La naturaleza nos ofrece estampas absolutamente increíbles, con paisajes y entornos que se han formado a lo largo de los años que son dignos de admirar y por los que vale la pena aventurarse a viajar para poder contemplarlos de cerca. En unos tiempos en los que se ha generalizado el acumular estímulos uno detrás de otro, normalmente de corta duración, disfrutar de la naturaleza y los secretos que esconde puede ser una manera de desconectar de todo lo que nos deja atados a pantallas y demás impulsos sociales u oci
La naturaleza nos ofrece estampas absolutamente increíbles, con paisajes y entornos que se han formado a lo largo de los años que son dignos de admirar y por los que vale la pena aventurarse a viajar para poder contemplarlos de cerca. En unos tiempos en los que se ha generalizado el acumular estímulos uno detrás de otro, normalmente de corta duración, disfrutar de la naturaleza y los secretos que esconde puede ser una manera de desconectar de todo lo que nos deja atados a pantallas y demás impulsos sociales u ociosos modernos.
Como decimos, son muchas las posibilidades que nos da el entorno natural que suelen fascinar a propios y extraños. ¿Quién no ha escuchado decir a alguien que le encantaría ir a ver las cataratas del Niagara? Este es un ejemplo de las cosas que nos podemos encontrar, pero en concreto, aunque estas cataratas sean las más famosas, la más grande del mundo no es esa que se encuentra en el noreste de América del Norte, sino que para ubicarla habría que ir a una zona entre Islandia y Groenlandia, pero está más escondida de lo que se puede imaginar.
En nuestro imaginario, si imaginamos las cataratas más grandes del mundo se podría venir la del Salto Ángel, en Venezuela, que con sus casi 1.000 metros de caída tiene el privilegio de ser la más alta sobre la superficie de la tierra, pero hay otra que se encuentra bajo el suelo que tiene unos 3.510 metros, según los datos de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos. Hablamos de una catarata submarina absolutamente descomunal y oculta balo el océano Atlántico.
Una catarata descomunal
La catarata del estrecho de Dinamarca, que así es como se la conoce, con sus ya mencionados 3.500 metros de caída de agua y una altura de 2.000 metros, con una pendiente que va a parar hasta una profunda poza de agua fría. Tiene un ancho de unos 480 kilómetros de ancho y su lecho marino desciende aproximadamente entre 500 y 600 kilómetros. Una autentica locura. Sus aguas, sin embargo, son bastante lentas en comparación de otras homólogas suyas.
Mientras que en el Niágara alcanzan velocidades de unos 30,5 metros por segundo de caída, las del estrecho de Dinamarca se precipitan unos 0,5 metros por segundo, de hecho, según Mike Clare , líder de geosistemas marinos en el Centro Nacional de Oceanografía del Reino Unido en Southampton, en declaraciones para Live Science comentó que "si estuvieras allí abajo, probablemente no notarías todo ese revuelo".
Los datos que se tienen hablan de que los glaciares la excavaron durante la última edad de hielo, hace entre 17.500 y 11.500 años, y se extiende por la zona del círculo polar ártico, canalizando aguas heladas de los mares de Groenlandia, Noruega e Islandia hacia el mar de Irminger, situado en el Atlántico Norte, sabiendo que parte de su lecho marino se extiende hasta la Antártida. Así, las aguas en el norte de la catarata del estrecho de Dinamarca tienen una profundidad de 400 metros, mientras que en el sur son de 200. Sin duda, una obra natural de dimensiones épicas que nos sorprende, pero por desgracia esta es complicada de admirar.
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