domingo, 1 de mayo de 2022

Björn Ragnarsson y las incursiones vikingas a la Península Ibérica

 

Björn Ragnarsson y las incursiones vikingas a la Península Ibérica



Por Jorge Álvarez........... La  Brujula Verde   




Volvamos de nuevo a la popular serie televisiva Vikings en la que, una vez fallecido su protagonista, Ragnar Lodbrok, las últimas temporadas se centran en la vida de sus hijos. Ivar el Deshuesado es quizá quien acapara la atención por su peculiar personalidad, que recuerda un poco a la imagen clásica -y tópica- de Calígula o Nerón. Pero también tienen sus momentos Ubbe, Hvitsärk y Björn. Como ya hemos dedicado artículos a todos ellos excepto al último, vamos a hacerlo hoy centrándonos, sobre todo, en la expedición que dirigió al Mediterráneo y que supuso el ataque de varios puntos de la Península Ibérica, entre ellos Asturias, Galicia, Algeciras y Sevilla.

Antes de empezar es conveniente advertir de que, por razones dramáticas, la serie cambia algunas relaciones familiares. La más importante, para lo que nos ocupa aquí, es que Björn no sólo no tenía la primogenitura -el honor correspondía a Ivar- sino que ni siquiera era hijo de Lagertha, quien se supone que no le dio descendencia a Ragnar (o, en todo caso, un vástago llamado Fridleif y dos hijas de nombre desconocido). Su madre fue Aslaug, segunda esposa de Ragnar. Por tanto, Björn era hermano directo de los antes nombrados (excepto de Ubbe, cuya filiación es incierta) más Sigurd y Guthrod. También sería hermanastro de la prole que su padre tuvo con una tercera mujer, Thora Borgarhjört, compuesta por Eric, Agnar y Olof.

Aunque hay quien lo adelante dos décadas, Björn debió nacer en torno al año 800 d.C. En realidad ni siquiera es seguro que fuera hijo de Ragnar, pero así ha pasado a la posteridad y las crónicas de la época, caso de la Gesta Normannorum Ducum (escrita por el monje anglo-normando Guillermo de Jumièges en 1060), los Annales Bertiniani (anales carolingios contemporáneos del vikingo) o los Anales de Fontenelle (también conocido como Chronicon Fontanellense, de la segunda mitad del siglo IX), cuentan que fue expulsado del reino por su progenitor, siguiendo una antigua costumbre que obligaba a hacerlo con los hijos menores para que no se interpusieran en la sucesión al trono del mayor.


Así fue cómo se embarcó en su primera gran expedición por la zona occidental de Francia, remontando incluso el Sena para atacar el interior gracias al poco calado de los drakkars, para poner sitio a la mismísima París. Finalmente alcanzó un acuerdo con el rey Carlos el Calvo que resultó bastante precario, por lo que aún hubo más enfrentamientos cuya resolución desconocemos por no reflejarlo las fuentes. Sí sabemos que hubo un segundo saqueo parisino y que el monarca galo terminó contratando a unos vikingos establecidos en la región del Somme para rechazar el peligro, algo que fracasó porque ambos se unieron y sólo la conversión al cristianismo de los segundos rompió la improvisada alianza.

Las obras citadas antes no son las únicas que aportan datos sobre Björn, al que se apodaba Járnsíða, generalmente traducido como Brazo de Hierro pero siendo más exacto Costado de Hierro. Tenemos, en primer lugar, la célebre Gesta Danorum que compuso hacia el año 1200 el historiador y teólogo Saxo Grammaticus, aunque no habla de toda la vida del personaje sino a partir de cuando ya era rey de Suecia. También menciona que se unió a la campaña del Gran Ejército Pagano contra la heptarquía anglosajona (Anglia, Essex, Kent, Mercia, Northumbria, Sussex y Wessex), presuntamente bajo el liderazgo de Ivar el Deshuesado y sus hermanos entre los años 865 y 878, para vengar la muerte de su padre a manos de Ælla, monarca de Northumbria; sin embargo, la participación de Björn no figura en la mayoría de las demás fuentes.



Asimismo la Saga Hervarar, del siglo XIII, cuenta cómo Björn heredó el trono sueco al fallecer Ragnar Lodbrok y luego pasó el testigo a su vástago, Erik Björnsson, iniciando una nueva y próspera dinastía conocida como Casa de Munsö. Y no hay que olvidar el Ragnarssona þáttr o Cuento de los hijos de Ragnar, una saga islandesa del siglo XIV que mezcla historia y leyenda, en la que sí consta que Björn integró aquella expedición fraterna contra los ingleses, aunque habría sido derrotado y sólo la astucia de Ivar, al pactar con el enemigo un asentamiento que abarcase la extensión de una piel de buey (como en la fundación mitológica de Cartago a manos de la fenicia Dido), permitió a los vikingos quedarse en la ciudad de Jorvik (York), que usaron como base para seguir la guerra. El Cuento de los hijos de Ragnar continúa narrando la siguiente expedición, que llevaron a cabo por Normandía, Francia y Lombardía.

