Cuando oímos hablar del hallazgo de una tumba intacta del antiguo Egipto, a todos nos viene de inmediato a la mente el descubrimiento de la tumba de Tutankamón en 1922 por Howard Carter. Pero estamos en un error. En la tumba del faraón niño se documentó que, por lo menos en un par de ocasiones, esta fue "visitada" por saqueadores, que más allá de algunos desperfectos dejaron el tesoro del rey prácticamente intacto.
Entonces, ¿se ha encontrado alguna tumba egipcia totalmente intacta? Alguna hay, en efecto (pensemos en la de Kha y Merit y la de Sennedjem en Deir el-Medina, por ejemplo), aunque seguramente ninguna es tan espectacular como la del faraón Psusenes I, de la dinastía XXII (945-715 a.C.), en Tanis, descubierta por el egiptólogo francés Pierre Montet en 1939 (aunque no fue abierta hasta 1940 debido al estallido de la segunda guerra mundial) que contenía un tesoro que no tenía nada que envidiar al de Turankamón.
En pleno conflicto, en 1940, Montet regresó a Tanis para proseguir la excavación en la zona de la necrópolis donde había descubierto varias tumbas de los faraones de las dinastías XXI y XXII, que fueron enterrados en la esquina suroeste del patio del gran templo de Amón en Tanis, en el interior del recinto amurallado. Las sepulturas estuvieron es su día protegidas por una superestructura de adobe ya desaparecida.
una tumba intacta
La tumba que Montet había dejado en 1939 sin poder abrir era la número 3. Ahora, un año después, el egiptólogo no podía imaginar las maravillas que iba a encontrar en su interior. El egiptólogo logró penetrar en la tumba, que estaba totalmente intacta, y comprobó que allí estaba enterrado Psusenes I, aunque no era el único. En otras cámaras de la tumba se hallaron más enterramientos de faraones y miembros de la familia de Psusenes, además de la tumba intacta del general Undebaunded.
El ajuar funerario del faraón estaba compuesto por un gran número de ushebtis (figurillas funerarias), vasijas rituales de oro y plata, así como los vasos canopos (que contenían las vísceras momificadas del difunto) situados a los pies del colosal sarcófago de granito rosa, que en origen perteneció a Merneptah, el hijo y sucesor de Ramsés II, y que fue reutilizado por Psusenes.
La tapa estaba decorada con la imagen del rey representado como Osiris, y en los pies y en la cabeza las diosas Isis y Neftis velaban por su descanso. En la parte interior de la tapa se representó a Nut, la diosa del cielo. Aunque la gran sorpresa vino cuando Montet abrió el segundo sarcófago del rey, de granito negro. En su interior, el egiptólogo se encontró con algo increíble: un ataúd hecho de plata cincelada, en cuyo interior descansaba la momia de Psusenes, en muy mal estado de conservación. Pero aún había más.
Cuando levantó la plateada tapa apareció una bellísima máscara de oro que cubría la cabeza y los hombros de la momia real, cubierta de brazaletes, anillos, pectorales, escarabeos, armas, punteras para los dedos de las manos y de los pies, y que iba calzada con unas delicadas sandalias de oro. Por desgracia, la humedad del lugar evitó la conservación de objetos perecederos como tejidos, madera o cuero. Montet también descubrió una gran cantidad de vasos y objetos de oro y plata.
un impresionante ataúd de plata
Ante tanta maravilla deberíamos detenernos por un momento en el ataúd de plata cincelada donde descansaba la momia del anciano faraón Psusenes I (se calcula que murió hacia los 80 años, una edad muy avanzada para la época). Esta espectacular pieza, que se expone en el Museo Egipcio de El Cairo y forma parte de la sección dedicada a los tesoros de Tanis, mide 185 cm de largo y pesa 90 kilos, y su factura es de una calidad excelente.
Sobre la tapa, la figura del faraón lleva el nemes, el pañuelo ceremonial, en la cabeza, ciñe el ureo real en la frente, porta la barba curvada y trenzada, y sujeta los cetros de la realeza con las manos cruzadas sobre el pecho. El ureo y la banda que rodea la frente son de oro; los ojos incrustados son de pasta de vidrio y se pintaron de negro.
En el cuerpo se representan tres aves con las alas extendidas y portando entre sus garras el símbolo solar shen. Todo el sarcófago está decorado con grabados en espiga, alternados con columnas verticales de textos funerarios. A los pies del ataúd están representadas Isis y Neftis y el interior está decorado con la figura de la diosa Nut de pie sobre el símbolo del oro (nub).
Pero ¿por qué el faraón escogió este precioso metal en lugar del oro, mucho más habitual en los entierros reales, para su ataúd interior? Realmente sorprende la presencia de plata en tales cantidades, puesto que era muy escasa en el antiguo Egipto. Pero se trataba de un metal muy valorado por varias razones. De hecho, al ser un material más duro y difícil de manipular que el oro, había muy pocos artesanos en Egipto que supieran trabajarla. Además, como en Egipto no había plata esta tenía que ser importada, por lo que su precio era muy elevado.
Sin embargo, a partir del año 1000 a.C. el uso de la plata, junto con el del bronce, se incrementó debido a las relaciones comerciales que Egipto estableció con las ciudades fenicias, que eran grandes importadoras de plata y estaño procedentes del sur de la península ibérica. Así, ¿tal vez deberíamos considerar que el material con el que está hecho el ataúd de plata de Psusenes I tiene un origen peninsular?
En todo caso, lo que sí queda claro es que tanto el oro como la plata eran metales imprescindibles en un entierro real, ya que si la carne de los dioses era de oro puro, sus huesos estaban hechos de plata, y todo el mundo sabe que sin huesos la vida es imposible… Incluso la de los dioses.
No hay comentarios:
Publicar un comentario