La gran mayoría de las tiendas, propiedad de una conocida marca de ropa y equipamiento deportivo, son las mismas que ya se han podido ver en otros asentamientos más pequeños, como el del Parque de la Ciudadela. Dentro viven, sobre todo, personas migrantes que esperan regularizar su situación para poder trabajar y construir un futuro mejor que el que hubieran tenido en su país de origen.

La ubicación del asentamiento no es casualidad. Se trata de un espacio alejado del centro de la ciudad, sin vecinos, y eso minimiza los problemas de convivencia. Tampoco impide el acceso a ninguna de las empresas que hay alrededor. Además, los terrenos son propiedad del Consorcio de la Zona Franca y cualquier intervención que se haga en este espacio requiere de autorización previa.

A escasos metros, concretamente en la calle Número 60, está el Centro de Primera Acogida Zona Franca. Prácticamente todas las personas del asentamiento se acercan a él en algún momento del día para ducharse, hacer un café, conseguir ropa o alimentos o, incluso, cargar el teléfono móvil. Otros también reciben asistencia de los Servicios Sociales para conseguir regularizar la documentación.

"Aquí estamos más tranquilos. En la ciudad, la gente nos hace fuera"

El Cristian es del Perú y, desde que está en Barcelona, vive en este asentamiento. Asegura que es una zona más tranquila: "En la ciudad la gente nos mira con desprecio o, simplemente, nos hacen fuera". Llegó a este punto por recomendación de otras personas, especialmente porque estaba cerca el centro de acogida.

Como le pasa a la mayoría, busca trabajar pero todavía no dispone de documentación. "Estoy buscando trabajo. A veces, vamos a ayudar a algún lugar pero, como no tenemos documentos, trabajamos un día, nos pagan una propina y no nos llaman más", afirma.

A pesar de las dificultades que está viviendo, está decidido a quedarse en Barcelona e intentar salir adelante: "Tengo familia en el Perú, pero no me pueden ayudar porque son pobres. El objetivo de las personas que marchan de su país es progresar".

"La situación aquí no es fácil. Vivir en la calle es muy duro"

El Abdel (nombre ficticio) es un joven argelino que llegó hace medio año a Barcelona. Desde que está en la ciudad, ha estado durmiendo en la calle. "El problema es que no puedo trabajar porque no tengo documentación. Y no tengo otro lugar donde dormir que no sea la calle", lamenta.

Habla un inglés muy fluido porque estuvo viviendo unos años en Sudáfrica, pero decidió venir a España por la inseguridad que había en el país. Defiende que no todo el mundo que duerme en la calle es una mala persona y que mucha gente como él busca trabajar para poder pagar una vivienda e integrarse en la sociedad.

"Yo mismo soy una buena persona. Voy a la escuela dos veces al día, cuatro días a la semana. Quiero adaptarme al país pero, sin documentación, no puedes llegar nunca a ser parte de la comunidad", explica la Abdel.

Su familia también es pobre, como la de Cristian, pero en su caso no saben que vive en la calle: "No puedo hacer videollamadas con mi familia porque no quiero que me vean así. Pero esta situación no durará para siempre. Cuando tenga la documentación, podré empezar una nueva vida. Así que, básicamente, mi vida empezará después de estos dos años de lucha". El Abdel no pierde la esperanza de poder trabajar de su oficio. En Argelia y Sudáfrica era peluquero.

"No quieren contratarte porque no tienes documentos"

El Hamza y el Naïm (nombres ficticios) también han llegado a Barcelona desde Argelia. En su caso, sólo hablan árabe. Nos entendemos gracias a la traducción casi simultánea de una aplicación de inteligencia artificial y acceden a explicar su historia. El Hamza llegó en una embarcación a Ibiza desde su país y, después, vivió en la ciudad.

Reconoce que sin documentación cuesta mucho trabajar y vivir. "Mi amigo y yo tenemos el permiso de conducir para vehículos pesados y queremos trabajar aquí porque en Argelia no hay mucho trabajo en las carreteras. Nosotros no venimos de una familia rica pero, con vuestra ayuda, podemos vivir aquí", dice el Hamza.

La primera parada del Naïm en territorio español fue en Almería. "Allí la Policía Nacional nos hizo los papeles y nos llevaron a la estación de autobuses. Llegué a Barcelona hace unos siete meses", relata. Asegura que el problema principal que tienen es encontrar vivienda y trabajo: "A pesar de tener muchas titulaciones, cuando vas a cualquier tienda o empresa, no quieren contratarte porque no tienes documentos".