Aquí llega el momento de hacer un alto para volver los ojos al citado viaje de Björn al Mediterráneo, mostrado en la penúltima temporada de la serie a pesar de que no está claro qué papel jugó en él. Está probada la historicidad de una primera y anterior incursión vikinga a Al-Ándalus porque también la mencionan historiadores musulmanes como Ibn al-Qūṭiyya (llamado asimismo Abu Bakr o al-Qurtubi) en su Historia de la conquista de al-Andalus (siglo X), Ibn Idhari en su Al-Bayan al-Mughrib (traducible como Libro de la asombrosa historia de los reyes de al-Andalus y Magreb, del siglo XIV pero usando fuentes del X) y Al-Nuwayri en su Nihāyat al-arab fī funūn al-adab (en español, La máxima ambición en las artes de la erudición, también del siglo XIV). Datan el suceso en el año 230 de la Hégira y no identifican a los vikingos por ese nombre sino por el de al-majus, que significa adoradores del fuego (en alusión a los seguidores de Zoroastro de otra época); es decir, paganos.

La cristiana Crónica Rotense, compuesta en el siglo X, también refrenda la llegada de los que designó como «normandos, gente hasta entonces desconocida, pagana y muy cruel», ya que antes de llegar a la parte meridional de la península camparon por el Cantábrico en el año 844. Se supone que desembarcaron en Gijón, pero poco tiempo porque entonces era muy pequeña y pobre, para seguir y caer sobre La Coruña. Galicia formaba parte del Reino de Asturias, por lo que el rey Ramiro I envió tropas para rechazarlos. Con éxito, aunque sin poder evitar una huella psicológica lo suficientemente fuerte como para fortificar el litoral y garantizar la seguridad de Oviedo, la capital.




Unas semanas después los vikingos trataron de asaltar Usbuna (Lisboa), que era una rica ciudad musulmana del esplendoroso Emirato de Córdoba pero que también logró resistir. La flota de los majus, que superaba el centenar de barcos y los cuatro mil hombres, puso rumbo al sur mientras el gobernador lisboeta enviaba un correo a Abederramán II avisándole del peligro. Antes de que llegara sufrieron ataques las ciudades de Sidonia, Cádiz y Sanlúcar. Los nórdicos siguieron la costumbre de remontar los cursos fluviales y subieron Guadalquivir arriba hasta Coria del Río, exterminando a toda su población para evitar que nadie advirtiera a su verdadero objetivo, Sevilla. Ésta fue conquistada con facilidad -salvo la alcazaba- a principios de octubre y saqueada brutalmente, consiguiendo los vikingos un espléndido botín y miles de esclavos.

A continuación siguieron asaltando localidades hasta que Abderramán pudo organizar a los suyos para hacerles frente. La superioridad de su caballería y la colaboración de Musa ibn Musa, gobernador de aṯ-Ṯaḡr al-Aʿlà (Marca Superior, aproximadamente lo que era la antigua provincia Tarraconense), permitió a los andalusíes imponerse en Talyata (Itálica), causando importantes pérdidas a sus adversarios. Mientras cientos de sus compañeros hechos prisioneros eran ejecutados (se les enterró dejando fuera las cabezas, luego aplastadas por caballos al galope), el resto de los vikingos embarcó precipitadamente, no sin perder una treintena de naves. Pudieron negociar el salir a la desembocadura del río a cambio de devolver parte del botín y emprendieron entonces rumbo a su hogar, si bien todavía saquearon Niebla (Huelva).

Una improbable leyenda dice que un grupo de majus se quedó aislado entre Carmona y Morón, convirtiéndose al Islam y dedicándose a elaborar queso, pero en general aquellas incursiones pasaron a ser un episodio de negro recuerdo en la historia de Al Ándalus, como había pasado en el Cantábrico. Sevilla, que se vio reducida a ruinas, fue reconstruida con recias fortificaciones y sistemas defensivos que incluían lo que después serían los Reales Alcázares, las atarazanas y un servicio de alerta por mensajeros. Esas prudentes medidas demostraron ser útiles cuando hubo nuevas -y frustradas- razias de los nórdicos. La primera, según la Crónica Albeldense, fue en el año 858, reinando en Asturias Ordoño I, y la protagonizó Björn junto a Hastein, su presunto padre adoptivo o, más probablemente, tutor designado por Ragnar.



Sea cierta o no esa anécdota, los vikingos saquearon toda la Toscana continuando por Sicilia y, otra vez, el norte de África. De nuevo los relatos legendarios hablan de una batalla contra la flota bizantina, que les habría destrozado gracias al fuego griego y persuadido así para regresar a casa, aunque otras fuentes atribuyen la acción -y el uso del destructor arma- a los andalusíes. Probablemente todo se debiera sólo a una fuerte tormenta, pero el caso es que perdieron tantos barcos que únicamente les quedaba una veintena, por lo que, en efecto, tuvieron que retornar. Durante el trayecto, aprovecharon para conquistar Pamplona; según unos autores remontando el Ebro, según otros desde el Golfo de Vizcaya.

