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Desde la Tierra, el Sol nos parece uniforme, permanente y estable. Pero nada más lejos de la realidad (en términos cósmicos). Es cierto que es muy antiguo, tanto como el que llamamos sistema solar: unos 4.600 millones de años. En todo ese tiempo nuestra estrella no ha cambiado mucho y seguirá siendo bastante estable durante otros 5.000 millones más. Luego empezará a morir.
El Sol es una estrella enana amarilla y este tipo de estrellas se quedan sin hidrógeno cuando cumplen los 10.000 millones de años. Cuando ese cumpleaños llegue, el Sol se expandirá, se oscurecerá y luego se enfriará. Mejor no estar en la Tierra para entonces porque se calentará tanto que no habrá ni agua en los océanos.
Las manchas del Sol y sus ciclos
Nuestra estrella tiene su orden y sus manchas. Los enormes flujos de plasma y convección presentes en el Sol forman campos magnéticos que se manifiestan como manchas oscuras. Son comparables al tamaño de la Tierra y son sedes de un intenso magnetismo, unas 10.000 veces más fuerte que el campo magnético de la Tierra.
Estamos en el Ciclo Solar 25, que comenzó en diciembre de 2019 y llegará a su fin en 2030
Los científicos saben que el número de manchas varía periódicamente, aproximadamente cada 11 años. En ese tiempo, el campo dipolar del Sol aumenta y disminuye en fuerza, y los polos magnéticos norte y sur intercambian lugares, también cada 11 años. Estamos en el Ciclo Solar 25, que comenzó en diciembre de 2019 y llegará a su fin en 2030.
Pico de actividad solar
Dentro de cada ciclo, la intensidad de la actividad solar tiene un pico, llamado Actividad Máxima Solar. Y en ello estamos justo ahora, lo que significa que estamos en la época más propicia para sufrir una tormenta solar. Los astrónomos habían anunciado hace meses que el máximo del ciclo solar 25 ocurriría probablemente entre febrero y septiembre de 2024.
A las 16.51 UTC del pasado 14 de mayo, el Sol emitió la llamarada más grande de su ciclo solar de 11 años. En las últimas semanas se han multiplicado las llamaradas de alta intensidad y el 10 de mayo se emitió incluso una alerta de tormenta geomagnética sobre la Tierra que se tradujo en esas inesperadas auroras vistas en bajas latitudes.
La aurora boreal mundial de 1859
- Entre los días 1 y 2 de septiembre de 1859 una intensa tormenta solar afectó a la mayor parte de la Tierra. Las auroras boreales normalmente solo puede observarse desde las regiones árticas, pero aquellos días una impresionante aurora boreal pudo verse en lugares tan alejados de los polos como España, el Caribe, Hawái e incluso en Colombia, cerca del ecuador. Claro que también quedaron inutilizadas las líneas telegráficas de los Estados Unidos y el norte de Europa (de las máquinas de telégrafo de París saltaban chispas), y aquellos cortocircuitos provocaron numerosos incendios. Fue la interacción más violenta que nunca se ha registrado entre la actividad solar y la Tierra.
¿Va a haber tormentas solares intensas?
Las erupciones solares son poderosas ráfagas de energía conocidas como CME (Emisiones de Masa Coronal). Una potente tormenta solar es capaz de paralizar por completo la red eléctrica de las grandes ciudades durante semanas, meses o incluso años. Pueden causar interferencias en las señales de radio, afectar a los sistemas de navegación aéreos, dañar las señales telefónicas e inutilizar satélites por completo, explica la NASA.
¿Deberíamos entonces esperar intensas tormentas solares? No parece. La zona donde se produjo la llamarada solar, la región activa 3664, se encuentra en el extremo más occidental del Sol. Por ser esa la ubicación es posible que las CME asociadas no tengan ningún impacto geomagnético en la Tierra, aseguran la NASA y la NOAA (la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de EE UU).
El poder de una tormenta solar
- El 13 de marzo de 1989 la ciudad de Quebec (Canadá) fue azotada por una fuerte tormenta solar. Seis millones de personas se vieron afectadas por un gran apagón que duró 90 segundos. La red eléctrica de Montreal estuvo paralizada durante más de nueve horas. Los daños que provocó el apagón, junto con las pérdidas originadas por la falta de energía, alcanzaron los cientos de millones de dólares. También dañó transformadores en lugares tan lejanos como Nueva Jersey y estuvo a punto de dejar fuera de servicio las redes eléctricas de EE UU desde la costa este hasta el noroeste del Pacífico.
El desastre del que nos salvamos en 2012
La NOAA utiliza la "escala G" de tormentas geomagnéticas para medir la fuerza de las erupciones solares. La escala va del 1, el nivel más bajo, al 5, el máximo. Aquella tormenta solar de 1859 habría sido clasificado hoy como G5.
Aquella llamarada solar causó el fallo de la tecnología, la de aquel momento. Pero, ¿qué pasaría hoy con una tormenta solar similar? Hace doce años casi nos enteramos. El 23 de julio de 2012 una enorme eyección de masa coronal cruzó la órbita terrestre sólo 9 días después de que la Tierra pasara por ese punto. Nuestra civilización se salvó por poco de un inmenso desastre.
Lejos de una super tormenta como la de 1859
Satélites, sistemas de electricidad, tecnologías eléctricas y digitales se habrían visto severamente afectadas. O sea, durante días y semanas nada habría funcionado. Según algunos estudios, sólo en EE UU, el costo de reponer el sistema eléctrico dañado llevaría cuatro años y una factura de unos 2,6 billones de dólares, ha escrito Charles Q. Choi en Live Science.
¿Puede volver a repetirse una tormenta solar como la de 1859? Los astrónomos son optimistas. Un estudio de 2021 del Astrophysical Journal que analiza los datos del telescopio Kepler sugiere que esas "superfulguraciones" pueden ocurrir aproximadamente cada 3.000 años y las que son 100 veces más energéticas pueden ocurrir cada 6.000 años aproximadamente.