Entre el último cuarto del siglo XII y el primero del XIII, los mongoles constituyeron el que probablemente era el ejército más poderoso del mundo, con el que crearon el imperio territorialmente más extenso que ha existido. Como sabemos, fue obra de Gengis Kan, que no sufrió ninguna derrota significativa hasta 1223: la del Meandro de Samara, a manos de los búlgaros, si bien lo que se sabe de ella es tan escaso y confuso que muy bien pudo haber sido exagerada propagandísticamente por los vencedores.
Y es que de ese enfrentamiento sólo hay constancia en una fuente, la obra magna Al-Kāmil fit-Tārīkh (La Historia Completa), del historiador musulmán Ali ibn al-Athir, quien reseña textualmente:
Después de que los tártaros trataron a los rus como hemos descrito y saquearon su país, se retiraron y fueron contra los búlgaros en el año 620 [1223-1224]. Cuando los búlgaros se enteraron de su llegada, les tendieron trampas en varios lugares. Luego marcharon para enfrentarse a ellos y los arrastraron hasta una emboscada. Salieron a sus espaldas, de modo que quedaron rodeados. Cayeron a espada por todos lados. La mayoría de ellos murieron y solo unos pocos escaparon.
Eso es todo (o casi, como veremos luego) aunque hay que tener en cuenta que Ali ibn al-Athir vivía en el Califato Abásida (formaba parte del séquito de Saladino) y las noticias que pudo tener sobre ese enfrentamiento, si es que ocurrió en realidad, serían pocas y sesgadas, con una victoria autoatribuida por los búlgaros para ensalzarse comparados con los rus, derrotados por el mismo enemigo.
De hecho, hay fuentes secundarias que refieren una victoria de los mongoles y el que éstos aplastasen y sometiesen a vasallaje a los cumanos, durante esa presunta retirada, no hace sino sembrar más dudas.
En suma, no hay un relato cien por cien fiable, no tenemos datos sobre el número de fuerzas contendientes, ignoramos cuántas bajas tuvieron unos y otros… Ni siquiera sabemos quién mandaba exactamente al ejército mongol, si Subotai, Jebe o Jochi, aquellos que, junto con Jelme y Kublai, habían sido bautizados por Gengis como sus perros de guerra; puede que ninguno de ellos de forma directa, pues también se apunta a Uran, el hijo de Subotai. Tampoco sabemos quién fue el general búlgaro con el mando directo, aunque sí la del mandatario; se trataba de Ghabdula Chelbir.
Ghabdula Chelbir era, desde 1178 (y lo seguiría siendo hasta 1225), el kan de Bulgaria del Volga. Con este nombre se conocía a un estado que existió entre los siglos VII y XIII en la confluencia de los ríos Volga y Kama, en la parte europea de la Rusia actual (en las actuales repúblicas rusas de Tartaristán y Chuvasia). Fundado por tribus de origen turco (que suelen ser catalogadas como protobúlgaras) bajo el mando de Kotrag, no hay que confundir Bulgaria del Volga con la Bulgaria propiamente dicha, fundada un poco más tarde por otros protobúlgaros que continuaron hacia el Danubio.
Bulgaria del Volga ocupaba un estratégico cruce de caminos entre oriente y occidente, ubicación que le permitió prosperar gracias al comercio y hacer que su población fuera multiétnica (búlgaros, árabes, turcos, rusos…), mayoritariamente de fe musulmana. Bolgar, la capital originaria, tenía el tamaño de otras grandes urbes de su tiempo, caso de Bagdad, Damasco o Córdoba, y mantenía relaciones económicas con el califato, europeos occidentales, bizantinos, rus, vikingos e incluso chinos. Se entiende, pues, que despertara la codicia mongola y a Ghabdula Chelbir le tocó hacerle frente.
No le faltaba experiencia en resolver conflictos manu militari, puesto que ya había tenido que luchar contra los cumanos (los túrquidos nómadas procedentes del norte del Mar Negro) para frenar su expansión hacia el oeste, por Hungría, Valaquia y Moldavia. Irónicamente, ahora habían pasado a ser aliados contra los mongoles de Subotai, y la cosa no empezó con buen pie porque, en mayo de 1223, el que era el más prestigioso noyan (general) de Gengis derrotó contundentemente a una coalición ruso-cumana cerca de la ciudad de Kalka; la Crónica de Novgorod dice que sólo sobrevivió uno de cada diez hombres, de un total de entre cuarenta y ochenta mil.
La campaña de Subotai, desarrollada junto a su veterano maestro Jebe, había empezado dos años antes para aprovechar la posible confusión derivada de la sucesión en el Imperio Jorezmita (o Corasmio) tras la muerte del sha; de regreso, debían unirse a Jochi (el primogénito de Gengis) para una razia por Bulgaria del Volga.
Efectivamente, la primera parte del plan salió bien; después, marcharon hacia el Dniéper, entrando en Georgia y aplastando primero a las fuerzas del rey Jorge IV para a continuación hacer otro tanto con los mencionados aliados ruso-cumanos. Entonces llegó una orden de Gengis para que volvieran para prevenir el cansancio tras dos años de guerras.
Subotai y Jebe obedecieron, pero el camino de retorno pasaba por la región del Volga, donde ya habían llegado a oídos de Ghabdula Chelbir las noticias sobre el desastre de sus aliados en la batalla de Kalka. Consciente del peligro que corría su gente, y pese al aura de invencibilidad que irradiaban los mongoles, que hasta entonces contaban sus acciones por victorias, consiguió el refuerzo de dos principes mordovianos, Puresh y Purgaz, así como de tropas cumanas. Eso sí, debía tener claro que un choque frontal con el enemigo no parecía prudente, habida cuenta de la debilidad por la que pasaba el país en esos momentos.