Como decíamos antes, en torno al año 966 hubo una tercera gran expedición mediterránea, sin contar incursiones menores (que quedan reflejadas en las reseñas de la Crónica Silense, acerca de los bastiones costeros mandados erigir por el rey asturiano Alfonso III). La nueva campaña, realizada por daneses al mando de Gudrød Grafeldr con aún más efectivos (unos ocho mil hombres), siguió el mismo itinerario: desde Jakobsland (Tierra de Santiago, Galicia) y Portugal, ambas devastadas en esta ocasión. Pero la falta de noticias posteriores parece indicar que se estrellaron contra la flota musulmana del Califato de Córdoba y no pudieron seguir. El litoral gallego, eso sí, sería visitado periódicamente por los hombres del norte: en el 1014 por Olaf Haraldsson; en el 1028 por un tal Ulf el Gallego

En cuanto a los protagonistas de aquella aventura, Hastein continuó su vida guerrera mientras Björn, enriquecido gracias al botín que cosecharon, quiso retirarse para reinar en Suecia. Ragnar, celoso del éxito de sus vástagos, se embarcó en la expedición a Northumbria en la que perdería la vida y su hijo se incorporó al Gran Ejército Pagano, como vimos, para vengarle. Luego se repartieron las posesiones y a Björn se le confirmó su reino sueco. Como siempre, con diferencias según quien lo cuente; hay pocas certezas con los vikingos










Sigurd I de Noruega, el vikingo que fue a la Primera Cruzada

 

Sigurd I de Noruega, el vikingo que fue a la Primera Cruzada




La Brujula Verde   ..........  Por Jorge Álvarez  


Si hay un pueblo asociado a una imagen bien definida es el vikingo. La estampa de sus drakkars arribando a una playa y sus ocupantes desembarcando espada en mano, protegidos por sus escudos y dando feroces alaridos de guerra constituye toda una iconografía del Medievo, a pesar de ser muy estereotipada. Buena parte de la fascinación que aún producen se basa en su atractiva mitología pagana, repleta de elementos mil veces imitados por la fantasía literaria y cinematográfica actuales, por eso resulta tan insólita la historia de Sigurd I de Noruega, el primer vikingo que se fue a las cruzadas.

El cristianismo empezó a asentarse en Escandinavia a partir del siglo IX por la acción de los misioneros que visitaban la región ya desde la centuria anterior. No fue una conversión fácil y si muchos de esos predicadores debieron tener la frustrante sensación de clamar en el desierto, otros lo pasaron peor al terminar esclavizados o simplemente asesinados. Pero la semilla estaba sembrada y floreció en torno al año 965, cuando el rey danés Harald Blåtand abrazó la nueva fe. Sus súbditos no siguieron el ejemplo y hubo que esperar al reinado de su nieto Canuto para que el cristianismo se generalizase.

En Noruega la cosa fue diferente, impuesta de arriba a abajo forzosamente por los monarcas Olaf Tryggverson y Olaf Haraldsson. Suecia, en cambio, fue más reticente y la nueva religión no fue oficial hasta el año 1008, en que el rey Olaf Skötkonung se convirtió; no así su pueblo, al que fue necesario «convencer» destruyendo las estatuas de los antiguos dioses y talando los bosques sagrados. Aquel cambio espiritual tan drástico en el mundo vikingo supuso el final de su forma de vida tradicional; se acabaron los sacrificios humanos, la eliminación de niños débiles, los entierros con ajuar, disminuyeron las razzias indiscriminadas y se erigieron las bellas iglesias de madera de las que todavía se conservan ejemplos.



Y una de las cosas más sorprendentes fue la presencia de un soberano vikingo en Tierra Santa en defensa de la fe de Cristo, tal como cuenta la Heimskringla o Crónica de los reyes de Noruega, una colección de sagas nórdicas escritas por el escaldo islandés Snorri Sturluson, que negoció con el rey noruego Haakon IV el sometimiento de la isla a su autoridad. Su estancia en la corte le permitió conocer bien la historia del país y fruto de ello fue la redacción de la citada Heimskringla , una de cuyas sagas, la Magnússona, cuenta la historia de los hijos de Magnus (Sigurðar saga jórsalafaraEysteins ok Ólafs), Sigurd, Øystein y Olaf.

