En el vasto paisaje de Francia, existe una región que a menudo pasa desapercibida para los turistas, pero que
guarda auténticas joyas medievales y castillos dignos de una película.
La ruta comienza en Burdeos, la puerta de entrada perfecta a esta experiencia. Elena y Víctor recomiendan pasar dos días recorriendo esta ciudad, famosa por su "arquitectura de estilo parisino" y su oferta vinícola. "Si te gusta el vino, no te puedes perder el museo del vino más grande del mundo", explican, destacando la importancia de esta bebida en la región.
Una vez en Burdeos, el plan sigue con el alquiler de un coche para adentrarse en una serie de localidades que parecen sacadas de otro tiempo. El tercer día está dedicado a un pequeño pueblo rodeado de viñedos, cuya fama se debe a la producción de algunos de los mejores vinos franceses. En el camino hacia el Valle del Vézère, los viajeros no pueden evitar la emoción al recomendar la cueva con la "muestra de arte rupestre más famosa del mundo", un lugar que para ellos fue un recordatorio de las huellas humanas que datan de más de 20.000 años.
La ruta culmina en lo que ambos describen como "la joya del viaje": el Valle del Dordoña. Aquí, se despliegan ante el visitante algunos de los paisajes más impresionantes de toda Francia, salpicados por castillos medievales y jardines cuidados con esmero, como los de Marqueyssac, desde donde se obtienen las mejores vistas de la región. "Los pueblos de Beynac y La Roque-Gageac son de los más bonitos que hemos visto nunca", aseguran, destacando que ambos están en la lista de los pueblos más bellos de Francia.
Para cerrar el círculo, recomiendan regresar a Burdeos haciendo una parada en Périgueux, famosa por su catedral, cuya arquitectura inspiró a la emblemática Basílica del Sagrado Corazón de París.
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