Armados hasta los dientes en Botarell para proteger la marihuana
Cultivar marihuana se está convirtiendo en un negocio de riesgo. La alta rentabilidad que ofrece esta droga, sumada a la baja punibilidad en España, hace que muchas bandas se hayan profesionalizado en el cultivo y exportación de marihuana por toda Europa. Pero cuanto más dinero genera el negocio, más personas quieren tomar parte de él, y a más gente y más dinero, más intereses, que, en el campo de la delincuencia, es igual a más violencia.
Un helicóptero para averiguar qué escondía la finca
Los responsables de la plantación, para evitar asaltos de bandas rivales, se armaron, aumentaron medidas de protección, hacían rondas de vigilancia y tenían perros de razas peligrosas para evitar la intrusión y robo de la marihuana. Desde el mes de mayo que los Mossos iban detrás de esta organización, liderada por cinco hombres, cuatro españoles y un marroquí, que tenían una gran plantación protegida con vallas en esta zona del Baix Camp. Aunque la policía no tenía visibilidad en el interior, el olor que salía de la finca era claramente de marihuana.
La investigación la asumió la División de Investigación Criminal (DIC) de la Región Policial Camp de Tarragona que pidió la colaboración del helicóptero de los Mossos para sobrevolar la finca y averiguar qué se escondía. Las sospechas se confirmaron y los policías vieron una plantación muy grande y también detectaron la existencia de una caseta con una construcción adosada al terrado en la cual había una silla que probablemente servía para llevar a cabo un punto de vigía para hacer vigilancias.
Asalto del GEI a la finca protegida por los narcos
Una de las edificaciones tenía una puerta blindada, inusual en este tipo construcción rural, y ventanas con rejas, que sólo se entienden en un contexto de autoprotección. Además disponían de tres perros de razas potencialmente peligrosas, entrenados para ofrecer una respuesta en caso de un eventual ataque, según los Mossos.
Cuándo tuvieron todos los indicios claros, y después de pedir autorización judicial, los Mossos organizaron el asalto a la finca para detener a los cinco hombres. La madrugada del 14 de junio el Grupo Especial de Intervención (GEI) de los Mossos, dado el riesgo potencial que suponía el hecho de que hubiera varias personas armadas en su interior, rodeó la finca y asaltó los espacios donde había los hombres responsables de la plantación.
Durante la preparación del acceso al terreno se pudo comprobar cómo al menos dos de los integrantes del grupo criminal estaban haciendo rondas de vigilancia, hecho que obligó en los operadores del GEI a coordinarse para llevar a cabo el asalto con éxito.
Una finca a pruebas de asaltos: armas, sensores de vigilancia y perros
En el interior de la finca los Mossos confirmaron al menos dos puntos de vigilancia aparte de la misma caseta. En uno había un cinturón con munición para una de las escopetas, un machete y un objeto contundente similar a una almádena. Este era el punto más alejado de la caseta, que permitía controlar el cultivo de marihuana desde el extremo contrario y disponía de sensores volumétricos de movimiento que lo rodeaban.
La vigilancia era de 24 horas al día. Los Mossos encontraron a cinco personas en el interior, pero en cambio sólo tres camas, un hecho que hace pensar que mientras tres dormían los otros dos hacían tareas de guardia y observa. Al cacheo se localizaron dos armas largas (escopetas de caza) y dos pistolas, así como gran cantidad de munición de fuego real, además de múltiples armas blancas y objetos contundentes fabricados por los investigados. Los investigadores pudieron desmantelar más de 2.200 plantas de marihuana.
El 16 de junio los detenidos pasaron a disposición judicial y el juez decretó su ingreso a prisión.
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