Sigurd Magnusson, nacido en Noruega en torno al año 1090, era el segundo de los tres hijos del rey Magnus III, tras Øystein y antes que Olaf; los tres de madres diferentes y, por tanto, con el mismo derecho a la sucesión, razón por la cual a la muerte de su padre gobernarían juntos. Pero antes, un Sigurd todavía niño acompañó a su progenitor en una expedición a los archipiélagos del norte de Escocia e Irlanda (Orcadas, Hébridas, Mann), recibiendo primero el título de jarl (conde) de las Orcadas en sustitución de los depuestos Paul y Erlend Thorfinsson y después siendo coronado rey de todas las islas tras derrocar al monarca local, quedando aquel territorio insular vinculado a Noruega durante mucho tiempo.


Estos hechos ocurrieron en el año 1098 y no está claro si Sigurd regresó con su padre o se quedó. En cualquier caso, Magnus volvió cuatro años más tarde y, con vistas a pactar una alianza, se casó con una hija del dalcassiano Muirchertach Ua Briain (también conocido como Murtough O’Brien), hijo del rey de Munster (la provincia sur de la isla irlandesa) y que se había autoproclamado rey supremo de Irlanda. Para fortalecer el acuerdo y pese a que sólo tenía catorce años, Sigurd desposó a Bjaðmunjo, la hija de Muirchertach, que era aún más joven. Los nuevos socios emprendieron entonces una campaña militar que les permitió controlar el Ulster.

Pero cuando Magnus se disponía a retornar a su hogar en el 1103 falleció en una emboscada del enemigo. Eso supuso la ruptura del matrimonio de Sigurd, al fin y al cabo un simple adolescente que tendría que compartir el poder con sus hermanos. En efecto, se formó aquel peculiar triunvirato (sólo teórico porque Olaf apenas tenía cuatro años), que se mantuvo por el afecto que se tenían entre sí y porque el reino vivía en la abundancia gracias a que las incursiones de su difunto progenitor proporcionaron riqueza y dominios. De hecho, se considera aquélla una edad de oro noruega, un florecimiento cultural y político al que no afectó el hecho de que las Hébridas y Mann aprovechasen la muerte de Magnus para independizarse (por contra, las Orcadas permanecieron sujetas)

No obstante, faltaba aún el episodio más singular. En 1095, durante el Concilio de Clermont, el papa Urbano II había convocado la Primera Cruzada para auxiliar al Imperio Bizantino y liberar los Santos Lugares, que habían caído en manos de los selyúcidas. Al llamamiento respondió inicialmente la conocida como Cruzada de los Pobres que, bajo el liderazgo de Pedro el Ermitaño, fue fácilmente derrotada por los turcos. Luego, en 1097, llegó el turno de la Cruzada de los Caballeros, que a despecho de sus luchas internas tuvo éxito y creó un reino cristiano en Jerusalén, tomada en 1099 y con Godofredo de Bouillón como rey, enseguida sucedido por su hermano Balduino.

Eso no significó que llegara la paz porque las desavenencias entre cristianos les dejaron a merced de una coalición musulmana, por lo que siguieron fluyendo tropas desde Europa hacia la región palestina lenta pero regularmente. En ese contexto se enmarcó lo que se ha dado en denominar la Cruzada noruega. La decidieron Sigurd y Øystein en 1107, acordando -no sin cierta disputa- que el primero la lideraría por tener mayor experiencia bélica mientras el segundo se quedaría gobernando el reino.

Sigurd, que ya había cumplido dieciocho años, se puso así al mando de una fuerza de algo más de cinco mil hombres (parte de ellos esclavos con la promesa de ser manumitidos) que en otoño de 1108 zarparon de Bergen en unos «sesenta barcos de guerra de hermosa construcción», narra Sturluson, y «según la voluntad de Dios/de aquí hacia fuera navegaron». Se dirigieron a Inglaterra, donde fueron acogidos por Enrique I para pasar el invierno.

En la primavera de 1109 se pusieron otra vez en marcha, dejando atrás el Canal de la Mancha, costeando Francia y descansando un tiempo en Santiago de Compostela para invernar de nuevo; la escasez estacional en lo que llamaban Galizuland hizo que el señor local se negara a facilitarles avituallamiento, por lo que tomaron y robaron su castillo antes de irse. También en aguas hispanas se produjo un curioso enfrentamiento naval, cuando se toparon con una flota árabe dedicada a la piratería que, tras ser vencida, engrosó con ocho naves más la de Sigurd -que combatía siempre junto a los suyos, como era costumbre vikinga-.



Llegaron a Sintra, asaltando su fortaleza y pasando a cuchillo a la guarnición por negarse a abrazar el cristianismo. Lo intentaron también en Lisboa pero estaba bien defendida y no pasaron de las afueras. La que no se libró fue Alcácer do Sal (donde «el desesperado lamento de las viudas de los paganos/resonó en las casas vacías/por cada hombre huido o muerto»), para después cruzar Norfasund (el Estrecho de Gibraltar), continuando sus depredaciones en Formentera, Ibiza y Menorca; evitaron Mallorca porque estaba bien fortificada y a esas alturas ya habían acumulado un botín fabuloso.

