Como cada año por estas fechas, expertos de todo el mundo ponen la mirada en la situación del hielo tanto en el Ártico como en la Antártida. Durante las últimas décadas el hielo marino del Ártico ha ido menguando y este mes de septiembre ha vuelto a marcar un nuevo hito en 2025 al alcanzar su mínimo anual de extensión.
Según datos del Centro Nacional de Datos de Nieve y Hielo de Estados Unidos (NSIDC) y de la NASA, este año el hielo tocó fondo el 10 de septiembre con una superficie de unos 4,60 millones de kilómetros cuadrados. Se trata de una cifra que coloca a 2025 entre los diez mínimos más bajos desde que existen registros por satélite, es decir, desde finales de los años setenta.
En concreto, empata con los mínimos de 2008 y 2010, situándose en el décimo puesto histórico. Aunque no ha batido el récord absoluto de pérdida de hielo, que sigue siendo el de 2012 con apenas 3,39 millones de km², la extensión de este año se encuentra 1,62 millones de km² por debajo de la media de referencia (1981-2010).
Una superficie de hielo perdida de grandes dimensiones
Para hacerse una idea, hablamos de una superficie equivalente a más de tres veces el tamaño de España. Además, la tendencia a largo plazo es clara: desde 1979, el Ártico pierde alrededor de 74.000 km² de hielo cada año en esta época de mínimos, lo que equivale a que desaparece un área similar a Castilla y León anualmente.
Uno de los datos más reveladores es que los últimos 19 años consecutivos (2007-2025) son también los 19 mínimos más bajos de todo el registro. Es decir, el sistema ártico ha entrado en un nuevo régimen en el que los veranos con abundante hielo parecen cosa del pasado.
En conjunto, la extensión mínima de hielo ártico en septiembre ha disminuido a un ritmo medio del 12,2 % por década respecto a la media de 1981-2010.
Aunque en los últimos veinte años la tendencia de descenso de los mínimos parece haberse estabilizado y no muestra una pendiente estadísticamente significativa, lo cierto es que todos los veranos recientes se mantienen muy por debajo de lo que se observaba antes de 2007.
La NASA muestra en el informe presentado que, en conjunto, la extensión mínima de septiembre ha disminuido a un ritmo medio del 12,2 % por década respecto a la media de 1981-2010.
La historia se repite en la región que más se calienta del planeta
La causa principal del progresivo aumento de la fusión de hielo en el Ártico es el aumento de las temperaturas. En el Ártico las temperaturas han aumentado entre tres y cuatro veces respecto a la media global de calentamiento.
Al aumento térmico se suman mecanismos de retroalimentación como la pérdida de albedo. Cuando desaparece el hielo, el océano oscuro absorbe más radiación solar, aunque también hay que considerar la fragilidad del propio hielo, cada vez más joven y delgado.
A diferencia del hielo multianual, más resistente, el hielo de primer año se derrite con mucha más facilidad en los veranos cálidos. También influyen los vientos, que pueden compactar o dispersar el hielo, y las tormentas, que rompen las placas en trozos más pequeños, lo que acelera su desaparición.
Claro impacto sobre la biodiversidad y la actividad humana
En la región del Ártico las consecuencias no se limitan a sus ecosistemas. La disminución del hielo afecta directamente a especies emblemáticas como los osos polares y las focas, pero también tiene repercusiones globales, dado que la transformación que experimenta la región afecta en general al sistema climático terrestre.
Con menos hielo, las aguas del océano Ártico absorben más calor. Ese extra de energía altera las corrientes marinas y atmosféricas, y puede influir en fenómenos meteorológicos de latitudes medias, desde olas de calor hasta inviernos más extremos.
Además, la reducción del hielo abre nuevas rutas de navegación en verano, con implicaciones económicas y geopolíticas para los países ribereños del Ártico.
La NASA ha publicado una animación que muestra la evolución del deshielo desde el máximo de marzo hasta este mínimo de septiembre, en la que se aprecia con claridad cómo se reduce la cobertura helada y cómo el hielo más antiguo prácticamente desaparece en las zonas periféricas.
Aunque en las próximas semanas el océano Ártico volverá a congelarse y la superficie helada crecerá de nuevo, el patrón de fondo es inconfundible. Hay menos hielo cada década y en un futuro se espera que los veranos sin hielo sean cada vez más probables.
En el otro polo el hielo aumenta por estas fechas
En el otro extremo del planeta, la Antártida también vive en septiembre un momento clave para el seguimiento del hielo marino, aunque allí ocurre lo contrario que en el Ártico.
Mientras en el Polo Norte el verano derrite gran parte del hielo y septiembre marca el mínimo anual, en el Polo Sur este mes coincide con el final del invierno austral y el hielo marino alcanza su máxima extensión.
Tras meses de crecimiento, las aguas del océano Austral llegan a cubrirse con enormes placas de hielo que forman un cinturón helado alrededor del continente.
Según los datos del NSIDC, en años recientes el máximo de la Antártida suele producirse hacia mediados o finales de septiembre, en torno al día 19. En 2024, por ejemplo, la extensión máxima fue de 17,16 millones de km², una superficie descomunal equivalente a más de treinta veces España.
Aunque todavía no se ha confirmado la cifra definitiva de 2025, los especialistas señalan que el crecimiento de este año se ha mantenido en niveles relativamente bajos en comparación con la media de décadas anteriores, situándose en varios momentos como el tercer valor más bajo del registro satelital para esas fechas.
Durante décadas, hasta aproximadamente 2015, el hielo antártico mostraba incluso una ligera tendencia al aumento, en contraste con la clara disminución del Ártico. Sin embargo, a partir de 2016 ese patrón se ha invertido y en los últimos años se han registrado varios máximos y mínimos históricos inusualmente bajos.


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