En uno de los rincones más remotos y menos explorados del planeta, un equipo internacional de científicos ha hallado 30 especies marinas desconocidas, entre ellas una sorprendente esponja carnívora apodada «bola de la muerte». El hallazgo se produjo durante una ambiciosa expedición al Océano Austral, una región de difícil acceso cuyas profundidades siguen guardando secretos sobre la biodiversidad del planeta.
Los investigadores del Censo Oceánico Nippon Foundation–Nekton exploraron una amplia zona que incluyó calderas volcánicas submarinas, la fosa de las Sandwich del Sur –una de las más profundas del planeta– y los fondos marinos que rodean las islas Montagu y Saunders, en el Atlántico sur. El resultado fue un catálogo impresionante de vida desconocida que pone de manifiesto lo poco que aún se sabe sobre los ecosistemas de las grandes profundidades.
El secreto de la longevidad: descubren cómo la ballena boreal evita el cáncer durante siglos
Entre los hallazgos más llamativos se encuentra la esponja esférica Chondrocladia sp. nov., conocida popularmente como «bola de la muerte». A diferencia de la mayoría de las esponjas, que se alimentan filtrando diminutas partículas del agua, esta especie ha desarrollado una estrategia mucho más agresiva: su superficie está cubierta por microscópicos ganchos que atrapan pequeños crustáceos y otros organismos que se aventuran demasiado cerca. Una vez inmovilizadas, las presas son digeridas lentamente, un mecanismo que convierte a esta esponja en un depredador del abismo.
La doctora Michelle Taylor, jefa científica de la expedición, explicó que estos descubrimientos son solo la punta del iceberg: «Hasta el momento hemos analizado menos del 30 % de las muestras recolectadas, y ya hemos confirmado 30 nuevas especies. El Océano Austral sigue siendo un territorio profundamente infraestudiado». Según Taylor, el hallazgo refuerza la idea de que los mares profundos podrían albergar miles de especies aún desconocidas, fundamentales para comprender la evolución y el equilibrio ecológico del planeta.
Además de la esponja carnívora, los científicos identificaron gusanos escamosos acorazados e iridiscentes, nuevas especies de estrellas de mar, así como crustáceos desconocidos –isópodos y anfípodos– y moluscos raros, tanto gasterópodos como bivalvos. Los investigadores también sospechan que varias de las muestras podrían pertenecer a nuevos géneros de corales negros y plumas de mar, organismos esenciales para la formación de hábitats en el fondo oceánico.
El trabajo de campo se llevó a cabo durante una serie de expediciones que emplearon vehículos submarinos no tripulados, cámaras de alta resolución y equipos de recolección a gran profundidad. En total, se obtuvieron cerca de 2.000 especímenes pertenecientes a 14 grandes grupos de animales. Además, las cámaras registraron horas de vídeo en alta definición, entre ellas las primeras imágenes confirmadas de un calamar colosal juvenil, una especie que hasta ahora solo se conocía por ejemplares adultos encontrados muertos en la superficie.
Las condiciones extremas de las zonas exploradas –bajas temperaturas, ausencia de luz y alta presión– convierten cada inmersión en un desafío técnico y científico. Sin embargo, también ofrecen una ventana única a ecosistemas que han permanecido aislados durante milenios. «Cada muestra que recogemos puede cambiar lo que sabemos sobre la evolución marina y sobre cómo se adaptan las especies a entornos extremos», destacó Taylor.
Descubren un pasado cálido en la Antártida que desafía teorías sobre la glaciación
Los resultados preliminares apuntan a que estas comunidades del fondo del mar tienen un papel ecológico crucial en la regulación de los océanos. Las esponjas, por ejemplo, actúan como filtros naturales y refugio para otras especies, mientras que los corales de aguas frías y los gusanos tubícolas contribuyen a crear complejas estructuras biológicas. En conjunto, forman auténticos «bosques submarinos» donde la vida prospera en condiciones que, a primera vista, parecerían incompatibles con la existencia.
Los investigadores insisten en que la biodiversidad de las profundidades sigue siendo en gran parte un misterio, pero sus descubrimientos revelan que el Océano Austral podría ser un auténtico laboratorio natural. La identificación de nuevas especies abre la puerta a futuras investigaciones sobre biotecnología, resistencia a condiciones extremas e incluso posibles aplicaciones médicas.
Mientras los científicos continúan analizando las miles de muestras recolectadas, una cosa resulta evidente: las profundidades del planeta aún guardan historias por contar. En los silenciosos fondos del sur, donde apenas llega la luz, la vida sigue sorprendiendo, recordándonos que la Tierra todavía esconde rincones casi inexplorados, donde criaturas extraordinarias esperan ser descubiertas.

No hay comentarios:
Publicar un comentario