martes, 4 de marzo de 2025

La gigantesca explosión y el fatídico hundimiento que arrastraron consigo los últimos estertores del Imperio español



La noche del 15 de febrero de 1898, una violenta explosión sacudió el puerto de La Habana. En apenas unos minutos, el acorazado USS Maine, de la Armada de los Estados Unidos, se partió en dos y se hundió, llevándose consigo la vida de 261 tripulantes. Aunque las causas del desastre siguen siendo motivo de debate, su impacto fue inmediato y devastador.

En un contexto donde Cuba llevaba tres años luchando por su independencia y la situación se volvía insostenible para España, El USS Maine llegó a La Habana el 25 de enero de 1898. España consideró su llegada como una maniobra provocadora por parte de Estados Unidos que, por su parte, veía la oportunidad perfecta para justificar su intervención y expandir su influencia en el Caribe.

La prensa estadounidense, con periódicos como el New York Journal, llevaba años alimentando un sentimiento antiespañol entre la población. Pedían constantemente una intervención a favor de los independentistas cubanos y el hundimiento del Maine fue la chispa que encendió la mecha.

España la supuesta culpable

Apenas un día después del desastre, los titulares de los periódicos estadounidenses ya señalaban a España como responsable del ataque. "El barco de guerra Maine partido por la mitad por un artefacto infernal secreto del enemigo", anunciaba el New York Journal, sin prueba alguna que respaldara la acusación. Ante la opinión pública norteamericana, la presión de los medios y del Congreso, el presidente William McKinley se vio obligado a intervenir.

España, por su parte, negó cualquier implicación en la explosión. Las investigaciones posteriores realizadas por peritos españoles concluyeron que la causa más probable del hundimiento fue la combustión espontánea del carbón almacenado junto a la munición, lo que habría provocado la detonación de los depósitos de explosivos. Sin embargo, la versión de un ataque español ya se había instalado en la narrativa estadounidense y sirvió de pretexto perfecto para declarar la guerra el 25 de abril de 1898.

La guerra hispano-estadounidense

fue una guerra breve pero demoledora para España. La flota estadounidense, modernizada y bien equipada, ya estaba preparada para atacar. El 1 de mayo, la flota española en Filipinas fue destruida en la bahía de Manila. En julio, la armada española en Cuba corrió la misma suerte en Santiago de Cuba. En cuestión de meses, España perdió sus últimos territorios de ultramar, como eran Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam, que pasaron a manos estadounidenses con el Tratado de París, firmado en diciembre de 1898.

La derrota marcó el fin del Imperio español y llevó al país a una profunda crisis moral y política. Para Estados Unidos, en cambio, fue el inicio de su ascenso como potencia global. El hundimiento del Maine fue un desastre naval que marcó una nueva era en la que los imperios europeos cedían paso a un nuevo protagonista en el escenario mundial.


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