobrevivido un mínimo de 280.000 años. Y si queremos imaginar diez civilizaciones coexistiendo al mismo tiempo, cada una tendría que perdurar más de diez millones de años. Nuestra historia registrada apenas ocupa unos miles, lo que da perspectiva sobre lo difícil que es este escenario.
El resultado es que la civilización extraterrestre más próxima —si existe— podría encontrarse no en un planeta vecino, sino a 33.000 años luz, en el lado opuesto de la Vía Láctea. El Sol está a 27.000 años luz del centro galáctico, lo que sitúa esa hipotética sociedad más allá de nuestro alcance tecnológico por ahora, pero claramente dentro de nuestra misma galaxia.
Frente a unas cifras tan poco halagüeñas, la conclusión de los autores no es claudicar, sino seguir buscando. “Aunque las inteligencias extraterrestres puedan ser raras, solo hay una manera de descubrirlo de verdad, y es buscándolas”, remarca Scherf. El propio programa SETI podría reforzar esta visión tanto si fracasa como si logra detectar una señal: un silencio absoluto haría más probable este escenario pesimista, mientras que un hallazgo demostraría que al menos una de estas civilizaciones ha sobrevivido mucho más que nosotros.
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