Hace solamente dos días, el volcán Etna volvió a entrar en erupción. Una densa columna de humo y una colada de material sorprendió a los turistas allí reunidos. A pesar de que esta erupción no representó una amenaza directa para la población, el Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología (INGV) –organismo encargado del monitoreo de la actividad volcánica en Italia–, continúa supervisando estrechamente la evolución del fenómeno.
Una vez analizado este fenómeno surge la duda de si los distintos organismos podrían haber previsto la erupción, la cuál dependería de muchos factores. Entre otros, el comportamiento de la vegetación de la zona, la cuál podría ser directamente responsable de cuándo y cómo tendrán lugar las erupciones volcánicas.
Esta es una de las conclusiones de un nuevo estudio realizado por la NASA y el Instituto Smithsonian. El artículo, publicado en ScienceDirect, revela cómo la vegetación es capaz de dar señales momentos antes de que ocurra una posible erupción volcánica.
En concreto, los investigadores analizaron y compararon el índice de vegetación del cinco estaciones situadas en las inmediaciones del Etna entre 2011 y 2018. Gracias a los datos proporcionados por los satélites Landsat 8, MODIS, Sentinel 2 y VIIRS, se pudieron observar diferencias considerables tras los episodios de 2017 y 2018, años en los que los satélites localizaron picos de magma y CO2 más altos.
En este contexto, aquellos árboles cercanos que absorbieron dióxido de carbono registraron un cambio en su vegetación, la cuál se volvió más verde y frondosa. Este cambio en los árboles sería señal inequívoca de un proceso de reactivación en el volcán, constituyendo una de las señales más tempranas.
«Nos interesa no solo cómo responden los árboles al dióxido de carbono volcánico como señal temprana de una erupción, sino también cuánto podrán absorber, como una ventana al futuro de la Tierra cuando todos los árboles estén expuestos a altos niveles de dióxido de carbono», explica Josh Fisher, del Instituto Smithsonian.
Actualmente, existen más de 1.300 volcanes potencialmente activos en todo el planeta. Aunque muchos de ellos se encuentran en zona remotas, una gran parte están situados cerca de núcleos de población. De esta forma, el monitoreo y estudio de cada uno de ellos es fundamental de cara a futuros episodios violentos, los cuáles se podrían preve
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