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Australia es uno de los países más alejados de España en todo el globo terráqueo, por lo que viajar hasta el país oceánico es adentrarse en un mundo totalmente diferente al que uno está acostumbrado. Desde vibrantes ciudades como Sídney o Melbourne hasta impresionantes playas paradisíacas, pasando por un interior desértico e inhóspito, en la nación insular hay un sinfín de tesoros que no se pueden comparar con ningún otro lugar en el mundo entero.
Asimismo, en el país también hay innumerables lugares curiosos que sorprenden a todos los que los exploran. Una de las grandes joyas australianas se encuentra en la costa más oriental, y se trata de la extraordinaria isla de Lord Howe. Este pequeño islote situado en pleno océano Pacífico se ubica a casi 600 kilómetros del litoral de Australia, y además de ser un lugar paradisíaco, es uno de los más peculiares de todo el mundo en lo que a turismo se refiere.
La isla de Lord Howe: un edén solo al alcance de unos pocos
La isla de Lord Howe mide aproximadamente 10 kilómetros de largo y solo dos de ancho, pero a pesar de su pequeño tamaño, es la más grande del archipiélago al que da nombre y que está declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1982. De origen volcánico, este islote es la auténtica definición de paraíso, ya que está conformado por entornos repletos de una exuberante vegetación y de playas de arena fina y blanca que se combinan con las turquesas aguas oceánicas.
Este impresionante edén se ubica a algo menos de 800 kilómetros de la costa de Sídney, a unas dos horas en avión, y lo que más llama la atención es lo bien conservado que está, ya que los 440 habitantes que viven en él tomaron una decisión hace casi medio siglo que cambió para siempre el destino de la isla: solo se permite el acceso de unos pocos turistas cada día, y es que solo tiene una capacidad hotelera para 400 visitantes, por lo que esa es la cifra tope de curiosos que pueden visitar la isla a la vez
Gracias a ello, los vecinos de la isla han conseguido conservar gran parte de los ecosistemas insulares, algo a lo que también han contribuido otras curiosas medidas como un límite de velocidad de 25 km/h (todo el mundo utiliza la bici para moverse), la prohibición de que entren gatos a la isla o de un mayor desarrollo urbano. Todo ello se ha hecho para preservar tanto el paisaje como la inmensa biodiversidad que hay en el entorno, ya que cuenta con miles de especies autóctonas tanto de flora como de fauna.
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