Recuperaron fuerzas en Sikileyjar (Sicilia), bien recibidos por Rogelio II, un joven (trece años) conde normando, y finalmente pisaron Tierra Santa en el verano de 1110, desembarcando en Akrsborg (Acre) y dirigiéndose a Jorsalaland (Jerusalén), donde Balduino les acogió calurosamente. Los dos reyes se hicieron amigos y visitaron el río Jordán, en cuyas aguas se dijo que Sigurd fue bautizado. Luego el vikingo apoyó con su flota a Balduino y al duque de Venecia Ordenato Faliero en la conquista de Sidón, que estaba en poder de los fatimíes y cayó en diciembre; como premio especial se le regaló a Sigurd una astilla de la Vera Cruz.

Como todo quedó más o menos pacificado, los noruegos se desplazaron a Chipre y de allí a Miklagard (Constantinopla), donde permanecieron una temporada. Sigurd dio por terminada su cruzada y emprendió el regreso a su reino por tierra, dejando en manos del emperador bizantino Alejo I la mayor parte de las riquezas obtenidas y la flota.

De hecho sólo le acompañó un centenar de sus hombres porque el resto, aparte de las bajas y otros que fueron volviendo en grupos pequeños, prefirió quedarse al servicio del Imperio Bizantino incorporándose a la Guardia Varega. Ésta era la escolta de los emperadores que había creado Basilio II en el año 988, tras un acuerdo con la Rus de Kiev -una vez que ésta se cristianizó-, debido a que los varegos (vikingos suecos establecidos en Rusia, Bielorrusia y Ucrania) eran de lealtad probada frente a los bizantinos, tendentes a cambiar de bando si había dinero de por medio.

El viaje de retorno llevó tres años y permitió a Sigurd conocer numerosos reinos centroeuropeos hasta llegar a Dinamarca, donde el rey Niels le dio un barco para cruzar a Noruega. Era el 1111 y se reencontró con Øystein, quien se había convertido en un monarca muy popular, no sólo por sus notables dotes personales sino también por una provechosa política que había llevado prosperidad general y al fortalecimiento de la Iglesia. Pero su hermano falleció en 1123 y como Olaf también lo había hecho en el 1115, Sigurd se quedó solo al frente del país.




Estableció su capital en Konghelle, donde construyó un castillo y erigió un templo -hoy perdido- para albergar la mencionada reliquia regalada por Balduino. Asimismo, continuó la línea de reforzar a la Iglesia introduciendo el diezmo religioso y fundando una diócesis en Stavanger. Y si bien tuvo un choque con ella cuando el obispo de Bergen se negó a concederle el divorcio de su esposa Malmfred de Kiev (tuvo que nombrar a otro más receptivo que si accedió), en 1123, el mismo año del óbito de Øystein, demostró que no cejaba en su apoyo al estamento eclesial encabezando una expedición contra la sueca Småland porque sus habitantes habían retomado el paganismo.

En 1130, a la edad de cuarenta años y tras veintisiete de reinado, Sigurd enfermó y murió en Oslo. Fue enterrado en la Catedral de San Hallvard y al no dejar herederos varones legítimos (sólo Cristina, una hija que tuvo con Malmfred), el trono lo heredó Magnus, bastardo concebido con su amante Borghild Olavsdotter. Los otros vástagos e incluso su sobrino Olaf el Desafortunado, hijo de Øystein, reclamaron sus derechos (en la tradición vikinga no sólo contaba la sangre sino también la popularidad) y Noruega quedó sumida en una terrible guerra civil que duraría más de un siglo, hasta 1240.

Aquel vikingo que fue el primero en combatir en Tierra Santa en nombre del Dios cristiano pasó así a la Historia como Sigurðr Jórsalafari, es decir, Sigurd el que ha estado en Jerusalén. O el Cruzado.
















El extraño naufragio del Engelen, el barco que trajo a España a Carlos V, en Pasajes

 

El extraño naufragio del Engelen, el barco que trajo a España a Carlos V, en Pasajes












Un investigador documenta en archivos de media Europa la historia del buque danés en el que el Rey quiso que su hermano abandonase Castilla

Resulta extraño que, a estas alturas, pueda revelarse un episodio desconocido de uno de los reyes mejor estudiados de nuestra historia.Pero un joven investigador ha logrado documentar una de las etapas menos conocidas de la vida de Carlos V. El año y medio previos a su visita a España, del que quedan muy pocos testimonios escritos, y sobre todo del viaje que emprendió para reclamar su herencia, los tronos de Castilla y Aragón, legados por su abuelo el Rey Católico. Hasta ahora el viaje eran tres o cuatro líneas en las monografías. Javier López revelará los detalles de su investigación en la Casa del Lector el día 13, en la inauguración de las jornadas «El auge naval y el desarrollo de las naciones», que patrocina ABC.

