Metropoli

Dani, miembro veterano de la Asociación de la Calle Travessia de Sant Antoni Barcelona
La escena se repite cada noche de la tercera semana de agosto: se abre la boca de la estación de Fontana y una oleada de gente invade la primera calle engalanada, la Travessia de Sant Antoni.
“Cada vez que llega un metro, vemos perfectamente como entra una marea de gente a la calle”, describe Dani, miembro de la Asociación de la vía en conversación con Metrópoli.
Unas fiestas con millones de personas
Y es que, las calles de Gràcia no solo cuentan historias a través de su arquitectura o sus nombres, sino también a través de una tradición festiva que ha crecido hasta convertirse en un fenómeno cultural global.
Las Festes de Gràcia, nacidas del tejido vecinal y el espíritu colaborativo del barrio, han pasado de ser celebraciones populares a eventos multitudinarios que cada año atraen a miles de visitantes.
En los dos últimos años se calcula que más de 1,5 millones de personas han pasado por las fiestas. “Nosotros no tenemos datos exactos, pero estoy seguro de que entre el 40% y el 50% es gente esporádica. Les han vendido que aquí se puede beber y pasarlo bien en la calle, sin entender qué hay detrás de todo el año”, lamenta.
Del barrio y para el barrio
Travessia de Sant Antoni no es una calle “histórica” de la Festa Major. “No nos enraizamos en padres, abuelos y nietos. Nacimos en 2014 de la mano de seis vecinas venidas de otros barrios”, recuerda.

Preparación de Travessia de Sant Antoni para las Fiestas Mayores de Gràcia de 2025 Barcelona
El proyecto prendió porque ofrecía red, acogida, comunidad. Pero la gentrificación y el turismo han ido vaciando el barrio de quienes lo sostienen: “Mucha gente de los primeros años de la asociación no ha podido continuar. Se ha tenido que ir del barrio, es insostenible seguir viviendo en Gràcia".
El éxito también tiene otra cara: “Hemos llegado a unos estándares de calidad brutales: siete días de conciertos, siete días de barra y decorados que son auténticas virguerías hechas con voluntariado. Eso atrae masas. Y ahí nace la lucha interna: qué fiesta queremos y qué estamos vendiendo para que venga tanta gente”.
Autoregularse para sobrevivir
Tal y como comenta Dani, La Fundació Festa Major de Gràcia lleva años buscando fórmulas para revertir esta situación. “Es un problema endémico y cada calle tiene su casuística”, admite el joven.
En Travessia, el intento de preservar la identidad pasa por cuidar la programación, mover conciertos lejos de los viernes, sábados y domingos, o crear una nit tranquil·la --noche tranquila--.
También por limitar accesos puntualmente: “No queremos convertirnos en casetas donde si no eres socio no entras, pero hay momentos en los que la única manera de disfrutar de nuestra fiesta es reservarnos un espacio”.
"A veces, morimos de éxito"
El poder de convocatoria de las Festes de Gràcia no solo reside en sus espectaculares decorados o en su programación cultural, sino también en la capacidad de cada calle para movilizar a su comunidad y generar expectación a través de las redes sociales.

Una de las vecinas de la calle Travessia de Sant Antoni en plena preparación para las Fiestas Mayores del barrio Barcelona
“Somos una calle con 3.500 seguidores en redes, formada por gente de 25 a 40 años, que llama a gente de 25 a 40. A veces morimos de éxito, incluso cuando queremos hacer algo pequeño”.
En un contexto donde la visibilidad es clave, muchas asociaciones se han convertido, casi sin quererlo, en auténticos polos de atracción.
Pero esa influencia conlleva una carga: cuanto mayor es el alcance, más difícil resulta controlar el tipo de público que se atrae y el impacto que eso tiene en la experiencia festiva.

Interior del local de la Asociación de la Calle de Travessia de Sant Antoni en Gràcia Barcelona
“Cuando exigimos mucho hacia fuera, nos olvidamos de que nosotros mismos también propiciamos esta forma de consumo de la fiesta y de alguna manera, atraemos a los turistas”, reconoce Dani.
Relevo generacional en riesgo
Más allá de la masificación, el turismo también pone en riesgo algo menos visible pero fundamental: el sentimiento de pertenencia.
Las fiestas nacieron del arraigo vecinal y de una forma de entender lo colectivo que se transmite de generación en generación.
Sin embargo, cuando el barrio se transforma y los recién llegados no comparten ese vínculo ni conocen el tejido asociativo que sostiene la fiesta, el relevo generacional se vuelve incierto.

Uno de los voluntarios de la Asociación de la Calle Travessia de Sant Antoni durante la preparación de las Fiestas Mayores de 2025 Barcelona
“El miedo no es tanto a que no haya relevo, sino a que no sea posible porque quien vive en el barrio ya no entiende lo que es un proceso asociativo como este”, relata el socio de la asociación.
Hoy Travessia suma casi 200 socios —“activos seremos alrededor de 100”—, con muchas entradas y salidas: “Aquí hay dos perfiles: el que busca pasárselo bien y el que encuentra núcleo, familia, pareja…. Esa diferencia, sutil, define quién se queda”, afirma.
“Para nosotros, la fiesta acaba el 14”
La fecha que los barceloneses y turistas tienen marcada en el calendario es diferente a la que tienen los miembros de esta asociación que llevan meses dedicados a la festividad.
“Para nosotros la Festa de Gràcia acaba el 14. El 15 empieza para los demás”. El día 14 el local se abre a las 10:00 y no se cierra hasta la traca del 15 a las 8:00 horas.
“Son 24 horas sin dormir. Ves reflejado un año entero: nervios, colaboración, comunidad. Cuando tiramos la traca, la calle está vacía, todo limpio, todo montado. Ahí respiramos. Y después, sin dormir, salimos a felicitar al resto de calles. Es el momento de más unión, de más barrio”, relata Dani visiblemente emocionado.
El joven lleva 11 años siendo parte de esta comunidad y él lo tiene claro: "Aquí todo el mundo es bienvenido según su libertad y sus ganas. Y quizá por eso todavía resistimos, buscando ese punto de equilibrio que permita que la fiesta siga siendo del barrio, aunque medio mundo la quiera vivir como propia".
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