La leyenda de Excalibur, incrustada en la piedra o entregada por la Dama del Lago
Evidentemente, para ello habría que aclarar cuánto hay de verídico y cuánto de leyenda en la figura de su dueño. Como ya dijimos en nuestro artículo sobre la Batalla del Monte Badon, probablemente Arturo sea un personaje basado en un militar (o varios) de la etapa tardo-romana convertido en cacique local cuando Roma abandonó las Islas Británicas en el siglo V, dejándolas desamparadas ante las invasiones bárbaras. A partir de ahí, realidad y mito se funden, siendo muy difícil separarlos.
Las fuentes historiográficas no ayudan mucho. Las principales son De Excidio et Conquestu Britanniae (Sobre la ruina y conquista de Britania), una especie de sermón crítico escrito por un religioso llamado Gildas; la Historia Brittonum (Historia de los britanos), anónima aunque algunos la atribuyen al monje galés Nennio; y la Historia Regum Britanniae (Historia de los reyes de Bretaña), cuyo autor también fue un clérigo, Godofredo de Monmouth. Las tres hablan de Arturo como un personaje real, si bien hay que tener en cuenta que, salvo De Excidio, son varios cientos de años posteriores y, conformes a su época, tienen un estilo que combina lo verdadero con lo fantástico.
Excalibur aparece de refilón en el texto de Godofredo de Monmouth, que es el que introduce otras referencias que hoy nos resultan familiares, caso de su forja en Ávalon o del personaje de Merlín, por ejemplo. Pero no lo hace con ese nombre, que es galés, sino con el latinizado de Caliburnus; de hecho, es la primera fuente no galesa en hacerlo. La etimología de Caliburnus no está del todo clara. Probablemente venga de caledfwlch, que a su vez lo haría del bretón kaledvoulc’h, alusión al nombre Caledfwlch con que la espada aparecía en la antigua narración Culhwch y Olwen en manos de Llenlleawg (Lancelot, Lanzarote), un guerrero de Arturo que la empuñaba para matar al rey irlandés Diwrnach y robar su caldero mágico.
A su vez el nombre Caledfwlch derivaba del gaélico Caladbolg, que se aplicaba a una espada que, como la anterior, poseía un poder extraordinario y cuya posesión se atribuía a varias figuras heroicas de la mitología irlandesa. Fue el caso de Fergus mac Róich, personaje del Ciclo del Ulster (una antología de relatos en prosa y verso sobre héroes ulaid, cuyo protagonista principal es Cú Chulainn). La leyenda artúrica pudo haber bebido de estas historias o, al menos, surgido simultáneamente y asimilado la figura del arma.
De todas maneras, el nombre Caliburnus evolucionó hasta quedar en Caliburn y sus diversas variantes (Calabrum, Callibourc, Chalabrun, Calabrun, Chalabrum, Calibore, Callibor, Caliborne y Calliborc) quedando finalmente en Escaliborc y luego Escalibor, Excalibor y, por último, Excalibur. Algo que queda claro en fuentes francesas como la Lestoire des Engles de Godofredo Gaimar o en el Roman de Brut del poeta anglo-normando Wace, ambas del siglo XII. De esa misma época es una de las narraciones artúricas más conocidas, la de Chrétien de Troyes, en la que la espada ya se llama Escalibor. No obstante, a principios del XVI todavía encontramos denominaciones antiguas como en el Bewnans Ke (una vida del santo cristiano británico San Kea), donde aparece la espada como Calesvol.
Pero para el tema que nos ocupa es más interesante un caso que ya vimos aquí mismo: la espada de San Galgano, que se conserva en la italiana Rotonda de Montesiepi desde el siglo XIII. Según se cuenta, la incrustó en una piedra el caballero Galgano Guiodotti cuando intentaba romperla para dejar su vida de aventuras y hacerse ermitaño. Galgano, al que luego canonizó el papa Urbano III, fue el modelo al que más tarde se asimiló Sir Gáwain, el sobrino del rey Arturo, uno de los personajes más antiguos e importantes del ciclo artúrico. Hijo de una hermana de Morgana, por tanto primo de Mordred, protagonizó su propio mito en Sir Gáwain y el Caballero Verde , un romance anónimo del siglo XV. De hecho, en las obras francesas primigenias, caso de Perceval. La historia del Grial (Chrétien de Troyes) o el Vulgata Cycle (también conocido como Pseudo-Map Cycle o Lancelot-Grail), la espada no es esgrimida por Arturo sino por Gáwain.
Asimismo, hay otra historia del ciclo artúrico con una espada metida en una piedra (o un tronco, según otra versión). Es la de Galahad, el hijo bastardo que Lanzarote tuvo con Elaine de Corbenic bajo un hechizo que le hizo pensar que estaba con su amante, la reina Ginebra. Galahad -nombre original de Lanzarote- es llevado a la corte por su padre e inocentemente se sienta en la Mesa Redonda en un sitio vacío que está reservado para quien encuentre el Santo Grial, misión que costó la vida a todos los que se sentaron allí antes.
Pero él, paradigma de pureza, tendrá éxito en la misión y Arturo le lleva hasta un río donde hay una piedra flotante con una espada incrustada y una inscripción en la que proclamaba mejor caballero del mundo a quien pudiera extraerla. Galahad lo hizo, claro.
La mención específica a una Excalibur liberada por el futuro rey aparece por primera vez en el relato Merlín, del poeta francés Robert de Boron, que vivió a caballo entre los siglos XII y XIII. Él fue quien dio al mito de Arturo una dimensión cristiana al relacionarlo con el Santo Grial, si bien en su versión el protagonista no la sacaba de una roca sino de un yunque.
Excalibur, como tantas otras armas mitológicas, no era normal sino mágica. En eso seguía una vieja tradición altomedieval en la que encontramos a Dyrnwyn, la espada de Rhydderch Hael (un monarca del reino británico septentrional de Alclud), que ardía si era usada por alguien indigno. O a Claíomh Solais, la Espada de Luz de la mitología irlandesa. El propio Arturo tenía una variada panoplia en la que se contaban la lanza Ron (abreviatura de Rhongomyniad), la daga Carnwennan, que podía invisibilizar a su usuario, y otras dos espadas: Clarent, que reseña el poema inglés Morte Arthure, y Seure, que el soberano confió a Lanzarote.
Los poderes mágicos de Excalibur no sólo se manifestaron en el hecho de insertarse en una roca (o yunque) ni en que fuera entregada a su portador por una ninfa, sino también en que, en la primera batalla en que Arturo la usó tras liberarla de su pétrea prisión, deslumbró a todos sus enemigos («como treinta antorchas», describe Malory).
Esas propiedades extraordinarias se extendían, curiosamente, a su vaina, que poseía facultades curativas y por eso en el relato de Malory sería robada por Morgana, hermanastra de Arturo, y arrojada a un lago para vengarse por la muerte de su amado Accolon de Galia; un acto trascendental porque Arturo morirá en la Batalla de Camlann, privado de la posibilidad de curar sus heridas. El rey fue llevado agonizante a Ávalon, la isla legendaria donde se había forjado Excalibur, que fue devuelta a la Dama del Lago, cerrándose así el círculo.
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