Puerto de Flesinga, de donde partió Carlos hacia Laredo, pintado por Petrus Segaers
Puerto de Flesinga, de donde partió Carlos hacia Laredo, pintado por Petrus Segaers

Todo comenzó delante de un cañón de bronce depositado en el Museo de San Telmo de San Sebastián, en 2006. Allí fue donde misterio que rodeaba el viaje a España de Carlos V comenzó a disiparse. El investigador Javier López Martín, experto en artillería naval de época moderna, ha sido capaz de tirar del hilo de ese misterio hasta documentar, a través de la historia del barco en el que estaba esa pieza -una lombarda-, uno de los episodios fundamentales de nuestra historia. La verdad oculta, totalmente desconocida hasta hoy, del Engelen, el barco danés que trajo a España a Carlos de Habsburgo.

Un buque tan importante y que, paradójicamente, no había dejado huellas en la historiografía sobre el emperador. Y ese cañón, que se creía de origen alemán, tenía la primera clave. Se trata de una lombarda de principios del XVI, que presenta una inscripción en bajo alemán a mitad de la caña: «Me llamo Rosita traigo muerte y / parálisis en el año 1509 me ha fundido / Hans Vastenone esto es verdad».

Un misterio llevaba a otro misterio, pero la investigación ha durado casi diez años. Javier López tiró del primer hilo y llegó a un inventario de artillería publicado en el XIX. Y ahí comenzó un camino que le ha conducido a archivos británicos y españoles (ultima ahora su trabajo en centros documentales alemanes y belgas). Es el primer detalle que aporta la dimensión europea de esta investigación, que es la dimensión que con Carlos de Habsburgo adquirirá la Corona. En esos archivos estaban los documentos que han ayudado a desvelar toda la historia del barco. Como veremos, el Engelen era danés, no de Flandes, ni alemán. Lo mismo que el cañón, fundido en el condado de Oldenburgo, por entonces parte del reino de Dinamarca.

Tormentas para el rey

Cuando muere Fernando el Católico en 1516, Carlos de Habsburgo, duque de Borgoña y Archiduque de Austria, emprende una carrera para lograr coronarse Rey de Castilla y Aragón. Pero su reinado comienza entre tormentas. No tiene fondos, el ducado de Güeldres está en guerra y las preferencias de los nobles castellanos se concretan alrededor de su hermano, Fernando, educado en España. Por todo ello no tiene medios ni tiempo para viajar a Castilla en una escuadra digna de la herencia que va a recibir, la más grande desde la Antigüedad.

Pero le asiste el Rey Christian II de Dinamarca, casado con su hermana, la infanta Isabel de Austria. Así que el barco, el Engelen, se lo prestará Christian II, un monarca que ha logrado reunir en los años previos una flota imponente, capaz de dominar el estrecho del Søund, incluso de bloquearlo para mantener la hegemonía en el Báltico. De su flota en esos años destaca sobre todo la construcción de dos enormes barcos gemelos: el María y el Engelen. Son idénticos y de una dimensión hasta entonces desconocida en el Norte de Europa: 1.500 toneladas, 35 metros de eslora y 13 de manga, tres puentes y cuatro palos.

Guerra en el norte de Europa

Tras la guerra que enfrentó a la Liga Hanseática y Suecia contra Dinamarca y Flandes en 1510 en la que participó el Engelen, se firma la paz en 1512. Y muy poco después, en 1515 el Rey Christian II se casa con Isabel de Austria, que tiene 14 años, tratando de asentar su posición con esa alianza matrimonial. ¿Cómo llegó el barco a Flandes, a los pocos años?

Javier López ha tenido la suerte de encontrar una verdadera mina de documentos en los archivos que guardan la correspondencia de los embajadores ingleses de la época, que informaban a Enrique VIII de cada paso que daba el Archiduque -ya que Carlos le estaba pidiendo préstamos- en el año y medio que precede a su viaje a España de 1517. Con ello, ha arrojado luz sobre una época oscurecida por la falta de datos sobre Carlos V, cuando debe apaciguar la guerra en Güelbres, realizar un cambio copernicano a su diplomacia para lograr el favor de Francia de cara a alcanzar sus objetivos y ganar tiempo ante las demandas de Cisneros para que acudiera con premura a Castilla donde se formaba un partido en derredor de su hermano Fernando.

Un barco-trono

También ha logrado Javier López grandes aportaciones con su investigación para entender las relaciones complejas entre España y sus dominios en Flandes con el norte de Europa en ese momento decisivo en el que España se convirtió en un imperio europeo. Todo ello gracias a que el investigador pudo rastrear los datos de fabricación y del naufragio del Engelen.