Esa precaria situación se debía a la guerra mantenida poco antes con la Rus de Kiev, cuando ésta trató de imponer un monopolio comercial en la región. La contienda no tuvo un ganador absoluto, pero los rusos consiguieron conquistar varias ciudades búlgaras -entre ellas Osel, la más importante al este del Volga-, obligando a Chelbir a trasladar la capitalidad a Bilär. Ahora, en septiembre, se presentaba un nuevo problema, a priori más grave, para lo cual movilizó su ejército.
Chelbir que disponía de efectivos muy limitados -hay quien calcula unos treinta mil hombres- decidió aplicar una vieja táctica protobúlgara que, curiosamente, también solían practicar los mongoles: fingir una retirada para atraer al adversario a un terreno propicio y compensar así su superioridad militar. El lugar que eligió fue el entorno de las montañas Zhiguli, una sierra boscosa encajada en el llamado meandro de Samara, una gran curva que describe el curso del río Volga y que se caracteriza no sólo por estar casi cerrada sino porque su superficie es pantanosa, fruto tanto del agua como del petróleo que afloran desde el subsuelo.
Allí se presentaron los mongoles, si bien parece que no eran la totalidad de las fuerzas disponibles ni mucho menos. En principio debiera haber sido un grupo más numeroso, pero Jochi había hecho honor a su fama de tener mucha iniciativa y en vez de unirse al grueso de Subotai y Jebe, como había ordenado su padre, regresó por su cuenta.
Eso se debió a que tampoco había seguido sus instrucciones de colaborar con ellos en la campaña por la estepa póntica e hizo una propia por el este, victoriosa. Es posible que esa independencia le costase la sucesión cuatro años más tarde, cuando Gengis nombró a Ogodei en vez de a él (aunque, de todos modos, moriría poco antes que su padre, en 1227).
El caso es que las fuerzas de Jochi no estaban presentes y seguramente las que marcharon al encuentro de Chelbir fueran únicamente la vanguardia de las de Subotai, dirigidas por Uran, uno de sus hijos. Por tanto, no se trataría del total, que se desconoce y a buen seguro estaba muy lejos de esos ciento cincuenta mil guerreros que suelen reseñarse tradicionalmente en Bulgaria. No obstante, Uran debió estar lo suficientemente confiado como para ir al choque frontal. De hecho, puso a los búlgaros en fuga y, como pasaba a menudo, los jinetes mongoles quisieron aprovechar la retirada lanzándose en su persecución sin percatarse de que se estaban metiendo en una trampa.
En efecto, encajonados entre el cauce fluvial y las montañas, fueron rodeados por las tropas de Chelbir, tal como él las había dispuesto, y la batalla tuvo el signo contrario. Enfangados en aquel terreno imposible, los mongoles no pudieron maniobrar y fueron cayendo uno tras otro. Algunas fuentes chinas dicen que murieron todos, pero es improbable; la tradición cuenta que sólo se salvaron cuatro mil prisioneros, de lo que deriva una leyenda en la que Chelbir los sustituyó por otros tantos carneros, de ahí que a la batalla también se la conozca hoy en Bulgaria por ese nombre.
Ahora bien, esa tradición proviene de otro párrafo de la obra antes reseñada, la de Ali ibn al-Athir, quien después de su escueta narración de la batalla añade:
Sin embargo, hay otra versión. Eran unos cuatro mil y partieron hacia Saqsin de regreso con su gobernante, Gengis Khan. Las tierras de Qipjaq quedaron libres de ellos y los supervivientes regresaron a casa.
Hay historiadores que creen que esos cuatro mil serían más bien el total de hombres de Uran, no los supervivientes. Si es así, habría que ver con cuántos contaba Chelbir de verdad y poner en cuestión sus propias bajas, que algunos sitúan entre cinco y diez mil muertos, pues en tal caso se trataría más bien de una victoria mongola en vez de búlgara, como decíamos antes. Incluso es posible que se esté interpretando erróneamente ese texto, puesto que no habla de una batalla de forma explícita. No obstante, cuando Jochi regresó junto a su padre se arrodilló ante él, le cogió la mano y la puso sobre su cabeza, en señal de sumisión ¿Estaba asumiendo la responsabilidad de la derrota, pese a que había vuelto de su campaña personal con un gran botín?
Ocurriera o no, y ganara quien ganase, la batalla del Meandro de Samara ha pasado a la Historia como la única perdida por Gengis Kan. Sin embargo, su trascendencia fue muy limitada, si bien la historiografía búlgara considera que sirvió para impedir la incorporación de la Rus de Kiev a la Horda de Oro (nombre que se daría al ulús o territorio legado por Jochi a sus descendientes) y por eso surgió la teoría de que Samara fue algo sobredimensionado para que los rusos quedasen en deuda. A corto plazo sí hubo una gran desgracia para los mongoles: la muerte de Jebe durante ese viaje de vuelta, al enfermar de fiebres; fue a principios de 1224, poco antes de reunirse con Jochi para retornar juntos.
Pero Subotai y Batú (el hijo de Jochi, que además de heredar la Horda Azul, o sea el este del imperio, había arrebatado a su hermano Orda la Horda Blanca, el oeste) aparecieron de nuevo en el horizonte en 1236, aprovechando que Chelbir había fallecido también en 1225 y las luchas intestinas asolaban Bulgaria del Volga. Esta vez lograron someterla, disgregándola en pequeños estados vasallos que fueron incorporados de forma autónoma a la Horda de Oro y poniendo fin al país como tal.