La Patagonia chilena abarca un área de unos 240.000 kilómetros cuadrados. Este territorio incluye formas tan variadas como cordilleras, fiordos, glaciares e incluso islas, con una longitud de casi 2.000 kilómetros de norte a sur, desde Chiloé hasta la Tierra del Fuego. En comparación, la Patagonia chilena es más grande que países como Reino Unido o Ecuador, y representa más de un tercio del territorio continental chileno. De hecho, si se suma a la Patagonia argentina, ambas forman una de las regiones naturales más extensas y prístinas del planeta, con una superficie conjunta de alrededor de un millón de kilómetros cuadrados.
En este contexto, En esta superficie habría tenido lugar uno de los experimentos científicos más curiosos del año. Investigadores del Grupo de Estudios Ambientales (GEA) de la Universidad de Magallanes (Chile), dieron con un inesperado hallazgo. En medio del proyecto Líneas de Base Públicas para la Provincias de Magallanes y Tierra del Fuego, una de las «cámaras trampa» de la universidad –utilizadas para monitorear la fauna silvestre– registró un fenómeno inusual sin precedentes en esta región.
En concreto, las cámaras hallaron inesperadas luces el pasado 21 de enero. Uno de los 65 dispositivos desplegados a lo largo de la Patagonia chilena y Tierra del Fuego captó tres fotografías que muestran intensas luces en movimiento descendente. Este fenómeno supuso una revolución para el equipo, que rápidamente descaró que se debiera a la actividad animal de la zona.
«En una cámara que estaba al borde de una vega bastante lejos de cualquier camino público, sin actividad de huellas anteriores y enfocada hacia un horizonte bastante plano, aparecieron una luces que no podemos explicar», explicó el biólogo Alejandro Kusch Schwarzenberg.
Este descubrimiento ha sido asociado durante décadas con el mito de las «luces malas», una creencia local asociada a leyendas de almas o espíritus.
De acuerdo con lo anterior, el profesional comenta que, en Magallanes, los relatos sobre este tipo de avistamientos ya daban cuenta de este último descubrimiento refuerza la historicidad del fenómeno en la zona. Ante la sorpresa de estas luces, los expertos derivaron las imágenes recogidas a la Dirección General de Aeronáutica Civil (SEFAA), al Museo OVNI de La Serena y a especialistas en fenómenos aéreos anómalos para su análisis.
La gran pregunta que surge es qué fue realmente este inusual fenómeno. En palabras de los investigadores, estas veloces ráfagas de luz podrían ser un plasmoide, una forma de plasma exótico ya estudiado por investigadores rusos.
«Por sus características, podríamos estar frente a un fenómeno aéreo anómalo no identificado (FAN), probablemente un plasmoide, y eso, por supuesto, ya lo hace interesante», destacaron los científicos.
De igual manera, los expertos señalan el privilegio de haber experimentado un fenómeno de tal calibre, dadas las grandes oportunidades divulgativas que ofrece. «No es habitual recibir imágenes de este tipo provenientes de un proyecto científico. Este carácter único le otorga gran relevancia, y sin duda formará parte de nuestra museografía para que el público conozca el contexto y rigor con que fueron obtenidas», concluyó el equipo.
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