Como se sabe, Carlos partió por fin del puerto de Vlissingen, o Flesinga, el 7 de septiembre de 1517, rumbo a Laredo. En 2017 hará 500 años exactos. Pero una fuerte tormenta dispersó a la flota que acompañaba al Engelen y a los cuarenta barcos de su escolta terminaron en Tazones, Asturias, donde desembarcó el Rey. A la luz de los nuevos datos sobre el barco, su origen danés y otros detalles del séquito cobran nuevo valor los relatos conocidos, como la crónica de Laurent Vital. Lo cierto es que en este barco en el que viajaba Carlos de Habsburgo, llegaba a España la esencia de lo que ya desde entonces sería Europa. Una idea unitaria, de inspiración cristiana y con una enorme sed de horizonte.

Los datos recabados por Javier López muestran cómo el Engelen iba fuertemente artillado y decorado como lo que era: un barco-trono en una misión única en la historia. Hasta las velas mostraban la gran dignidad que viajaba en él, porque lucían pinturas y símbolos augurales para el reinado que venía a cambiar la historia de España. Un Cristo en la vela mayor, santos y las divisas del plus ultra en las Columnas de Hércules. Emblemas de una voluntad espiritual que marcó los siguientes siglos de nuestra historia. Estos datos, tan relevantes, han sido recuperados en esta investigación.

Una vez puesto pie en tierra, Carlos ordena al Engelen refugiarse en Pasajes durante el invierno y el año siguiente. Elige ese barco, entonces, para que se lleve a su hermano a Flandes, expulsado para no permitir a los nobles que le apoyaban rebelarse. Pero allí, en el puerto de Pasajes se incendia y se hunde mientras lo calafateaban el 4 de mayo de 1518. ¿Fue intencionado el incendio, obra de aquellos nobles que se resistían ante la «invasión» del gusto y el protocolo borgoñón en Castilla? Es bastante probable.

Uno de los documentos del pleito de Fuenterrabía contra Carlos V
Uno de los documentos del pleito de Fuenterrabía contra Carlos V

Las ciudades contra el rey

Sea como fuere, Javier López ha encontrado también documentos sobre lo que ocurrió después del naufragio: un enfrentamiento entre el Rey y las ciudades: Fuenterrabía, Rentería y Oyarzun, que no querían sufragar el rescate de la artillería y el casco del barco, tal y como exigía el Carlos V. No quería que se perdiera un buque tan significativo, el regalo del rey de Dinamarca. Tal vez su empeño revele sus sospechas de lo ocurrido. Pero más alla de especulaciones, los documentos de ese pleito nos hablan de la compleja sociedad que se encuentra el futuro emperador, una nobleza que quiere ponerle límites y desconfía de su llegada casi como un rey extranjero

Al final la artillería se rescató (119 piezas, no todas) con grandes trabajos sufragados por la Corona. Javier López nos relata que «el cañón me llevó al barco y el barco me llevó de nuevo al cañón», porque: ¿Qué hacía entonces en San Sebastián un cañón danés tan antiguo? La lombarda apareció en 1937 durante la recuperación de un vapor hundido en el puerto de Pasajes en 1936 para bloquearlo ante la llegada del ejército franquista.

¿Quedará algún resto del barco bajo el limo de la Ría de Pasajes? Es probable que, si salió un cañón, queden más restos. Es una zona de frecuentes dragas por el sedimento que arrastra el río Oyarzun. Además, esta historia recuperada merece tener protagonismo en las rutas turísticas carolinas. Por si fuera poco, el quinto centenario del viaje de Carlos es el año que viene. ¿Hará algo España para conmemorarlo?





Descubren un altar vikingo supuestamente milagroso – Quo

 

Descubren un altar vikingo supuestamente milagroso – Quo











Se trata de la tumba del rey Olaf Haraldsson


Arqueólogos noruegos han encontrado la tumba con los restos del rey vikingo Olaf Haraldsson, muerto en el año 1030, en una batalla contra las tropas del rey sueco Canuto I.

Tras su muerte, empezó a correr el rumor de que la tumba del rey Olaf tenía poderes milagrosos. Por ese motivo, su cuerpo fue desenterrado y sepultado de nuevo en una capilla construida para albergar sus restos. Durante años, el altar de aquel templo fue un lugar de peregrinación ya que, supuestamente, allí se obraban prodigios y los enfermos se curaban.

En el año 1164, el soberano vikingo (que profesaba la fe cristiana) fue convertido en mártir y santo pero, en 1300, su capilla fue destruida. Desde entonces, y hasta la fecha, se habían buscado sus restos infructuosamente, ya que se desconocía el lugar exacto de su emplazamiento.

Ahora, la tumba ha sido finalmente encontrada, y con ella el cráneo y varios huesos del soberano.


¿Guiados por los Ancestros? Fanático maya salvado por un sacerdote de 1000 años

 

¿Guiados por los Ancestros? Fanático maya salvado por un sacerdote de 1000 años






El 3 de enero de 1931, apareció un artículo en el Modesto News-Herald titulado ‘Misterio del ermitaño de la cueva de Loltún’. El artículo relataba el encuentro entre un hombre de nombre Robert Stacy-Judd y un anciano ermitaño maya, cuando el primero se perdió mientras exploraba la cueva de Loltun con varios guías nativos.

