La cueva más espectacular del mundo no solo impresiona por su belleza natural, sino también por la experiencia única que ofrece a quienes se aventuran a explorarla. Ubicada en un rincón remoto del planeta, esta maravilla subterránea es un destino obligado para los amantes de la aventura y la naturaleza.
Para llegar a esta cueva, los visitantes deben descender 600 escalones, un desafío que vale la pena enfrentar para descubrir el titánico lago interior que se esconde en sus profundidades.
La cueva, conocida por su impresionante lago interior, se encuentra en una región montañosa de difícil acceso. El viaje comienza con una caminata a través de un denso bosque, seguido por un descenso de 600 escalones tallados en la roca. Este descenso, aunque desafiante, ofrece vistas espectaculares y una sensación de aventura que pocos lugares pueden igualar.
Antes de emprender esta aventura, es crucial realizar ciertos trámites y preparativos. Los visitantes deben obtener un permiso especial, que puede solicitarse en la oficina de turismo local. Este permiso es necesario para garantizar la seguridad de los visitantes y la conservación del entorno natural. La solicitud del permiso debe hacerse con al menos un mes de antelación, y es recomendable llevar una copia impresa del mismo durante la visita.
Además del permiso, es importante contar con el equipo adecuado. Se recomienda llevar ropa cómoda y resistente, calzado adecuado para caminatas largas y una linterna potente, ya que algunas partes de la cueva son completamente oscuras. También es aconsejable llevar agua y alimentos suficientes para la duración de la visita, ya que no hay instalaciones dentro de la cueva.
Durante el descenso, los visitantes pueden observar formaciones rocosas impresionantes, estalactitas y estalagmitas que han tardado miles de años en formarse. Estas formaciones, junto con el eco de los pasos y el goteo constante del agua, crean una atmósfera mágica y misteriosa.
Al llegar al fondo de la cueva, los visitantes son recibidos por la vista impresionante del lago interior. Este lago, de aguas cristalinas y tranquilas, ocupa una vasta extensión y es uno de los mayores atractivos de la cueva. La luz de las linternas se refleja en la superficie del agua, creando un espectáculo de luces y sombras que deja sin aliento a quienes lo contemplan.
El lago es lo suficientemente grande como para permitir paseos en bote, y algunos visitantes optan por explorar sus aguas en pequeñas embarcaciones. Sin embargo, es importante seguir las indicaciones de los guías y respetar las normas de seguridad para evitar accidentes.
La cueva está abierta al público durante todo el año, pero las mejores épocas para visitarla son la primavera y el otoño, cuando el clima es más templado y las condiciones son ideales para la exploración. Los horarios de visita varían según la temporada, por lo que es recomendable consultar con la oficina de turismo local antes de planificar el viaje.
Hay topónimos que resultan absolutamente descriptivos de dónde se halla un pueblo o ciudad. Y otros en los que hay que adentrarse en el laberinto de la etimología para averiguarlo. En el asturiano de Cuevas del Agua hay literalidad. Para penetrar en el casco urbano hay que meterse en una cavidad rocosa.
Esta aldea –la habitan de forma permanente poco más de medio centenar de vecinos– perteneciente al concejo de Ribadesella, tiene una carretera que se adentra en una cueva de piedra caliza excavada por el agua del río Sella a lo largo de millones de años. El recorrido es de 300 metros, por los que discurre el asfalto, pues es el único acceso motorizado a la localidad. Pero como la cúpula está repleta de formaciones espectaculares (estalactitas, estalagmitas y columnas), hay habilitado un paso para peatones. La mayoría de los visitantes prefieren recorrer este pequeño tramo a pie para gozar de la singularidad del lugar. Le llaman la Cuevona.
Cuevas del Agua
Para penetrar en el casco urbano hay que meterse en una cavidad rocosa
El caso es que tanto el paso del poderoso río Sella como algunos arroyos menores dieron paso, a partir de la edad media, a la instalación de diferentes molinos para moler el trigo. Cuando a partir del siglo XV llegó el maíz de América, se incorporó este grano a la molienda, y el número de molinos –y por tanto de hórreos– vivió su mejor momento.
Tras salir de la Cuevona, en un ambiente frío y húmedo, los visitantes se encuentran con un pueblecito alargado con apenas tres calles pero, nuevamente, con otra sorpresa. La localidad cuenta con estación de tren. El ferrocarril también ha salvado la muralla rocosa, aunque su acceso es invisible, por un túnel artificial. También hay agroturismo y un par de restaurantes.
Gracias a la fama de ser el único pueblo de España al que se accede atravesando una cueva, los curiosos que se acercan en fin de semana son numerosos. De ahí que se halla habilitado un aparcamiento a la entrada de la Cuevona. Allí se informa con paneles de la singularidad del acceso y la necesidad de cuidarlo. Aun así, siguen encontrándose inscripciones de los mentecatos que utilizan un punzón para dejar escrito que pasaron por tan espectacular entorno natural.
Ante la abundante afluencia de vehículos motorizados y el corto trayecto que hay desde Ribadesella, ha empezado a ser muy frecuente ver turistas que cubren el trazado en bicicleta o a pie, pues hay senderos bien señalizados (como Ruta de los Molinos) y con un desnivel muy asequible.
Cuevas del Agua se encuentra a 9 kilómetros de Ribadesella. Sin embargo, el trayecto en coche es retorcido y toma unos 20 minutos, avanzando por las carreteras RS-2 y RS-3.
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