Impresionante tumba de Royal Scribe revelada en la necrópolis de Saqqara

Robert Stacy-Judd, alrededor de 1933.

Robert Stacy-Judd, alrededor de 1933. ( Dominio público )

El arquitecto aventurero

Robert Stacy-Judd fue un arquitecto inglés involucrado en el Renacimiento maya, un movimiento arquitectónico que floreció durante las décadas de 1920 y 1930. Este estilo se inspiró en el arte y la arquitectura de las civilizaciones mesoamericanas precolombinas. Una de las obras más conocidas de Stacy-Judd, por ejemplo, es el Hotel Aztec, que fue construido en 1924, en la Ruta 66 de EE. UU. en Monrovia, en el Valle de San Gabriel, California. No hace falta decir que Stacy-Judd era una apasionada de los mayas. Aparte de sus obras arquitectónicas, la pasión de Stacy-Judd se manifestó en sus exploraciones de la civilización maya y en sus escritos sobre su arquitectura.

'Hotel azteca' de inspiración maya de Robert Stacy-Judd

‘Hotel azteca’ inspirado en los mayas por Robert Stacy-Judd ( CC BY-SA 2.0 )

La experiencia de la cueva de Loltún

Uno de los lugares que exploró Stacy-Judd fue la cueva de Loltun (que significa ‘Piedra de la flor’). Esta cueva está situada en la península de Yucatán, a unos 5 km (3,11 millas) al sur del pueblo mexicano de Oxkutzcab. Esta cueva contiene artefactos arqueológicos, incluidas pinturas murales, relacionados con la civilización maya de la era preclásica tardía, y quizás fueron estos los que impulsaron a Stacy-Judd a explorar la cueva de Loltun.

La extensa cueva de Loltun, México.

La extensa cueva de Loltun, México. ( CC BY-SA 3.0 )

Según Stacy-Judd, la suya era la “quinta expedición en intentar una exploración de este inmenso territorio subterráneo”. El arquitecto y entusiasta maya estuvo acompañado por tres lugareños que le sirvieron de guías. Para poder encontrar el camino de regreso fuera de la cueva, Stacy-Judd tenía un guía estacionado en un punto desde donde se podía tener una vista de la parte iluminada de la cueva. Luego, adentrándose más, dejó al segundo guía en un lugar donde el primer hombre podía oír su voz. Luego se adentró más en la cueva con el tercer guía.

¡Perdió!

Mientras los dos hombres exploraban así la cueva, una enorme roca se había desprendido del techo y se había estrellado contra el lugar donde habían estado Stacy-Judd y su guía. Afortunadamente para ellos, se habían quitado del camino justo antes de que esto sucediera. El sonido de la roca al romperse hizo que el primer guía abandonara su posición, mientras se adentraba en la cueva para averiguar qué había sucedido. Como resultado, ya no sabían cómo salir de la cueva. Habiendo encontrado al segundo guía, los cuatro hombres intentaron volver sobre sus pasos con la esperanza de salir de la cueva.

Petroglifos y pintura existen en la cueva mexicana.

Petroglifos y pintura existen en la cueva mexicana. ( CC BY-SA 3.0 )

En un momento, Stacy-Judd llegó a una abertura estrecha y, al pasar por ella, entró en una cueva. Cuando estaba a punto de dar la vuelta, vio algo que lo hizo detenerse. Una pequeña luz, seguida de una cabeza y una forma humana se levantó de un montón de rocas. Cuando Stacy-Judd tuvo una visión más clara de la figura, vio que se trataba de un “anciano vestido con una túnica blanca”, con una “calabaza, que servía de casquete” en la cabeza, y una “calabaza doble pequeña de que sobresalía una mecha encendida” en su mano izquierda.

Aparece el viejo sacerdote maya

Stacy-Judd llamó a sus guías, quienes pudieron comunicarse con el anciano ya que hablaban el mismo idioma. Aunque el explorador y sus guías no hablaban un idioma común, Stacy-Judd fue informada por ellos, a través de señas, que el hombre era un sacerdote maya que custodiaba un tesoro. Además, le dijeron que el sacerdote tenía 1000 años.

Stacy-Judd pensó que esto era una exageración, pero consideró que el hombre tenía «mucho más de cien años». Finalmente, el anciano comprendió que estaban perdidos y los guió fuera de la cueva. Stacy-Judd escribió que después de que salieron de la cueva, «tomó fotografías fijas e imágenes en movimiento de él» y «presionó algunas monedas en sus manos marchitas, no en el sentido de una recompensa, sino simplemente como una pequeña recompensa». expresión de nuestro agradecimiento”, antes de partir.

El anciano sacerdote maya volvió a entrar en la cueva y no se sabe que lo hayan vuelto a ver.

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